Tourists go home, carteristas welcome
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En el barcelonés barrio de Gracia, que esta semana está en fiestas, hay una pintada que resume los siete años de mandato de Ada Colau: «Tourists go home, carteristas wellcome». Para los comunes, que es lo mismo que decir Podemos, la clave de su acción política consiste en empobrecer a la sociedad para controlarla desde las instituciones. Para eso, nada mejor que acabar con la actividad económica y, al mismo tiempo, promover el desorden social. Generar temor entre los ciudadanos de un país arruinado e inseguro, para acabar con cualquier disidencia. El sueño de Pablo Iglesias, Yolanda Díaz, Jaume Asens o Ione Belarra.
El tourists go home ha sido el programa político de Colau durante todo su mandato, ya que se ha dedicado a criminalizar al turismo –una de las principales fuentes de riqueza de la ciudad– poniendo todas las trabas posibles a este sector para promover el decrecimiento económico de Barcelona. Los hoteles, los restaurantes, el ocio nocturno y los comercios orientados a los turistas han sido masacrados no solo por la pandemia, sino por siete años de persecución política por parte de los comunes. No solo eso, recordemos como Janet Sanz, la número 2 de la formación de Colau en el consistorio, propuso aprovechar la crisis del Covid-19 para cerrar todas las fábricas de automóviles y reconvertir a los trabajadores a la economía verde o, lo que es lo mismo, al paro.
El carteristas welcome es la segunda pata de la acción política de Colau. Su partido llegó al poder en Barcelona atacando y cuestionando la acción de la policía y de los jueces, dos instituciones plenamente democráticas en nuestro país. Nada más llegar a la alcaldía comenzó a predicar la necesidad de «desobedecer» aquellas leyes que ella y los suyos consideraran «injustas». Lamentablemente, su «desobediencia» es selectiva y no implicaba permitir que los barceloneses no pagaran los impuestos municipales. Así que la «desobediencia» fiscal con el ayuntamiento conlleva que te embarguen hasta el bidé. Hay muchos comunes enchufados con sueldos de cincuenta mil euros para arriba por pagar.
Esta gestión chorizos-friendly de Colau le llevó a atacar, privar de medios y desautorizar continuamente a la Guardia Urbana. Así, los manteros se han dedicado, año tras año, a encararse y golpear a la policía local sabedores que la alcaldesa no apoya políticamente a los agentes. Y los ladrones roban cómo, cuándo y lo que quieren, conocedores de la poca estima del consistorio por las políticas de seguridad. Sebastian Vettel ha de perseguir a los que le han quitado su mochila en patinete por media ciudad, al tenista Marcel Granollers le sustrajeron a plena luz del día un reloj de veinte mil euros, y las agresiones sexuales y atracos violentos a turistas son cada día más numerosos.
¿Puede Colau seguir como alcaldesa? Es posible. Los socialistas, que son sus cómplices porque están gobernando con ella, tienen difícil aprovechar el más que evidente desgaste de los comunes con un candidato como Jaume Collboni, que ha sido su primer teniente de alcalde. Deberían escoger a un alcaldable que pueda vender que no ha sido cómplice de Colau, aunque es muy difícil que este argumento cale. El consistorio va a estar muy fragmentando, ya que el pleno podría estar formado por PSC, ERC, Comunes, Junts, PP, Vox, Cs, Valents y la CUP. A la espera de que no aparezcan candidaturas unipersonales al estilo de la que propugna el ex presidente del Barça Sandro Rosell. En un panorama así, y con tantos vetos cruzados entre unos y otros, podría ocurrir que Colau, que ahora mismo gobierna sin ser la fuerza más votada, repitiera. Sería un desastre para Barcelona, pero no olvidemos que los tres últimos presidentes de la Generalitat han sido Carles Puigdemont, Quim Torra y Pere Aragonès. Colau no desentona en una política catalana absolutamente enloquecida.
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