El regalo envenenado de Pedro Sánchez al Rey
Un diplomático español de los de antes, es decir, con agallas, reveló no hace mucho: «En Bruselas van a alucinar si Puigdemont acaba siendo el pilar del presidente de turno de Europa». Sabido es que Sánchez goza de mala fama en la UE, pero Puchi le supera con creces. Allí nadie le considera un represaliado del Estado español (según afirma ser el fariseo catalán), pues lo ven como es en realidad: un delincuente ramplón y otro rabioso golpista, el prófugo más buscado por la Justicia. El de Moncloa y el de Waterloo podrían conchabarse y urdir canalladas similares para descuartizar nuestra nación, pues ambos son especialistas en traiciones y derribos. De ahí que un acre olor a rejas acompañe sus sueños.
¡En qué timba ruinosa se ha metido el truhán para jugarse (con dados marcados) la gobernabilidad de España o la independencia de esos catalufos asilvestrados y lo que echen sobre el tapete! Se juegan la nación porque a ninguno de los dos le importa nada. Puchi escupe a Sánchez por usar feos trucos del «filibusterismo parlamentario», como si él no fuera otro pirata, en búsqueda y captura. En lo único en que están de acuerdo es que España les importa una higa.
Basta revisar sus hechos para comprobarlo. O leer a Fernando Savater, uno de los intelectuales más fiables y lúcidos que quedan, que ha escrito en su columna de El País, a contracorriente de la línea del periódico, un artículo titulado: «Majestad, tiene que mojarse», que incluyo por interés general y dice: «Sánchez ha perdido las elecciones: por mucho que salte y vocifere, no está vivo, sino mal enterrado». No es el único que lo piensa. «Sánchez ha perdido las elecciones (generales, autonómicas y municipales), es un cadáver político, aunque sea un cadáver engañoso/temerario/muy osado y falsamente alegre, que se resiste a estar muerto; el Rey no puede encargarle formar Gobierno. Sería un contrasentido. Estamos ante una grave crisis política en la que lo que ha caducado y quien ha perdido no está dispuesto a hacerse a un lado y lo nuevo, quien ha ganado, carece del empuje necesario para abrirse paso.
El bloqueo, pues, está servido, para más escarnio, en plena Presidencia española de la Unión Europea. Y lo más escandaloso es que asistimos a una obscena búsqueda de votos, a cualquier precio, por parte del perdedor de las elecciones, para evitar su propio funeral. Esta extraña circunstancia pone a prueba el reinado de Felipe VI. Ha llegado el momento de la verdad. Tendrá que demostrar su capacidad de arbitraje, con el riesgo, haga lo que haga, de que media España sufra una fuerte decepción y se vuelva contra la Corona. La gran pregunta que muchos nos hacemos en estos momentos tan críticos es: ¿Puede encargar la formación de Gobierno a un político que ha perdido las elecciones y que se presenta en La Zarzuela con el aval de un fugado de la Justicia, que dio un golpe contra el orden constitucional, y con el voto de una serie de formaciones cuya única razón de ser consiste estrictamente en acabar con la unidad de España y la Constitución, empezando por la Monarquía? Está claro que Sánchez, con su intento de crear un frankenstein aún mayor que el que padecemos, va a colocar al Jefe del Estado ante una compleja encrucijada. Todo un regalo envenenado.
P.D. Gracias Fernando, por tu clarividencia. Tu amigo, que lo es, Jimmy.
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