Fin del comunismo sanchista (espero)
Este mismo día en el que comienza la campaña para las elecciones andaluzas del 19, circula por los ambientes mejor informados de Madrid una encuesta que no tiene vocación publicitaria, de tal modo que sólo están a su corriente personajes de la vida pública españoles muy influyentes. Empresas de IBEX, ceos de grandes sociedades, profesionales muy destacados e incluso, ya a la cola, periodistas de los que, clásicamente, “hacen opinión”. Este sondeo no es precisamente revolucionario, no: pronostica unos resultados muy similares a los que aventan las muestras convencionales; unas, claro está, mejor que otras, porque las hay que simplemente se edifican en las redacciones más aventuradas y frívolas. Pues bien, a lo que vamos: el sondeo depara para el Partido Popular de Moreno Bonilla un resultado cercano a los 48 o 50 escaños, muy favorable pero un poco lejos de la mayoría absoluta fijada en 55 asientos. Lo más sugestivo de este trabajo es que Vox se acerca inopinadamente a la previsión que se hace para el PSOE. ¿Hasta llegar a sobrepasarle y ocupar el segundo lugar en las urnas? Pues no para ese extremo… a no ser que, como se especula en el sondeo, el PSOE del pobre Juan Espadas no alcance el millón de votos y aparezca por debajo de los 30 escaños. Recuérdese a este respecto que Susana Díaz fue desalojada de la primogenitura socialista andaluza porque sólo consiguió 33 representantes.
Hay que creer que alguien en Moncloa conoce estos datos que, repito, no se han construido ni para animar a alguien (los que, como el CIS, tratan de llamar a rebato a todas izquierdas comunistas, incluida la autocracia sanchista) ni para frenar el entusiasmo de algunos prebostes del centro y la derecha (y no miro a nadie) que ya se ven ocupando puestos de enorme relevancia en el Palacio de San Telmo, sede de la Presidencia de la Junta de Andalucía. Según lo que transpiran los pocos colaboradores que todavía rodean al aún presidente del Gobierno, Pedro Sánchez Castejón, se ha asentado en Moncloa un estado de nervios, preocupación y enfado indisimulables. Hasta tal punto que, también por la poca información que se filtra sin intención intoxicadora, ya se está preparando la noche y sobre todo el día siguiente a lo dictado por las urnas. La artimaña tiene nombres concretos; uno muy específico. Se trata de un sanchista patológico, dada su obediencia cerril al jefe, que es ahora mismo vicepresidente primero del Congreso de los Diputados. En efecto; Marcos Rodríguez Gómez de Celis, muy forofo de Sánchez y escasamente proclive al candidato Espadas, parece empeñado en preparar el relevo en el PSOE andaluz si, al fin, las previsiones aciertan y Sánchez y su pobre aspirante se pegan el batacazo del siglo.
Si esto sucede, no lo duden, el aún presidente echará la culpa de la derrota al empedrado de la derecha y procederá, más pronto que tarde, a guillotinar al candidato a palos, Juan Espadas Cejas. Y eso sí: los medios afectos al agónico Gobierno marxista leninista se ocuparán de repetir, a tono con lo ordenado por el maltrecho líder, que las elecciones de Andalucía no guardan similitudes con las próximas generales y que, en consecuencia, sus efectos políticos son prácticamente inexistentes. Al frente de la “Operación No” se situará como siempre el periódico global de la mañana, un panfleto ya dominado por los banderilleros de Sánchez, Miguel Barroso y José Miguel Contreras.
Pero realmente va a resultar muy difícil a estos genios de la manipulación informativa contener la impresión de que, si se cumplen las profecías de las encuestas, el fin del comunismo, de la autocracia de su mecenas y empleado a la vez, estará más cerca que nunca. A Sánchez la opinión más generalizada en el país ya no le causa ni irritación; le causa gran pitorreo. Sánchez es como esas vacas esmirriadas que en vez de dar leche dan pena. Sus movimientos para sostenerse en el poder, es verdad, sí que producen una cierta respuesta temerosa, pero la mayor reacción es ésta: generalizado cachondeo ante un individuo que está al borde de pegarse un castañazo descomunal y pasar a los libros de Historia de nuestro país como la esencia de un gobernante mentiroso y felón cuya única herencia será el gran destrozo que ha producido en España. En todo caso y siendo cierta esta sensación muy amplia insertada en la población, existe un cierto miedo, una cautela sostenida ante lo que este sujeto indeseable puede perpetrar en esta campaña que ya ha comenzado. Si hace un año los socialistas de Madrid acusaron a Díaz Ayuso de enviar balas y navajas sangrientas a sus oponentes, ¿de qué no serán capaces ahora cuando se juegan la tercera hecatombe electoral de la gobernación socialista? ¿O es que ya nadie se acuerda de cómo descalificaron a Feijóo en Galicia llamándole nada menos que narcotraficante? ¿Os es que se han olvidado de los insultos de la ágrafa Lastra asimilando a la madrileña Ayuso directamente con los peores terroristas? ¿De qué no serán capaces estos trapaceros?
La autocracia se desmorona a velocidad de vértigo pero sigue intacta la maldad del jefe de la banda. Por ahora se ha descolgado enviando presuntamente a los parados andaluces cincuenta millones de euros pero la dádiva, absolutamente inmoral en tiempo electoral, ya no se la cree nadie. Sánchez es un perito sin parangón en el incumplimiento de promesas, pero es que ésta, además, y aunque quisiera hacerla efectiva, no llegaría a las provincias del Sur antes de que sus habitantes se vuelquen en las urnas. Porque esa es otra: otro de los datos que incluye la encuesta citada al principio de esta crónica, revela como adelanto que esta vez la participación popular puede superar el 60 %, tres o cuatro puntos por encima de lo registrado hace cuatro años. En resumen: todas las impresiones abundan en la próxima laminación de la autocracia del comunismo sanchista pero, ¡ojo! repito: de este individuo sólo pueden esperarse fechorías. De hecho las tiene que estar preparando.
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