Torra rompe con Puigdemont pero le guarda lealtad hasta las urnas radicalizando el Govern
Quim Torra hace varias semanas que no mantiene un diálogo fluído con Puigdemont que mueve los hilos del Govern a través de sus secuaces en Cataluña
La relación entre Quim Torra y Carles Puigdemont es prácticamente inexistente. Ambos líderes separatistas hace semanas que no mantienen un diálogo fluido. Las presiones del ex presidente sobre su delfín, que no tiene casi capacidad de acción ni para aquello que depende únicamente de él, como convocar elecciones, ha provocado un distanciamiento que muchos califican de «insalvable». Pero el jefe del Ejecutivo catalán, cumpliendo con la lealtad que le prometió a Puigdemont, continuará a sus ordenes hasta que este quiera acabar la legislatura y convocar elecciones.
La intención de Torra a principios de año era que los comicios se celebrasen a finales de mayo. Pero llegó la pandemia. Y sus planes se congelaron. Luego decidió que convocaría a los catalanes a las urnas entre el 1 de octubre y el 4 de octubre. Pero llegó Puigdemont y se lo prohibió. El proceso fundacional de Junts per Catalunya, la nueva formación del ahora eurodiputado, que no está consiguiendo los réditos que perseguía, todavía no ha terminado. Y en su entorno no ven viable ir a elecciones con el partido a medio montar. El objetivo es acabar con ERC y de convocar ahora les podrían regalar la Presidencia.
El último episodio de lealtad de Torra a Puigdemont, mientras espera la orden para firmar el decreto de convocar elecciones, se produjo este jueves por sorpresa de todos. A media mañana el gabinete de Presidencia anunciaba una remodelación del gobierno regional que nadie se esperaba. Menos cuando todos coinciden que la legislatura está en tiempo de descuento. Aunque las elecciones se celebren a principios de 2021, cuando acabaría el mandato. Torra, por indicación de Waterloo, se cargó a los consellers más cercanos al PDeCAT, con quien el ex president firmó el divorcio esta semana, para colocar en su lugar a personas más afines a él y que hace tiempo que buscaban su silla en el consejo ejecutivo. En definitiva, radicalizar el Govern con dirigentes con fe ciega en su líder Puigdemont.
Torra le deja solo y no se afilia a JXCat
Junts per Catalunya, el nuevo proyecto político de Carles Puigdemont, empieza fracasando. Al ex presidente de la Generalitat, en esta aventura hacía la República, no le acompaña ni Quim Torra ni la mitad de los consellers que hasta ayer formaban parte del Govern propuestos por su partido. Sólo la portavoz Meritxell Budó, el de Territorio Damià Calvet y el de Políticas Digitales Jordi Puigneró, todos ellos con aspiraciones en JXCat, se han afiliado al nuevo partido. El resto fueron fulminados este jueves por orden directa de Bélgica. El número de afiliaciones se sitúa alrededor de las 3.000, muy lejos de los que logró con la Crida Nacional, el partido que formó con Jordi Sánchez y Torra.
La agonía de Torra
Quim Torra no aguanta más al frente de la Presidencia de Cataluña. Las tensiones internas entre JXCat, el PDeCAT y ERC, la imposibilidad de llevar a cabo sus planes y la gestión de la pandemia, han acabado con la paciencia del hombre que Puigdemont situó al frente del Govern para pilotar un gobierno «efectivo» que pasará a la historia por su inacción a la hora de aprobar leyes. Independentista convencido y radicalizado, Torra, está «cansado y decepcionado» de los partidos separatistas.
Ha intentado abandonar el barco en más de una ocasión. Pero su mentor no le ha dejado. Y él le prometió lealtad. Ahora, aunque no quería, verá cómo es inhabilitado como president de la Generalitat y el Tribunal Supremo le prohibe continuar en el cargo. Aunque JXCat pretende nombrar un sustituto, en un nuevo cambio de guión, él busca apoyos entre los suyos para resistir y desobedecer de nuevo. Sería la tercera vez. Pero entre los suyos, ya, sólo se encuentra Laura Borràs, muy debilitada en el partido de Puigdemont. Su principal miedo, pasar a la historia como un traidor que no culminó el trabajo encargado, está a punto de hacerse realidad. Y depende de él y su capacidad de desobedecer, ahora, a Puigdemont, hacerlo por la puerta grande o por la de atrás.
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