A Sánchez le aterra la verdad
La reacción lógica frente a las locuras que diariamente hace Sánchez – apoyadas por serviles ministros de baja estofa y aplaudidas por sus socios del procés- sería declarar La Moncloa zona de alto riesgo. Allí se congregan zombis proetarras, testaferros de Maduro, espías de Ghali, cafres de Podemos, golpistas catalanes y demás mercachifles que acceden a palacio para sacar tajada de muy turbios asuntos. ¿Sus propósitos políticos…? Los mismos que los de Sánchez: acabar con España, la Constitución y el Rey. Por eso son bienvenidos a palacio, hoy reconvertido en la casa de los horrores de una feria cualquiera.
A Sánchez le aterra la verdad, de ahí que se prodigue en juramentos que nunca cumple. Supongo que sólo fue sincero cuando le declaró su amor a Begoña. Desde entonces, no ha vuelto a decir otra verdad porque miente más que habla. Según todas las últimas encuestas ha perdido la poca credibilidad que, quizá, tuviera alguna vez. La gente ya no le cree… Que los sondeos le coloquen donde se apilan los vencidos, lo dice todo. Ahora anda atareado en recomponer, con una propaganda ostentosa y peripatética, la imagen propia. Sus continuos fracasos en pandemia, la rifa de vacunas, el desastre económico, el paro galopante y el lío en el que nos ha metido, por creerse más que Mohamed, resumen su ineptitud y la de un Gobierno de papanatas.
Si no bastasen los conflictos que causa este hombre-orquesta, va y, como intrépido titiritero que es, se saca de la manga los indultos. ¿Estamos en manos de un profano que no razona, o dependemos de un déspota que está zumbado? Todos los caminos conducen a Roma. Al ser de ideas fijas, obsesivas y absurdas, saca a la palestra, cada vez que quiere tapar sus disparates, las paranoias que le han hecho famoso. Y arremete contra Ayuso y Madrid, enemigos de lujo a los que tiene inquina y que le traen a mal traer. Evidentemente, siempre hace el canelo, que Ayuso es mucha Ayuso y Madrid mucho Madrid.
En llegando otoño, tras soportar crisis tras crisis, algún manicomio bienaventurado recibirá, con los brazos abiertos, a un gran perdedor. Lo cierto es que está más tocado que las maracas de Machín. Tal vez viaje a Cuba, la tierra de los boleros. Allá, en Cuba, lejos de España, podrá ventilar las paranoias y hallará la felicidad perdida.
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