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Por qué calcular tu índice de masa corporal no te servirá para adelgazar

  • Diego Buenosvinos
  • Especialista en periodismo de Salud en OKDIARIO; responsable de Comunicación y Prensa en el Colegio de Enfermería de León. Antes, redactor jefe en la Crónica el Mundo de León y colaborador en Onda Cero. Distinguido con la medalla de oro de la Diputación de León por la información y dedicación a la provincia y autor de libros como 'El arte de cuidar'.

La sociedad actual identifica en ocasiones a las personas teniendo en cuenta diferentes patrones físicos, una tendencia peligrosa que en tiempo de calor puede acentuar más el estado psicológico. El peligro de influir lo suficiente como para provocar situaciones de ansia y estrés por estar delgado a toda costa se amplía, al constatar que en periodos cortos de tiempo, esos sacrificios a la hora de comer sano no importa tanto si se consigue adelgazar. Pero aún es peor si creemos que nos aporta algún beneficio controlar constantemente el índice de masa corporal, o IMC.

Esta medida (IMC) es utilizada para determinar si estás dentro de un rango de peso saludable, teniendo en cuenta, entre otros factores, la altura que tengas. En ocasiones, ciertamente ayuda a los profesionales de la medicina a evaluar el riesgo de enfermedades crónicas en los pacientes. Pero ten en cuenta que tu IMC funciona únicamente con el peso y no puede decirte si tienes demasiada grasa, ya que no puede diferenciar entre el exceso de grasa, músculo o hueso.

Es cierto que el sobrepeso puede causar la elevación de la concentración de colesterol total y de la presión arterial, y aumentar el riesgo de sufrir la enfermedad arterial coronaria. La obesidad aumenta las probabilidades de que se presenten otros factores de riesgo cardiovascular, en especial, presión arterial alta, colesterol elevado y diabetes. Pero todo ello, debe ser evaluado siempre por un médico y no por los datos que nos ofrezca el índice de masa corporal.

La IMC se calcula dividiendo los kilogramos de peso por el cuadrado de la estatura en metros (IMC = peso (kg)/ [estatura (m)].  Pero la difusión de estos parámetros y no ser estudiados por profesionales está ocasionando que muchas personas no se encuentran satisfechos con su imagen corporal debido a los cánones de belleza instaurados en la sociedad actual.

En el marco de la llegada del verano y la operación bikini, los expertos del Instituto Médico Europeo de la Obesidad (IMEO) aconsejan «huir de las dietas milagro» y abogan por «cambiar de enfoque», centrando los esfuerzos en mejorar la eficacia metabólica.

«Mejorar la eficacia metabólica en un proceso de adelgazamiento es clave para favorecer el uso de grasa como fuente de energía y mantener o mejorar la masa muscular durante el proceso», ha explicado el experto en dietética y portavoz del Instituto sobre el índice de masa corporal, Rubén Bravo.

A su juicio, una dieta personalizada, que no suponga mucho esfuerzo, combinada con un entrenamiento basado en mejorar la calidad muscular, son «claves» para conseguir que el metabolismo sea más eficaz y evitar un efecto rebote posterior.

Dietas milagro

Seguir dietas muy restrictivas hace que el cuerpo sufra una importante deficiencia en el aporte energético y de nutrientes que lleva, entre otras consecuencias, a una pérdida importante de masa muscular.

«Debido a que el músculo es el tejido corporal que más gasto calórico genera, si lo reducimos de manera brusca, tanto nuestro gasto metabólico total como el gasto metabólico en reposo se verán muy mermados, por lo que cada vez necesitaremos comer menos para lograr bajar de peso o mantenernos», ha explicado por su parte la nutricionista clínica del IMEO, Carmen Escalada.

Cuando el cuerpo detecta que está recibiendo menos energía de la que necesita, entra en «modo ahorro» para sobrevivir. Esto hace que se produzcan en menor cantidad aquellas hormonas que aceleran el metabolismo y aumenten aquellas que estimulan la señal de hambre. «En estas circunstancias es comprensible que cada vez nos cueste más seguir el régimen y nos apetezcan alimentos hipercalóricos y dulces», señalan desde IMEO.

Las dietas que favorecen el efecto rebote son aquellas en las que hay una reducción drástica tanto del aporte energético como de macro y micronutrientes. Aquí entrarían los planes de menos de 1.500 calorías al día, las que recurren a sustitutivos de comidas y las monodietas que eliminan una gran variedad de alimentos.

Además de generar una importante pérdida de masa muscular, son incompatibles con la vida social y no generan unos hábitos saludables que se puedan mantener a largo plazo. Suelen derivar en ansiedad e ingestas muy calóricas, ricas en grasas y azúcares, que hacen que se recupere rápidamente el peso perdido o, incluso, se gane más.

En estos casos es frecuente que se abandone la dieta antes de tiempo, cuando la persona que las sigue observa que al salirse del plan lo más mínimo aumenta de peso.

Se estima que cada persona tiene varios pesos de referencia, determinados por el material genético y factores ambientales, a los que siempre tenderá a volver. Por ello, tras acabar una dieta milagro que ha ralentizado el metabolismo, con el mínimo aumento del aporte calórico, el cuerpo acumulará rápidamente grasa para volver a ese peso de referencia.

Por ello, los expertos del IMEO aconsejan prestar especial atención a las señales que indican un estancando en la pérdida de peso. El primer síntoma sería que, comiendo lo mismo, cuesta bajar de peso. Además de sentir hambre, a nivel físico y emocional, que hará desear con cada vez más ímpetu alimentos ricos en grasas y azúcares.

El ánimo decae, se comienza a sentir ansiedad e irritación y, cada vez más cansados y sin fuerza. «Para que esto no nos ocurra, lo primero que tenemos que hacer es acudir a un profesional que valore nuestro caso y necesidades y que nos dé una pauta personalizada que nos permita alcanzar los objetivos de manera saludable», recalca Escalada.

Fortalecer la musculación

En el diagnóstico de la obesidad, la eficacia metabólica es clave. Es un marcador muy claro en el proceso de pérdida de peso que mejora o empeora en función de los niveles de grasa y la masa muscular. En general, pacientes con obesidad severa o mórbida, y con niveles adecuados de masa muscular, presentan tasas de eficacia metabólica bajas debido a su genética de obesidad.

«Este parámetro se puede medir mediante una báscula inteligente que usa bioimpedancia eléctrica para desgranar al detalle la composición corporal del paciente, indicando los porcentajes de agua y grasa (incluyendo la visceral), la masa muscular y ósea o la tasa metabólica basal que nos indica la cantidad de kilocalorías diarias necesarias para mantener funcionando el cuerpo», explica la experta en nutrición y dietética Andrea Marqués.

La tasa metabólica está influenciada por la genética, pero también por el ambiente. Un entorno obesogénico sería aquel que esté marcado por hábitos sedentarios y un consumo elevado de alimentos procesados calóricos y grasos. «Todo esto contribuirá al desequilibro de la composición corporal, con prevalencia de parámetros de grasa sobre masa libre de grasa, ralentizando aún más el metabolismo», señala Marqués.

Cuando se tiene una eficacia metabólica baja, es difícil para el organismo utilizar la grasa como fuente de energía y recurre solo a vías rápidas, como son la glucosa inmediata sanguínea o el glucógeno hepático y muscular.

Para ello, es preciso equilibrar la alimentación en cuanto al consumo de proteínas y grasas saludables, procurando que no haya exceso de carbohidratos de alto índice glucémico. Los niveles de insulina en sangre deben estar estables para que el cuerpo sea capaz de orientarse hacia el metabolismo de las grasas.

De forma paralela, habría que estimular el metabolismo muscular con ejercicios de fuerza. «Podemos incrementar la quema de grasa, si terminamos la sesión con ejercicios aeróbicos. Si solo tenemos una hora para entrenar, podemos dedicar 45 minutos para hacer pesas, dedicando el cuarto de hora restante para trotar, correr o pedalear en bicicleta», añade.