Que Europa nos asista
Una brizna de optimismo cruzaba el miércoles los rictus de los eurodiputados populares, también de los de Vox (Ciudadanos, penosamente, es una fuerza marginal), tras el fin del Pleno convocado en Estrasburgo para debatir algo que nos debería abochornar a todos los españoles. Nada menos que esto: la «Amenaza al Estado de Derecho como consecuencia del acuerdo gubernamental en España». O sea, una denominación que podría ser perfectamente adecuada para un estado soviético como Bielorrusia, ¡qué decir de Putin! Una auténtica vergüenza para nuestro país provocada por un solo culpable. Pedro Sánchez Pérez-Castejón. Dicho lo anterior, se ha constatado esa «brizna de optimismo» en todos los europarlamentarios no socialistas a cuenta de dos constancias. La primera, desde luego, la intervención del comisario de Justicia, Reynders, que en opinión generalizada se «mojó» más de lo que se esperaba de él, lo que se ha interpretado en Bruselas, según opiniones que han llegado a este cronista, como que ha contado con el visto bueno inicial de la todopoderosa Ursula von der Leyen porque, como afirma un representante popular español: «Reynders no toma una posición tan nítida como la que expresó al sin que al menos lo sepa su jefa».
La segunda constancia es que al propio tiempo de la celebración del Pleno se conocía en los círculos más informados de Estrasburgo la reciente encuesta realizada seis meses antes de que se cumplimenten las próximas elecciones de la Unión en junio del 2024. Este sondeo revela -me aclaran- que el Partido Popular Europeo, pese a sucesivas crisis nacionales, conserva una mayoría clara sobre su oponente socialista que, por lo demás, no deja de bajar en las muestras. Ya se ve que el llamado «Efecto Sánchez», del que tanto se han vanagloriado sus cómplices en España, no se ha percibido por ninguna parte desde que el español es presidente de sus correligionarios continentales. Nada de nada, si acaso un evidente resultado descendente. Y por cierto, ese sondeo que suele basarse en los votos de cada país y que cuenta con el refrendo de importantes fundaciones como la Konrad Adenauer de Alemania, significa en su última entrega que la ultraderecha crece y crece, quizá muy aupada por la AfD, Alternativa por Alemania y se supone que a partir de ahora también por el triunfo en los Países Bajos del ultra sin disimulo alguno Geert Wilders. Este adelanto demoscópico no es verdaderamente tranquilizador.
Las mismas fuentes que nos ofrecen esta previsora encuesta se atreven a realizar un recuento porcentual, arriesgado pero plausible, sobre quién pudo llevarse el gato al agua el miércoles en el agitado Parlamento de Estrasburgo. Y bien, la estimación es ésta: 60 por ciento para los críticos o, mejor dicho, opositores a la amnistía del independentista Pedro Sánchez, y un 40 por ciento para sus cínicos defensores que, como la portavoz socialista Irache Garcia, seguro que pasaron el peor trago de su vida parlamentaria intentado hacer creíble una postura que hace sólo tres meses les había parecido abiertamente contraria a la Constitución. Estos pobres diablos, convertidos en flautistas de Pedrín, se han dado cuenta ya de que Europa, o sea, la Comisión, el Gobierno de la Unión, no va a pasar porque, según lo pactado con los secesionistas, se amnistíen los delitos de malversación perpetrados por forajidos como Puigdemont, Junqueras y demás cuadrilla. Esta Comisión, o la que se forme a partir de los comicios de junio, tampoco va a aceptar en modo alguno que un Parlamento -en este caso las Cortes Españolas- se conviertan en rectificadoras de sentencias judiciales, en un proceso que conduce irremediablemente a la preeminencia del Legislativo y el Ejecutivo sobre el Judicial. Por más que el ufano Bolaños (¡hay que ver cómo apunta y a quiénes con su dedo índice!) acuda a Bruselas a vender su averiada mercancía, en la capital de Europa no se la van a comprar. Los antecedentes de Hungría y Polonia, asimismo de Rumanía, ya indican por dónde van a soplar los aires españoles.
Con todo esto se alimenta la «brizna de optimismo» que recoge la oposición española. El Partido Popular no está para descansar. Ahora mismo analiza varias iniciativas para construir un lobby serio en la capital comunitaria contra las fechorías y desvaríos de Sánchez. Una de ellas, ya avanzada, es ofrecer apoyo a los convocantes de la grandiosa manifestación de Madrid para que en la propia Bruselas denuncien la destrucción que está realizando Sánchez del orden constitucional. El renovado presidente con los votos de toda la escoria política del país, viajará a Bruselas en la segunda decena de diciembre para presentar a Europa el milagro de su inexistente Presidencia Europea que culmina el 31 de diciembre. No es fácil recordar en toda la historia, ya antigua, de todos los semestres por turno, un balance más vacío y baldío como el que ha dirigido Sánchez. Díganme ustedes si, aparte del sarao granadino, indispensable flamenco incluido, el Gobierno «progresista de coalición» (¡vaya coña!) puede exhibir algún triunfo, alguna iniciativa notable que pueda resultar útil para el funcionamiento de la Unión Europea. Ni uno.
La brizna, por ahora, es únicamente eso: un airecillo leve de optimismo para los que buscan/amos un instrumento al que agarrarnos para impedir que Pedro Sánchez se salga con la suya. Ya se ha visto que aquí, en España, todas las movilizaciones sociales que se vienen haciendo le traen a este psicópata (lo repiten insistentemente los psiquiatras) por una real higa. Le puede importar algo más lo que manifieste Europa, de aquí que el Pleno del miércoles haya supuesto un aviso en una doble dirección: rumbo a la resistencia a la claudicación de Sánchez, y a favor de la oposición que pueda mostrar la Comisión Europea al barrenamiento institucional, al derrumbe de la separación de poderes, que está realizando este individuo. Por eso, los más proclamamos ahora: que Europa nos asista.
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