Miremos a Alemania, la recesión no está lejos
Ni tenemos crecimiento económico robusto, ni sólido. Que el PIB de España haya crecido en 2018 al 2,5% confirma la evolución a la baja de nuestra economía que empieza a dejar bastante atrás aquel optimista crecimiento del 3,6% de 2015, mostrando una caída gradual. Si entonces, en 2015, creíamos que nuestra economía estaba en la escalera de subida, ahora, al ver los datos de la contabilidad nacional del INE, algo está meridianamente claro: la economía española va descendiendo por la escalera de bajada y el suelo ya se empieza a intuir en esos pasos ciegos que vamos dando.
La industria siempre se erige en la columna vertebral de una economía que luzca músculo y proporciona un empleo estable y de calidad. España, desde hace años, sintió veleidad por desindustrializarse. Y ahora va llegando el gran golpe. El sector industrial perdió en 2018 casi 16.000 empleos, porque su actividad lleva dos trimestres consecutivos cayendo, porque se cierran plantas industriales en España, porque la guerra comercial y la incertidumbre económica que se está dando golpean a nuestra industria, que hasta ahora es el firme motor de nuestras exportaciones con una alta concentración de destinos en una Europa renqueante, con Alemania apagada, Francia adormecida, Italia desnortada y Reino Unido soltando amarras con la Europa Continental.
A todo ello, se añade, obviamente en ese contexto algo alicaído, el freno inversor que ha constituido un pequeño jarro de agua fría por cuanto las expectativas eran más o menos optimistas. La inversión en activos fijos materiales se ha situado en el último trimestre de 2018 en el 4,8%, lo que significa una disminución de 1,3 puntos respecto al trimestre precedente, con la inversión en maquinaria y bienes de equipo, activos eminentemente industriales, en el 4,8% en ese postrer trimestre de 2018, por debajo del 7,2% del trimestre anterior.
La economía española va descendiendo por la escalera de bajada y el suelo empieza a intuir pasos ciegos.
¿Qué se infiere de estos datos? Que hoy nuestras empresas prevén un panorama más bien lúgubre al no renovar equipos ni mejorar sus capacidades productivas. Cuando el futuro se presiente franco y despejado, el empresario invierte. Y cuando no, se frenan sus ansias inversoras a la espera de que lleguen buenos tiempos o acaso buscando otros destinos en los que se observen ramalazos risueños. Y España, de esto, no va precisamente sobrada, pero Europa tampoco. Algo queda en evidencia: la nueva fiebre arancelaria castiga tanto a la industria en sí como a la industria auxiliar y el pernicioso efecto cadena, o dominó se agrava.
A modo de consuelo, si nos fijamos en Alemania vemos cómo no anda lejos de lo que sería una recesión. Si observamos a Italia, concluimos que ya está coqueteando con la recesión. Y Francia, bastante apagada. De nuestros sectores económicos, lamentablemente es la industria manufacturera la que en 2018 rebajó empleo. A la postre, que en las fábricas españolas trabajan ahora casi 16.000 personas menos que en 2017.
Si nos fijamos en Alemania vemos cómo no anda lejos de lo que sería una recesión.
¿Qué sectores manufactureros son los más vulnerables al decaimiento industrial? Alimentación, textil y motor. Tres sectores que en estos últimos años han impulsado no solo un auge propiamente industrial sino también exportador, con protagonismo internacional de la moda española, empuje de la industria agroalimentaria en toda Europa, incluyendo Reino Unido, y con posicionamiento en EEUU y Asia, así como el brío de nuestra automoción exportando por doquier.
2018 se despidió con una caída de ventas del sector textil tanto en España como en Europa y eso es malo. La moda parece enfrentarse a una encrucijada entre los cambios de los hábitos del consumidor, el auge del comercio online y el apasionado fervor por los descuentos y promociones. Otro hándicap de nuestro sector industrial, por la fuerza de las circunstancias, se advierte al constatar que se está dando un imparable proceso de deslocalizaciones hacia otros países de más bajos salarios y menores cargas tributarias y sociales. En lo que concierne al sector del automóvil, la globalización y los problemas del diésel, muy agitados por la errática gestión de nuestro Gobierno y sus voceros, embrollan las perspectivas. Y los ajustes en algunas fábricas españolas que ya trabajan en porcentajes sensiblemente inferiores al 50% de su capacidad productiva empaña más aún los poco lisonjeros augurios.
Y si las cargas arancelarias y el ruido de fondo que se escucha en los altavoces de la economía mundial castigan a un sector, extremadamente sensible y con impactos inmediatos por su tipo de productos, luchando con denuedo ante la competencia internacional, ése es el alimentario que en 2018 ha perdido 28.000 empleos, el 6% de su plantilla total.
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