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‘Cómo cazar a un monstruo’: la docuserie más brutal que se ha hecho en España

Los tres capítulos de esta docuserie producida por Ramón Campos ('El caso Asunta')

Es el último fenómeno televisivo de la temporada y una de las sorpresas más impactantes del año. Cómo cazar a un monstruo es el true crime más brutal que se ha hecho en España y lo es porque se trata de una fórmula novedosa y de una historia tan increíble que sólo puede ser cierta. Un joven youtuber medio famoso, Carles Tamayo, recibe la llamada del antiguo gestor del cine de su pueblo que le pide que haga un documental sobre su vida con el fin de demostrar que ha sido condenado a 23 años de cárcel por abuso a menores de manera, según él, injusta. Lo que el investigador y el espectador van descubriendo en tiempo real es de los documentos más incómodos vistos en nuestro país. Además, la docuserie sirve como feroz crítica a una burocracia kafkiana y a un sistema judicial lento e inútil. Los últimos 20 minutos de metraje se quedarán en nuestras retinas durante mucho, muchísimo tiempo. La serie se presentó en el pasado FesTVal de Vitoria y ya se puede ver en Prime Video.

«¿Cómo sabrás la verdad?»

Lluís Gros es un señor de avanzada edad que había regentado el cine de la localidad catalana de El Masnou. Allí es donde un Carles Tamayo de 16 años que soñaba con ser director de cine graba sus cortos y los proyectaba. Años después Gros es condenado a 23 años de prisión por abusos sexuales a menores. El anciano niega los hechos y llama insistentemente a Tamayo, que ahora es un famoso youtuber que se dedica a realizar true crime, para que haga un documental sobre su historia: «¿Y si lo que descubro resulta que es verdad?» le pregunta el joven a su antiguo conocido. «¿Y cómo sabrás la verdad?», responde el otro mirando a la cámara sin pestañear.

Tamayo, desde el arranque de la docuserie, deja muy claro que no está ahí para romantizar la imagen del agresor. Hay una sentencia firme y eso no se cuestiona. Pero si el chico y sus amigos deciden investigar el caso es porque encuentran una pregunta muy clara: ¿Cómo es posible que este señor que ha sido condenado por delitos tan graves siga libre? Y es a partir de ahí donde se desata la locura, un universo kafkiano en el que la burocracia no es efectiva y en el que las víctimas piden que se les tape la cara mientras que el verdugo no muestras ni un ápice de vergüenza o arrepentimiento.

Durante los primeros pasos del documental, Ramos Campos- dueño de Bambú y uno de los mayores productores de nuestro país, responsable de series como El caso Asunta- contactó con Tamayo y le propuso producir la investigación con vistas a venderlo a alguna plataforma. Fue Alicia Malo, una de las nuevas directivas de Prime Video, la que vio el potencial de lo se estaba creando y no dudó en comprar la docuserie (Atención a esta mujer, que va a revolucionar (para bien) la plataforma de Amazon).

Y así, sin saber qué va a pasar, Tamayo y sus compañeros (parecen una suerte de Los Goonies pero más serios, de ahí que el cartel de la docuserie sea descaradamente ochentero) se acercan a la vida de un ser con un ego inconmensurable al que no le da pudor mostrar cómo sigue teniendo relación con menores y hablares de manera descaradamente sexual.

Monstruos humanos

Es de primero de criminología el rechazar la palabra monstruo en referencia a un criminal. Hacerlo es alejar al villano de nosotros mismos; así nos sentimos éticamente protegidos, pensamos que esos son seres que nada tienen que ver con lo que somos. No es verdad. Humanizar al agresor no es justificar, romantizar o blanquear lo que ha hecho, es entender cómo funciona la mente, por qué los humanos hacemos ciertas cosas y, sobre todo, averiguar cómo evitarlo. Este detalle gramatical es lo único que me puede chirriar de la docuserie que nos ocupa. Un mal menor aunque, aquí, en ningún momento se trata de encender la psicología del personaje. No, lo que Tamayo pretende es reparar el daño, es acercarse a las víctimas y cazar a un individuo extremadamente peligroso mientras que la justicia mira para otro lado.

Lluís Gros, el pedófilo protagonista de ‘Cómo Cazar a un monstruo’.

Carles Tamayo, el hombre tranquilo

De hecho, resulta más misteriosa la personalidad del narrador que la del protagonista de la trama. ¿Cómo pudo Tamayo acercarse a ese individuo y ser espectador de tantas situaciones, como mínimo, inquietantes? «Yo es que no tengo sentimientos», ríe Carles cuando uno de sus compañeros investigadores le pregunta sobre si no está impactado con uno de los descubrimientos que acaban de hacer. Puede que ahí esté la clave que hace que Tamayo sea tan bueno en lo suyo. Él no desiste en ningún momento ni se deja manipular.

Carles Tamayo en ‘Cómo cazar a un monstruo’.

Al principio uno duda si lo que está viendo es la obra de un crío que quiere protagonismo y que no deja hacer el trabajo de la policía pero termina agradeciendo a Tamayo su constancia. Sin él, el pedofílo, aún con una sentencia firme y una orden de búsqueda y captura no hubiese sido cazado. Es aquí cuando el periodismo importa.

Más allá del crimen

Los true crime deberían aspirar a hacer algo más que describir un hecho delictivo con morbo y trucos narrativos. Estos productos han de ser trascendentes más allá de unos hechos concretos. Han de tener un carácter de denuncia, de reflexión social y humana. Cómo cazar a un monstruo, además de ser una historia trepidante, nos abre la ventana a un sistema burocrático en el que estamos indefensos.Una obra cumbre que puede consumirse como cualquier serie de acción pero que también retuerce la idea del juicio social. Estamos acostumbrados a ver a falsos culpables que son lapidados por sus vecinos sin prueba alguna. Aquí, fatídicamente, se habla de lo contrario. Todos lo sabían, había un rumor constante pero nadie decía nada. Mientras, el cazador se pensaba que era el bueno de la película. Aterrador. Para terminar, la pregunta más inquietante para todos los que hayan visto la serie entera: ¿Quién es Christian?