Son las cinco… y no he comido
Maxim Huerta contó que, cuando dimitió como ministro, lo único que le preocupó a Pedro Sánchez fue cómo le vería a él la historia en el futuro. ¿Qué dirá de mí la historia?, preguntó retóricamente el presidente del Gobierno. Es cierto que, tal y como Sánchez le dijo a su exministro, la historia no ha sido generosa con los presidentes del Gobierno de esta etapa democrática, con la única excepción de Adolfo Suarez. A Felipe González se le recuerda por la corrupción y por los GAL; a Aznar por la foto de las Azores y sus cesiones al independentismo; a Zapatero por su vergonzosa reacción ante los atentados del 11-M, sus cesiones ante ETA y su frentismo guerracivilista; a Rajoy por incumplir sus promesas electorales y su nefasta gestión del golpe de Estado independentista; y Pedro Sánchez será recordado, entre muchas cosas peores, también por sus frases.
«Son las cinco… y no he comido» es sólo el último ejemplo. Sánchez había citado a los medios de comunicación a una comparecencia que retrasó durante más de cuatro horas sin dar ninguna explicación. En ella se iba a justificar lo decidido en la reunión de la Comisión Ejecutiva Federal del PSOE convocada tras la dimisión de su secretario de organización, Santos Cerdán, implicado por la UCO de la Guardia Civil en la trama de corrupción del PSOE. Durante la mañana, el PSOE había ido filtrando a la prensa todas sus decisiones, incluidos los nombres de las cuatro personas que integran el equipo que asume de forma provisional las funciones de la secretaría de Organización. Todos los periodistas llevaban desde la una de la tarde esperando las declaraciones de un presidente del Gobierno que se puso delante de ellos para presumir de su gestión, atacar a la oposición y quejarse de que todavía no había comido.
Esta frase gloriosa nos recuerda irremediablemente a otra que pronunció hace apenas seis meses, en la rueda de prensa que dio tras el Consejo de Ministros que celebró después de salir corriendo de Paiporta. Cientos de personas recibieron con insultos y lanzamiento de barro a los Reyes, a Sánchez y a Mazón, en su visita el epicentro de la DANA. Todos aguantaron estoicamente a las víctimas que se sintieron completamente abandonadas por las autoridades durante tantos días, excepto Pedro Sánchez, que en cuanto lo mancharon de barro salió corriendo ganándose el apelativo de «el galgo de Paiporta». Con 236 víctimas mortales, hospitales colapsados por miles de heridos graves, miles de coches, casas y edificios destrozados y familias que lo habían perdido todo, Pedro Sánchez anunció a los periodistas que «yo estoy bien», tratando de convertirse en la víctima de tanta desgracia.
Tres días antes de esta rueda de prensa, Pedro Sánchez compareció ante los medios de comunicación para hacer una declaración institucional sobre la catástrofe de la DANA en la que soltó otra de las frases por las que también pasará a la historia: «Si quieren ayuda, que la pidan». El presidente del Gobierno dejaba así toda la responsabilidad de la gestión de la emergencia en manos de las autoridades valencianas y él, simplemente, se ponía a disposición de Carlos Mazón y la Generalidad por si les hacía falta alguna cosilla.
Pero hay muchas más frases por las que Pedro Sánchez pasará a la historia. Todos le recordamos diciendo que «no dormiría tranquilo por las noches si fuera presidente con ministros de Podemos» justo antes de hacer a Pablo Iglesias vicepresidente de su Gobierno. O cuando dijo que «yo me comprometo a traer a Puigdemont de vuelta a España para que rinda cuentas ante la justicia» y luego indultó a los ya condenados y posteriormente los amnistió a todos. Pero si yo tuviera que elegir sólo una frase como epitafio político de Pedro Sánchez, para ponerla debajo de su fotografía en la Wikipedia, sin duda sería «con Bildu no vamos a pactar, si quieres lo digo 20 veces», antes de entregarles Navarra a cambio de que le hayan dejado a él ser presidente.
La historia recordará a Pedro Sánchez sólo durante esta generación, luego será olvidado porque el daño que ha hecho no amerita ni siquiera para pasar a los libros. Será retratado como lo que es, un personaje ambicioso, sin escrúpulos, muy pagado de sí mismo; arrogante y vanidoso; que se cree muy superior a todos los que le rodean. Carente de empatía, en continua búsqueda del aplauso. Extremadamente narcisista. Sin remordimientos ni sentimientos de culpa. Manipulador, embustero, sin vergüenza y capaz de todo para satisfacer sus ansias de relumbrón. Durante un puñado de años recordaremos a Pedro Sánchez como ese personaje ridículo que sólo se preocupaba por cómo pasaría a la historia, mientras la corrupción le enfangaba; y como las pesadillas, enseguida lo olvidaremos.
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