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Con qué sueñan los niños y cuándo empiezan a soñar

Los niños sueñan como (y más que) los adultos

Cómo enseñarles a que recuerden los sueños y cómo evitar las pesadillas

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Cuando se trata del sueño de los niños, seguro que una de las principales preocupaciones que tienen los padres es que descanse bien o que duerma las horas suficientes para ello. Sin embargo, pocas veces se habla de lo que sueñan los niños o de los sueños, cuando de hecho incluso dentro del vientre de la madre, el bebé es capaz de soñar. Y es que los sueños son un componente esencial de nuestra vida, representaciones creadas por la mente en respuesta a estímulos sensoriales, emocionales o cognitivos mientras dormimos. Este fenómeno nos acompaña a lo largo de toda la vida, aunque en ocasiones no recordemos los sueños o cuándo empezamos a tenerlos.

Los sueños han sido objeto de fascinación y estudio durante siglos, y los niños no están exentos de esta experiencia. En la infancia, los sueños adquieren una importancia especial, no sólo  por su frecuencia, sino por el contenido y las emociones que los acompañan. La doctora italiana Valentina Paganotti, psicóloga y psicoterapeuta, destaca que los niños sueñan con mayor frecuencia que los adultos, debido a la mayor cantidad de tiempo que pasan en la fase REM del sueño. En esta etapa, la actividad cerebral es intensa y vivaz, lo que facilita la creación de sueños. Curiosamente, se ha observado que los niños, en especial entre los 3 y 5 años, pasan hasta un 50% de su tiempo de sueño en esta fase, en comparación con sólo un 20% en los adultos. Esto sugiere que los sueños cumplen una función importante en el desarrollo emocional y cognitivo de los más pequeños.

Además, las investigaciones han demostrado que los niños comienzan a soñar mucho antes de lo que podríamos imaginar. Como decimos, incluso dentro del vientre materno, el feto experimenta sueños. Durante las largas horas que duerme en el útero, gran parte de ese tiempo lo pasa en la fase REM. En este período, el niño está inmerso en un ambiente lleno de sonidos y estímulos sensoriales, como el latido del corazón de la madre o los sonidos amortiguados del mundo exterior. Todo esto contribuye a la creación de sueños tempranos, que, aunque rudimentarios, están profundamente conectados con el entorno sonoro que rodea al bebé.

¿Sueñan los recién nacidos?

Al observar a los recién nacidos, es común notar que a menudo se mueven, sonríen o incluso lloran mientras duermen. Esto ha llevado a muchos a preguntarse si estos gestos están relacionados con los sueños. Aunque no es posible saber con exactitud el contenido de los sueños en esta etapa, los expertos coinciden en que los bebés sí sueñan, y estos movimientos reflejan la agitación que pueden experimentar durante la fase REM. A diferencia de los adultos, los bebés no experimentan la parálisis fisiológica que evita que el cuerpo se mueva durante los sueños, por lo que es normal verlos moverse mientras sueñan.

El hecho de que los niños sueñen desde el nacimiento, y posiblemente antes, sugiere que los sueños tienen un papel importante en el procesamiento de las experiencias diarias, aunque estas sean sensoriales o emocionales. Los recién nacidos están constantemente expuestos a nuevos estímulos, y los sueños pueden ayudarles a procesar y organizar esta información. A medida que crecen, sus sueños también evolucionan, reflejando de manera más clara sus emociones, necesidades y deseos.

La evolución de los sueños en los niños

A partir de los tres años, los niños desarrollan las habilidades cognitivas y lingüísticas necesarias para empezar a describir sus sueños. En esta etapa, aunque los sueños aún no tienen una estructura narrativa clara, suelen consistir en imágenes simples y aisladas. A medida que el niño crece, sus sueños se vuelven más elaborados, con narrativas más complejas y una mayor carga emocional. Por ejemplo, entre los cinco y siete años, los sueños comienzan a tener un contenido afectivo más marcado, lo que refleja el desarrollo emocional del niño.

Entre los ocho y once años, los sueños de los niños alcanzan una complejidad similar a la de los adultos. En esta etapa, son capaces de relatar sus sueños de forma espontánea y detallada, incorporando elementos emocionales y personajes más variados. Estos sueños pueden estar influenciados por las experiencias diarias, como el colegio, las relaciones con amigos o las actividades que realizan. Los sueños se convierten así en una vía para procesar las emociones y los acontecimientos importantes de la vida diaria.

¿Con qué sueñan los niños y cómo podemos ayudarles?

Los padres pueden jugar un papel importante en el proceso de recordar y valorar los sueños de los niños. Desde los tres años, cuando los niños ya son capaces de contar lo que han soñado, es recomendable que los padres les animen a hablar sobre sus sueños. Escucharles sin interpretar ni minimizar lo que cuentan es esencial para que los pequeños aprendan a valorar sus experiencias oníricas. Esta atención también puede ayudar a los niños a procesar mejor las emociones o conflictos que se reflejan en sus sueños, como miedos o ansiedades no resueltas.

Un ambiente tranquilo antes de dormir es fundamental para que los niños puedan tener sueños más placenteros. Crear rutinas relajantes, como contar un cuento o escuchar música suave, puede ayudarles a conciliar el sueño y evitar que las emociones del día interfieran en sus sueños. Si bien las pesadillas son comunes en la infancia y forman parte del desarrollo normal, es importante que los padres se mantengan cerca para calmar a los niños cuando se despiertan asustados.

Pesadillas y terrores nocturnos

Las pesadillas son frecuentes durante la infancia y suelen estar relacionadas con miedos o conflictos no resueltos. Aunque pueden ser perturbadoras, los padres pueden ayudar a sus hijos a enfrentarlas ofreciéndoles consuelo y seguridad. Las pesadillas son una oportunidad para que los niños expresen sus emociones y procesen las experiencias del día a través de imágenes oníricas. Sin embargo, si las pesadillas se vuelven recurrentes o afectan el bienestar emocional del niño, puede ser útil consultar con un especialista.

Por otro lado, los terrores nocturnos son un fenómeno distinto. Aunque pueden ser alarmantes para los padres, no deben confundirse con las pesadillas. Los niños que experimentan terrores nocturnos no recuerdan lo que soñaron, y lo mejor que los padres pueden hacer es no intervenir activamente, permitiendo que el episodio pase sin intentar despertarlos. Los terrores nocturnos suelen desaparecer con la edad y no tienen consecuencias a largo plazo.

En conclusión, los sueños juegan un papel crucial en el desarrollo emocional y cognitivo de los niños. A lo largo de la infancia, los sueños evolucionan, reflejando las crecientes capacidades de los pequeños para procesar y comprender el mundo que les rodea. Aunque los padres no pueden controlar el contenido de los sueños de sus hijos, pueden ofrecerles un entorno seguro y acogedor para que puedan descansar y soñar plácidamente.