Rafael Perera, la cara amable del Derecho
Hoy es un día triste para los juristas de Baleares. Me acabo de enterar del fallecimiento del maestro Rafael Perera, una persona querida y respetada mucho más allá de los límites del mundo jurídico. Un verdadero caballero de la vida y el Derecho.
Rafael, viejo amigo de mi familia, ha representado la quintaesencia del jurista completo. Discreto, educadísimo, estudioso y eficaz, siempre supo unir a su legendaria competencia profesional una amabilidad exquisita y un trato empático con cualquiera que se le acercara a pedirle consejo. Incluso con jóvenes juristas que nos acercábamos a su ciencia y su paciencia estando a años luz de sus reconocidas cualidades jurídicas.
Ávido y curioso lector, persona interesada por todos los temas, fueron legendarios aquellos tarjetones que enviaba por correo postal cuando le había gustado alguna publicación, ya tratara algún tema jurídico u otras cuestiones de actualidad. La evolución de los tiempos le hizo sustituir las míticas tarjetas manuscritas por modernos correos electrónicos, pero no fallaba jamás cuando el asunto llamaba su atención.
De su trayectoria profesional poco podemos descubrir, salvo algún secretillo que contaba a veces en petit comité, como que había empezado especializándose en Derecho Civil (comenzó a preparar oposiciones a notarías), para acabar dedicándose a la gran tarea de su vida, ser uno de los abogados penalistas más reconocidos de Baleares.
Letrado en ejercicio reconocido por una ejecutoria impecable (aún estaba en activo, con la ayuda de sus hijos Salvador y Carmen), magistrado de la Sala de lo Civil y Penal de TSJB, presidente del Consell Consultiu, colaborador técnico en variadas reformas legislativas, presidente de la Real Academia de Jurisprudencia y Legislación de Baleares, Premio a la Ética Jurídica Degà Guiem Frontera y, sobre todo, excelente abogado penalista, profesión a la que siempre volvía tras jubilarse de sus empleos anteriores.
Le tocó defender en su larga trayectoria profesional hasta a dos ex presidentes del Govern balear. Mítica fue su imagen, que todos recordamos, presenciando el registro del palacete de Jaume Matas en la calle Sant Feliu de Palma realizado por el juez José Castro un día de Nochebuena.
En el delicado mundo del Derecho Penal, donde los profesionales deben atender día a día a clientes que arrastran importantes preocupaciones personales, Rafael Perera supo siempre combinar dos cualidades envidiables, que pocas veces se encuentran unidas en la misma persona: una disponibilidad y trato humano impecables, poniéndose siempre en la piel del cliente que sufría, y una acreditada competencia profesional, que le hizo ser venerado por todos los profesionales del Derecho.
Descansa en paz, querido amigo. Sé que seguirás leyéndonos y estudiando allá donde estés. Y un abrazo enorme de cariño y admiración a tu familia.
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