Filantrocapitalistas, alentadores del ‘populismo’
Que George Soros se disfrace con piel de cordero para así poder influir en gobiernos como el español, en partidos políticos (especialmente de izquierdas, pero con antenas en PP y Ciudadanos), en medios de comunicación, desestabilizar territorios (a la causa independentista en Cataluña) o controlar organizaciones mientras succiona hasta la última gota de sus protegidos con pingües beneficios para su fortuna personal y para ser la brújula de la izquierda política es un hecho probado. Ha sido hasta tal punto demostrado que solamente encuentra el contrapeso de aquellos que tiran del manido discurso negacionista o la ‘teoría de la conspiración’ muy similar a la actitud de quienes dudan la veracidad de la llegada del hombre a la luna o que Bin Laden fuese abatido y arrojado al mar.
Cuenta Mark Mazower en su magnífica obra “Gobernar el Mundo” que, el 5 de mayo de 2009 Bill Gates, Warren Buffet y David Rockefeller convocaron una reunión con sus amigos George Soros y Ted Turner para discutir que podían hacer para responder a la crisis financiera mundial y a los problemas que afrontaba el mundo. La reunión de unos individuos que acumulan una fortuna superior a los 125.000 millones de dólares estuvo rodeada de verdadero secretismo. Mientras la ONU cuenta con una Asamblea General y otros medios para debatir sus actividades, los filántropos del llamado “Good Club” no dieron ninguna clase de explicaciones ni transparencia a su encuentro.
La financiación de las ONGs se ha convertido en una forma de cooptación por la cual son los donantes quienes imponen su credo, su hoja de ruta y sus ambiciones. La mayoría al servicio de la izquierda política, huérfana de referentes tras la caída del comunismo. Los casos de Amnistía Internacional, Human Rights Watch, Greenpeace, etc., son un buen ejemplo de cómo organizaciones que hace décadas gozaban de un relativo prestigio se han convertido actualmente en puros instrumentos al servicio de los intereses no de la sociedad civil, sino de plutócratas “filantrocapitalistas” que como George Soros ponen su causa al servicio de la ‘progredumbre’ global. Los informes que sus organizaciones elaboran contra gobiernos democráticamente elegidos en Italia, Polonia, Hungría o Reino Unido son innumerables, pero no hay ninguno que aborde las violaciones sistemáticas de derechos humanos, juicios sumarísimos y ausencia de libertades en Venezuela o Cuba.
Esta semana ha sido publicado en Francia, un informe del European Centre for Law & Justice que asegura que uno de cada cuatro jueces permanentes que han servido en el Tribunal Europeo de Derechos Humanos (TEDH) entre 2009 y 2019 han trabajado para ONGs vinculadas con la red de Soros. “Doce jueces están vinculados a la red de la Open Society Foundation (OSF), siete a los comités de Helsinki, cinco a la Comisión Internacional de Juristas, tres a Amnistía Internacional y uno a Observatorio de Derechos Humanos, Centro Internacional para la protección jurídica de los derechos Humanos (Interights) y el Centro A.I.R.E”. Todo ello pone en cuestión la independencia del Tribunal así como la imparcialidad de sus magistrados.
La red de Soros (Open Society) se distingue por la cantidad de jueces vinculados a ella y por el hecho de que financia a las otras seis organizaciones mencionadas en este informe. El modelo de Soros es opaco e impenetrable. Tampoco está exento de corrupción y arrogancia. La verdadera sociedad civil tiene que despertar. Resulta extremadamente grave y peligroso para la defensa de la democracia que los “filantrocapitalistas” como Soros sometan a muchas organizaciones. De no hacerlo, nuestras instituciones representativas serán incapaces de frenar su demudación, verán su capacidad de acción completamente cercenada y la desconfianza de las jóvenes generaciones hacia la democracia no parará de crecer haciendo un flaco favor al populismo.
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