¡Que vienen los fachas!
La campaña electoral ha empezado. ¿Cuál? La de la izquierda, claro. Las mesnadas movilizadas, ora ninis gritando en universidades, ora ninis parlamentando en los medios, pretextan que la derecha tiene un problema con la democracia y que el PP, por supuesto Vox, y hasta Ciudadanos, están fuera de la Constitución, adelantando lo que va a ser un año tenso, largo y con la única certeza de que la izquierda dejará de gobernar y se resistirá a ello. Por lo civil Complutense o por lo criminal sí es sí.
Ya están cambiando el relato, de hecho. Y hasta Sánchez ha iniciado un leve giro de discurso y tono, regresando a aquel que se autosusurraba moderación mientras fue expulsado de su propio partido por intentar la mitad de lo que ahora como presidente ha consentido y liderado. Vuelve la España negra, gritarán los muyahidines de Ferraz, porque una parte -mayoritaria- de esa España, se niega a aceptar que su nación acabe como un conglomerado de taifas corruptas y ecofriendlis.
En el nuevo marco conceptual, nada de lo que hace el socialismo que gobierna y que dirige la España escracheada es anticonstitucional, aunque se cisquen en la Constitución todos los días. Si han creado una ley que suelta violadores a la calle y siguen muriendo mujeres (más que nunca) bajo su gobierno feminista, entonces se subraya urbi et orbe que nadie ha hecho más por las mujeres que el social comunismo. Si somos el único país de toda la Unión Europea que no ha recuperado los índices económicos previos a la pandemia, el agitprop de Moncloa telefonea a sus satélites mediáticos para que digan que los precios bajan, los salarios suben y todos salimos más contentos y fuertes a la calle. La propaganda es el otro nervio de la guerra, dejó dicho Napoleón. La izquierda, que no ha leído a Napoleón, sí sabe de propaganda y de estrategia en ventilar realidades paralelas y relatos proyectados. Lleva más de un siglo haciéndolo.
El feminismo del que presumen ha vuelto a encasquillarse en esa realidad sociológica que ni con gurús de halterofilia pueden controlar. Las imágenes de los cachorros de Lenin insultando, acosando, agrediendo y menospreciando a una mujer retratan la podredumbre moral de un sistema viciado que sólo remontará cuando se derogue y derribe todo lo construido. Y eso no se consigue con una simple alternancia política.
Ramón y Cajal afirmó que «en un Estado democrático todas las libertades son sagradas menos una: la negación de libertad». Ampliaba su reflexión con la sentencia que aún hoy, sigue definiendo España: «Todos los derechos son legítimos menos la deformación mental de los futuros ciudadanos». Lo sucedido en la Complutense verifica esos asertos y una verdad que nadie quiere abordar: la Educación está en estado cochambroso, calamitoso, destrozada por unos burócratas a los que conviene la docilidad manifiesta de unos y el arrebato barriobajero de otros, que usan las aulas y dependencias universitarias de las facultades como hacen la mafia y los narcos: este es mi territorio y aquí no entra nadie. Claro que, cuando ven a su referente alcanzando vicepresidencias y llevándoselo calentito en programas sin público today, ya saben por qué aro hay que pasar para vivir de la ubre estatal. El catálogo de méritos es el siguiente: insultar a Ayuso, gritar facha tres o cuatro veces al día, una manifa trimestral con pancarta mal escrita y decir «vale» siete veces cuando una cámara te enfoque y articules un discurso para el pueblo. Elisa, la nini pija que fue a colegio privado y ahora, como tantos otros, juega a revolucionaria y heroína de la clase obrera, acabará como esa cortesana de la que Erasmo renegaba por sumisa, servil y abyecta. En la universidad española hace mucho tiempo que lo de menos son los planes de estudios ni las cátedras de pensamiento, salvo la de Begoña, que tiene cátedra sin pensar.
La izquierda es una prescriptora de apetencias. Y ahora busca saciar el apetito del militante acomodado con un poquito de subvención ideológica y corneta callejera, aunque, a diferencia del pasado, la calle ya no es de una sola dirección y hay más inquilinos que la reclaman para sí: para empezar, los de esa España que cuando la pisan, no destrozan lo que no es suyo ni queman lo que es de todos. Uno diría que eso es lo cívico y que la civilización empieza por ahí. Para la activada propaganda del zurderío, si no quemas contenedores ni destrozas escaparates, no eres un buen demócrata. Bienvenidos los fachas.
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