La reconciliación entre Alemania y Rusia
Este verano ha dejado bien claro que la disuasión militar ha dado paso a la disuasión económica para quedarse. Las sanciones económicas han sido un elemento común de la política exterior de EE. UU. y de la UE durante décadas, pero nunca han disfrutado de tanta popularidad como ocurre hoy en día. Ante cualquier problema exterior, como por ejemplo la actitud belicista de Corea del Norte, la detención de un religioso en Turquía, las aspiraciones nucleares de Irán, la anexión de Crimea por Rusia, la brutalidad del Estado Islámico, el gobierno de EE. UU. junto a con la UE han dado como respuesta algún tipo de sanción.
Sin embargo, tras el desencuentro entre EE. UU. y la UE a causa de la política a seguir con Irán, ya no se observa el mismo alineamiento entre ambos actores.
Los últimos ejemplos lo hemos encontrado con la política estadounidense seguida en Turquía o Rusia y que no ha encontrado el mismo eco por parte de los gobiernos comunitarios. Las declaraciones y gestos del presidente Trump en contra de la UE, considerándola de forma inaudita como “enemigo” de la primera potencia, está provocando un realineamiento de las relaciones de los aliados.
A la Casa Blanca parece no importarle en exceso la pérdida de viejos amigos y romper en cualquier momento la unidad dentro de la OTAN, mientras Moscú observa como no necesita interferir en otros escenarios para que sus miembros agranden sus divisiones.
Este pasado fin de semana, la presidenta de Alemania, Angela Merkel, y el presidente de Rusia, Vladimir Putin, mantuvieron un encuentro que no escenificó ningún desencuentro, algo que hasta la fecha había sido la tónica habitual. Pienso que hay un motivo fundamental para ello. El presidente ruso da por descontada nuevas sanciones provenientes de EE. UU. a pesar de aparentar buena sintonía personal con su homónimo en la Casa Blanca. Por ello, Rusia considera a la UE un actor con el que la reconciliación podría ser más rápida y factible que con EE. UU.
Hay un asunto en el que tanto los dirigentes rusos como alemanes están de acuerdo. Se trata de la construcción del Nord Stream 2 que provea a la industria alemana de los hidrocarburos rusos tan necesarios para mantener un crecimiento sostenido. EE. UU. quiere impedir a toda costa y con todos los medios dicha infraestructura y, de hecho, es uno de los temas que tanto irritan a Trump en sus relaciones con Alemania.
Pero Putin sabe que esa es su “as en la manga” para alcanzar otros acuerdos con Alemania en otros asuntos como Ucrania o Siria. En el caso ucraniano, el gobierno ruso desea que las sanciones sean levantadas por parte de los gobiernos comunitarios. Sin embargo, llegar a esa situación supondría que se cumplieran uno a uno los acuerdos alcanzados en Minsk entre las partes implicadas.
Alemania parece ahora dispuesta a que, si Rusia propicia un acuerdo en el Consejo de Seguridad de la ONU que permita una misión de paz internacional en territorio ucraniano que dote de estabilidad al alto el fuego entre los bandos, las sanciones a Rusia desde Bruselas podrían empezar a levantarse.
Putin y Merkel necesitan la reconciliación entre ambos países porque redundaría en sus niveles de apoyo popular tan menguados últimamente. Por un lado, el Nord Stream 2 es una infraestructura no sólo vital para el porvenir de Alemania, sino que tiene un gran apoyo popular. Y, por otro lado, las encuestas de apoyo a Putin demuestran un cansancio de la ciudadanía con la política doméstica.
Creo firmemente en esa reconciliación ruso-alemana, pero el gran mérito no será de Merkel o Putin, sino de Trump por haber creado por activa y pasiva todos los condicionantes precisos para llegar a ella.
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