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Educación

Padres de alumnos se ven obligados a esconderse en Baleares para denunciar la inmersión lingüística

Deben ocultar su identidad para que sus hijos no sufran el mismo acoso que el niño de Canet

También denuncian el adoctrinamiento en las aulas por el Govern de Armengol y sus socios independentistas

Afirman que el Govern está creando una sociedad cerrada en sí misma en la que el catalán es bueno y el español malo

Los profesores responden a Armengol: «La única herramienta adoctrinadora es la inmersión en catalán»

El Govern balear pide a los padres que respondan junto a sus hijos si se consideran niño, niña u otra cosa

Francina Armengol lleva cerca de siete años sometiendo a Baleares a una inmersión lingüística cuyo único propósito es el adoctrinamiento y la discriminación de los menores castellanoparlantes. El uso del catalán como arma política por parte del Govern ha llegado al punto de intentar eliminar el español. Una situación similar a la que se produce en Cataluña. Mientras, los padres que quieren la libre elección de lengua deben esconderse para que sus hijos no sufran el mismo acoso que el niño de Canet. No tienen nada en contra del catalán, su única exigencia es que la enseñanza también sea en castellano.

En Baleares, Plis Educación es una de las entidades que más lucha contra el adoctrinamiento de Armengol y sus socios independentistas. Su objetivo es que se respete la ley y que, a corto plazo, el 25% de la educación sea en español. Es una reivindicación que tanto la asociación como los padres hacen desde hace tiempo y que se esperaba que se cumpliese en la nueva ley.

«Nosotros vivíamos en el extranjero y cuando volvimos a España, nos fuimos a Ibiza. Era a mitad de curso, así que nos adjudicaron un colegio público para mis hijos. El primer año todo era normal y no había ningún problema con la lengua. Incluso apunté a mi hijo mayor a clases de catalán, porque lo normal cuando llegas a un sitio es integrarte en la cultura. De pronto, al año siguiente todo cambió y el castellano desapareció de las aulas y del colegio», explica Irma Ricciardello.

Este fue el momento en el que empezaron sus problemas. Su hijo, a pesar de que le gustaba el catalán, también quería estudiar español. Así, le pidió a su madre que le siguiese comprando los libros en castellano y lo que sucedió fue que la profesora de matemáticas comenzó a apartarlo. «Me dijo que no le dejaba participar en clase, así que fui al colegio para hablar con ella. Su respuesta fue que lo que ella tenía que evaluar era el catalán, lo que era surrealista. Le respondí que no, que lo que debía evaluar eran los conocimientos de matemáticas». Al final, la profesora siguió en sus trece e Irma tuvo que cambiar a sus hijos a un colegio concertado.

La administración pública no le ofreció ayuda, más bien le puso trabas. La madre cuenta que el colegio incluso ridiculizaba las clases de castellano. Oscar Prats era el profesor, quien sólo hablaba en catalán, se vestía de payaso para impartir la asignatura y se hacía llamar Godofredo. Actualmente es el director del colegio. Los hijos de Irma no son los únicos que han vivido esta realidad. Beatriz -nombre ficticio para proteger su identidad- cuenta que a lo suyos les enseñaban que los defensores del catalán son héroes y los defensores del español son malos.

La madre remarca que con esta política de inmersión y adoctrinamiento, el Govern está intentado crear a sus futuros seguidores en Baleares. Aunque sus hijos son buenos con las lenguas y no tuvieron tantos problemas con el catalán, sí está en contra de este modelo integrista que se vuelve discriminatorio. Lamenta que ya en primaria los niños castellanoparlantes lo pasen mal por la barrera del idioma. «Son potenciales fracasos escolares porque no entienden el catalán y tampoco les dan facilidades. Estos niños sufren y no todos los padres pueden ofrecerles clases de repaso o refuerzo. Es una política clasista que sacrifica a los niños en pro de una lengua». 

Juan -nombre ficticio- critica que incluso en una situación en la que el profesor ve que el menor no entiende la lección por estar en catalán, no hace nada por remediarlo. Además, añade que hay una problemática en lo que a la modalidad se refiere. Y es que lo habitual no es enseñar las formas propias del mallorquín, reconocidas en el diccionario del Institut d’Estudis Catalans, sino las de Barcelona. Experiencia que han vivido tanto él como sus hijos. Remarca que su voluntad es la de aprender el idioma, siempre que no implique mermar el conocimiento de otro.

«Es increíble que en el extranjero sea más fácil estudiar español que aquí. En la mayoría de países europeos se enseña como segunda lengua extranjera, por detrás del inglés, y en EEUU forma parte de los programas educativos. Esto es un problema que no sólo afecta a los niños, sino que llega hasta la universidad y perjudica al futuro de los menores», dice Juan, cuya opinión comparte Mayte -nombre ficticio-. Ella destaca que además tanto los centros como la administración se escudan en que la lengua vehicular debe ser el catalán.

«Sólo pedimos que se reconozca el 25% en español, que no es nada, y que toda comunicación entre el centro y los padres sea bilingüe. Yo no odio el catalán, no quiero que se elimine ni que no se enseñe. Lo único que pido es que se respete el derecho de elegir que mis hijos estudien también español».

Uno de los problemas con los que se encuentran estos padres es el de que cuando matriculan a sus hijos aceptan un proyecto lingüístico que no existe. Le sucedió a Mayte, a Beatriz, a Juan y también a Oliver -nombre ficticio-. Cuando quiso escolarizar a sus hijos quería que le garantizasen que la enseñanza sería bilingüe. En todos los casos le remitían a un proyecto lingüístico que no está por ninguna parte. Él, al igual que los demás, quería que sus niños estudiasen en un colegio público, pero al final tuvo que meterlos en un concertado.

«Pero si quieres asegurarte de que recibirán una educación fuera de la inmersión, la única garantía es un privado. Lo que pasa es que están fuera del alcance de la mayoría. Han creado un sistema clasista que separa por lengua y por poder adquisitivo de los padres. El adoctrinamiento que hay en Baleares es vergonzoso. Están creando una sociedad cerrada en sí misma a la que le dicen que cualquier cosa que no sea catalán es mala».