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El universo cuenta su historia: nuevas galaxias oscuras observadas por el telescopio espacial

En la evolución de la carrera espacial, poco a poco se van descubriendo nuevas galaxias con el telescopio espacial. Toma nota.

El James Webb encuentra galaxias tempranas

Primera imagen de un exoplaneta ligero

Método para descubrir nuevas galaxias

  • Francisco María
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El universo está lleno de secretos, y poco a poco empieza a revelarlos. Gracias al telescopio espacial James Webb (JWST), los astrónomos están detectando un tipo de galaxias que hasta hace poco eran prácticamente invisibles: las llamadas galaxias oscuras. No son oscuras porque carezcan de luz, sino porque su brillo se esconde detrás de grandes cantidades de polvo cósmico o porque están tan lejos que la mayor parte de su luz se ha desplazado hacia el infrarrojo, más allá del alcance de los telescopios anteriores.

Este descubrimiento ha abierto una nueva ventana al pasado cósmico y nos obliga a repensar cómo surgieron las primeras galaxias tras el Big Bang. Cada imagen captada por el Webb es, en realidad, una página recuperada del libro más antiguo del universo.

¿Qué son las “galaxias oscuras”?

El término “galaxias oscuras” abarca dos ideas principales. Por un lado, se refiere a galaxias extremadamente lejanas, cuya luz ha viajado más de 13 000 millones de años hasta llegar a nosotros. Por otro, incluye galaxias ocultas por polvo interestelar, invisibles en el espectro óptico pero detectables en longitudes de onda infrarrojas o submilimétricas.

Durante años, los astrónomos sospechaban que existía una población de galaxias escondidas a los instrumentos tradicionales. Ahora, con el Webb, esa intuición se ha confirmado. Observaciones recientes revelan objetos masivos, llenos de polvo y en plena formación estelar que habían pasado desapercibidos incluso para el legendario Hubble.

Un ejemplo llamativo es AzTECC71, una galaxia “fantasma” apenas perceptible en la luz visible, pero que brilla intensamente en el infrarrojo. Este tipo de hallazgos demuestra que buena parte del universo primitivo permanecía literalmente fuera de nuestra vista.

Lo que ha revelado el telescopio Webb

En sus primeros años de operación, el JWST ha roto récords. Ha detectado galaxias con desplazamientos al rojo mayores que 12, es decir, formadas cuando el universo tenía apenas unos 300 millones de años. Una de las más sorprendentes es MoM-z14, una diminuta galaxia cuya luz partió cuando el cosmos aún estaba en su infancia.

Además, el Webb ha descubierto una población de galaxias compactas y rojizas, apodadas “little red dots” (pequeños puntos rojos). Estas estructuras extremadamente densas podrían estar ligadas a halos de materia oscura que giran muy lentamente, favoreciendo la rápida concentración de gas y estrellas.

También se han identificado galaxias polvorientas y muy activas, invisibles para el Hubble, que emiten la mayor parte de su energía en el infrarrojo. Los astrónomos las consideran piezas clave para entender cómo se encendieron las primeras generaciones de estrellas.

Por qué este hallazgo cambia nuestra visión del cosmos

El impacto de estas observaciones va mucho más allá del simple descubrimiento de nuevas galaxias. Las implicaciones son profundas:

En otras palabras, estas observaciones no solo amplían nuestro inventario galáctico, sino que ponen a prueba nuestras ideas sobre cómo se ensambló el cosmos.

Preguntas que siguen abiertas

Cada avance trae consigo nuevas dudas, y este no es la excepción. Entre los grandes interrogantes que los científicos intentan resolver se encuentran:

El Webb apenas ha comenzado su labor, y los datos que recopila cada mes están desafiando constantemente las teorías más establecidas. Lo que antes era una conjetura hoy se convierte en evidencia directa.

Un nuevo relato del universo

Estos hallazgos no solo son un triunfo técnico, sino también una lección de humildad. A cada paso, el cosmos nos recuerda que su historia es más vasta y compleja de lo que imaginamos. Las galaxias recién descubiertas no son simples puntos en una imagen; son testigos de los primeros latidos del universo, de cuando la oscuridad empezaba a llenarse de luz.

El Webb nos ha permitido asomarnos a ese amanecer cósmico, y aunque aún queda mucho por entender, una cosa es segura: el universo sigue hablando. Solo hacía falta un oído —o mejor dicho, un telescopio— lo bastante sensible para escucharlo.

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