El ‘asesino del destornillador’ de Vallecas: un exhibicionista y maltratador aficionado al esoterismo
De pequeña estatura pero musculado, Gustavo Daniel O., el asesino de Vallecas, era un aficionado a mostrarse desnudo en las redes. Le gustaba presumir en público de su físico, y en privado disfrutaba del consumo de drogas y los rituales esotéricos. También maltrataba presuntamente a su pareja de 54 años, Pedro, al que terminó asesinando el pasado domingo clavándole varios destornilladores.
Gustavo y Pedro mantenían una relación desde hace un lustro, sólo interrumpida por las idas y venidas del primero a su país. Gustavo, un argentino de 34 años, vivía de su trabajo como vigilante de seguridad y relaciones públicas en discotecas y clubs de ambiente gay de Málaga y Madrid. Pedro, mucho más reservado, era el propietario de la vivienda y no hacía pública su ocupación laboral. Gustavo era el integrante simpático de la pareja.
Hace años que ambos convivían en el piso del número 29 de la calle Salvador Martínez Lozano del distrito madrileño de Puente de Vallecas. Una antigua corrala donde los vecinos se sobresaltaban con las broncas de la pareja. De hecho, justo hace un año que Gustavo fue detenido por una patrulla de la Policía Nacional acusado de un delito de violencia doméstica. El motivo fue, presuntamente, agredir violentamente a Pedro en el domicilio que ambos compartían.
Poco más sabían de los dos hombres con los que compartían patio en la corrala. Sólo que la casa siempre tenía las persianas bajadas, sumida en la oscuridad, probablemente para mantener de forma reservada la afición de la pareja por los asuntos esotéricos y religiosos.
El domingo, cuando la Policía llegó a la vivienda en respuesta a las llamadas de los vecinos, se encontró con signos de ambas creencias. Fue Gustavo, el asesino de Vallecas, quien les abrió la puerta, semidesnudo sujetando unas maderas como si fueran una cruz frente a los agentes. Con la otra mano sujetaba una imagen de Jesucristo. A su izquierda, tendido en el suelo, estaba el cuerpo desnudo de su pareja con tres destornilladores clavados en el cuerpo. Dos en el abdomen y el de mayor tamaño clavado en un ojo.
Era evidente que Gustavo se encontraba bajo la influencia de las drogas. En la casa del asesino, en Vallecas, revuelta, los policías hallaron biblias y libros de esoterismo. En el sofá, una cantidad descomunal de sal derramada como en un ritual. Más tarde, ya en comisaría, Gustavo le dijo a los especialistas del grupo V de homicidios que estaba fumando cristal (metanfetamina) cuando Pedro se lo reprochó con fuerza, luego la víctima le propuso mantener sexo para hacer las paces, pero Gustavo se negó y le asesinó. Luego, con el móvil, se grabó en la casa musitando un «lo siento mucho» para terminar la secuencia riéndose. Tuvo tiempo de colgar el vídeo en las redes sociales antes de que llegaran los agentes.
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