Impostura económica y diplomática para la campaña
En las elecciones municipales de mayo de 2023, el PP aventajó al PSOE en 3,4 puntos y casi 800.000 votos, y la diferencia entre el bloque del centroderecha y la coalición de Gobierno fue todavía menor. Pero esa derrota provocó que Pedro Sánchez sintiera la necesidad de ratificar la vigencia de su proyecto de gobierno y adelantara las elecciones generales.
La situación es, en la actualidad, mucho más inestable. El presidente y su Gobierno se encuentran en una situación de máxima zozobra, entendida ésta como la inquietud, aflicción y congoja del ánimo que no deja sosegar, o por el riesgo que amenaza o por el mal que ya se padece.
Visto con ese mismo criterio, ¿Qué diferencia en las elecciones europeas provocaría una reacción parecida? Aunque muchos están aventurando cifras, la pregunta es completamente retórica; a Sánchez la existencia o no de viabilidad para su proyecto es una cuestión que le cae bastante de refilón. El único motivo que podría hacerle renunciar es que intuya que no le vayan a salir las cuentas; mientras le salgan, no las del PSOE sino las del sanchismo, él se mantendrá en el machito.
El año pasado habló de «clarificación» del proyecto escogido por los españoles, cuando la extemporánea convocatoria de elecciones solamente trataba de cortar la sangría de apoyos. Ahora vuelve a hablar de un supuesto proyecto progresista, cuando el único que sigue existiendo es su proyecto personal; y éste se mantiene vivo en la medida que también lo esté el de los miembros separatistas y golpistas del sanchismo.
Por supuesto que no hay otro proyecto, y que, más allá de la Ley de Amnistía y alguna otra cesión inconfesable, en el Gobierno ya no son capaces de aprobar nada. Y no es solamente que no se hayan atrevido a elaborar la Ley de Presupuestos (que es constitucionalmente preceptiva, no va de ‘si quiero la presento o si quiero no la presento’), es que ya ni se molestan en aprobar decretos leyes porque saben que no son capaces de conseguir su validación parlamentaria.
Entonces, ante la obvia imposibilidad de presentar unos resultados y un proyecto de Gobierno, la campaña para las elecciones europeas se está montando a partir de la exhibición de tres grandes imposturas, la de la limpieza democrática, la del desempeño económico y la de la agenda internacional.
La patraña de los bulos y el fango resulta más evidente, pero es que lo de la supuesta trayectoria espacial de la economía tiene, como pasa en las películas del género, mucho de ciencia ficción. Solamente con una observación tendenciosa, que obvie cualquier análisis serio, se pueden presentar en positivo unos resultados económicos que están ahondando drásticamente en el endeudamiento público, la pérdida de riqueza y el descenso de la productividad.
El crecimiento de PIB en los ejercicios 2023 y 2024 tenía que ser obligatoriamente más alto que las medias comunitarias y se corresponde con el incremento del gasto público y el lógico rebote tras el derrumbe de la actividad económica en la pandemia (que prácticamente acabamos de compensar). Tomada con distancia, España prácticamente no ha crecido en renta per cápita en los últimos 15 años. Por otro lado, la inflación acumulada del ciclo, en especial la subyacente, ha hecho que seamos también líderes en pérdida de capacidad adquisitiva. Y, por último, los datos (los de verdad) del empleo no son para mostrarse eufóricos, y mucho menos si se observan junto a la desastrosa caída de la productividad, que viene a significar que trabajamos más personas para producir menos.
Otras farsas, especialmente las envueltas en el papel charol de dignatario internacional, aunque están a la vista de todos, al ser acompañadas mediáticamente terminan por resultarle efectivas. Y más por nuestro catetismo que porque por ahí fuera algún país relevante le reconozca ese liderazgo del que aquí tanto presume.
Pero, además, todas estas imposturas, que aquí ingenuamente consumimos, no nos resultan inocuas. Para lucirse internamente Sánchez va por ahí pisando callos a mucha gente (desde Israel a Argentina, pasando por Argelia, Hungría o incluso Estados Unidos), y claro, luego nos cogen la matrícula.
Lo de la rabieta con Javier Milei ha sido de traca. Todos los medios internacionales han dado la noticia recordando que el caso de Begoña Gómez está siendo judicialmente investigado y que un ministro español previamente había llamado drogadicto al presidente argentino. ¡Y el pelota Albares hablando prácticamente de un casus belli!
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