Deshojando la margarita: ¿investidura o elecciones?
Volvemos al punto de partida. Estamos ante una nueva/vieja sesión de investidura, provocada por el fiasco de la anterior, tras unas elecciones que poca cosa han cambiado en el panorama político, salvo el hecho de que esta vez, el Presidente en funciones, representando al partido que más votos y escaños ha obtenido, sí que ha aceptado la invitación del Rey para intentar formar gobierno.
Es más que probable que este nuevo intento termine como el anterior, es decir, en investidura fallida, porque no se han obtenido los acuerdos políticos necesarios dirigidos a que el candidato obtenga, en la primera votación, la mayoría absoluta del Congreso o, en segunda votación, mayoría simple. Tanto en uno como en otro caso, a pesar del pacto suscrito entre el Partido Popular, el partido Ciudadanos y Coalición Canaria, no se cuenta con el número de diputados suficiente en primera votación para alcanzar la mayoría absoluta (sólo cuentan con 170 escaños entre los tres) y, en segunda votación, para la obtención de una mayoría simple, aún les faltarían 6 escaños más con voto afirmativo o 11 abstenciones.
Es, pues, muy difícil que la investidura de Mariano Rajoy progrese y se pueda formar gobierno, puesto que el Secretario General del Partido Socialista está dejando claro todo el tiempo que su partido va a votar no, tanto en la primera como en la segunda votación. Y, para que los votos que fueran necesarios pudieran obtenerse, sería necesario el concurso de otros partidos que tampoco están por la labor.
De este modo, ¿qué puede suceder tras esta nueva investidura fallida? Puede parecer que lo mismo que en la anterior legislatura, es decir, que no haya posibilidad alguna de formar gobierno porque los partidos políticos no se ponen de acuerdo y, a los dos meses de la votación negativa, se produzca la disolución automática de las cámaras, con la correspondiente convocatoria de elecciones. Pero existen factores distintos, en estos momentos, que interfieren en la interpretación a realizar y que hay que tener en cuenta.
Por una parte, es posible que el mismo candidato se presente, también bajo invitación real, a una segunda sesión de investidura la cual, para que fuera factible, tendría que ser con variaciones en el programa expuesto en la primera. La investidura no se realiza sólo sobre persona, sino también sobre el programa que el candidato expone. Un cambio en el programa justifica, según experiencias en otros países, el cambio de orientación del voto en el resto de la cámara, al menos, en parte de la cámara, especialmente cuando el cambio es debido a un pacto o acuerdo previo sobre las políticas a seguir por el gobierno que se forme. No se trata, pues, de una simple repetición. Puede conllevar, una segunda investidura, cambios significativos en el programa político del candidato, puesto que precisamente los hace para captar los votos que le faltan para ser investido. El principal destinatario de estos cambios es, evidentemente, el PSOE, cuyos votos, a menos en número suficiente, en primera votación para obtener la mayoría absoluta, o cuya abstención, en la segunda para tener una mayoría simple, serían necesarios para sumarlos a los de PP, Ciudadanos y Coalición Canaria.
Por otra parte, se da también la circunstancia de que, en medio de este período de dos meses que debe transcurrir tras la primera investidura fallida para que las cámaras se disuelvan y se convoquen automáticamente elecciones generales, van a tener lugar las elecciones autonómicas en Galicia y en el País Vasco. Sería una ingenuidad pensar que el resultado de éstas no tendría ningún efecto sobre una posible nueva sesión de investidura que tendría lugar, seguramente, una vez realizadas estas elecciones autonómicas, que están convocadas para el 25 de septiembre en las dos Comunidades Autónomas. Según cuales sean los resultados electorales, especialmente en relación con el PSOE y el PP, podemos encontrarnos con cambios en el programa electoral de Mariano Rajoy, y en la postura del PSOE, pues una parte de los dirigentes de este último partido y de su electorado parecen inclinarse por abstenerse y facilitar la formación del gobierno.
No parece que quepan muchas más opciones. Hipotéticamente cabría también la posibilidad de una investidura distinta, con otro candidato, ya fuera del mismo PP o, de otro partido, del PSOE, por ejemplo. El Partido Popular, al menos hasta el presente, no piensa cambiar al candidato. El PSOE no se ha pronunciado al respecto, pero para que Pedro Sánchez fuera investido tendría que ofrecer un programa pactado. ¿Con quién? ¿Con Podemos? ¿Aceptaría Ciudadanos un pacto con Podemos para poder sumar con el PSOE los votos necesarios? ¿Con los partidos nacionalistas y/o secesionistas? ¿Aceptaría el propio Partido Socialista que ello tuviera lugar? Creo que estos pactos requerirían, además de una voluntad política que no acabo de percibir, un tiempo para fraguase, que tampoco veo claro que exista (salvo que se haya estado haciendo en forma “discreta”). Si no se hubieran convocado las elecciones autonómicas podríamos pensar en más posibilidades, que no aparecen como posibles en el horizonte, ni político ni temporal.
En conclusión, o a los partidos del denominado “arco constitucional”, es decir, PP, PSOE y Ciudadanos, les da un ataque de sentido común y llegan, tras las elecciones vascas y gallegas, a una cierta “entente” que permita formar gobierno, o, cumpliéndose el calendario previsto por la Ley Orgánica del Régimen Electoral General, nos vamos a comer los turrones en la cola del Colegio Electoral. Excepto si se alarga la votación de este primer intento de investidura, en un alarde de filibusterismo, para irnos a elecciones el 26, 27 o, incluso, el 28 de diciembre, que tendría guasa.
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