Opinión

El ‘caso Ghali’ es el ‘caso Laya’

Existe una rara unanimidad en la opinión de cualificados políticos, académicos y analistas en que el mundo atraviesa un periodo de profundos cambios, en todos los aspectos, impulsados, principalmente, por el alto grado de conectividad humana conseguido en la era digital. Cuando hay un cambio de época, quien no la asume y no innova corre el peligro cierto de ser superado o aislado.

Es curioso que cuando en el mundo complejo en que vivimos, los gobiernos de los estados importantes adoptan políticas de previsión en asuntos de trascendencia futura que exigen rigor científico y político, en España la gestión gubernamental se rige por el oportunismo reactivo a los hechos que se van produciendo. Resultado: el corto plazo, la reactividad y la improvisación son características de nuestra política en general y eso no trae nada bueno.

Un ejemplo paradigmático, por sus consecuencias, es el de la Política Exterior. El asunto Ghali, jefe del Polisario saharaui, ha debido de ser considerado un cómic por los servicios de inteligencia del mundo. España está situada en un lugar de gran valor geopolítico: es frontera con una de las zonas más inestables del planeta, tiene territorio nacional en África, los dos archipiélagos apoyan a un punto geográfico de valor global como es el Estrecho de Gibraltar y nos abocamos a una frontera de gran desnivel económico. Todo esto crea lo que se denomina “riesgo geopolítico” que identifica a una zona potencialmente inestable y sus consecuencias para los países afectados. La gran mayoría de la ciudadanía española no es plenamente consciente de ello.

Cuando el asalto marroquí a Ceuta el pasado mes de mayo, provocado por el caso Ghali, las reacciones de sorpresa e imprevisión del Gobierno fueron las habituales, no se habían previsto las consecuencias. Lo que en cualquier Estado sería una operación de inteligencia, aquí se convirtió en una chapuza burocrática un asunto ministerial.

Se trataba de trasladar a España al dirigente saharaui para tratarlo de una enfermedad. Si fuese un caso simplemente humanitario podría haberse hecho públicamente, pero dados los antecedentes del actor podía haber problemas. Total, que se hizo ilegalmente, pero no clandestinamente, pues era suficientemente conocido por los servicios de inteligencia extranjeros y la prensa pronto quedó alertada.

Teniendo en cuenta la situación de riesgo en el Norte de África, ¿Cómo puede ocurrir esto? ¿Basta con decir que Ceuta es frontera de la UE? ¿Va a arreglar Bruselas el ridículo? El Gobierno miró para otro lado y el caso aparece en el juzgado como una entrada ilegal en España. El cómic se desarrolla en sede judicial y la pregunta es quién autorizó el traslado. La respuesta parece evidente, pues si fuese alguien diferente no existiría estado.

Si continúa el proceso judicial, tendrá que implicar a persona aforada como es el presidente del Gobierno, y nada tendría sentido. El Ejecutivo actual es una improvisación permanente que sólo puede producir o agravar problemas. El caso Ghali podía haberse resuelto de otra forma, incluso con publicidad, pero la indigencia política es profunda y las vulnerabilidades nacionales que crea su gestión son altamente peligrosas.

Habrá que recordarle a los que pueblan Moncloa que se trata de gobernar el estado, que no consiste en una permanente labor de imagen, que gobernar es prever, para lo que es necesario tener conciencia de la situación, conocer los intereses nacionales y actuar en consecuencia en virtud de la soberanía nacional. España necesita una Política Exterior bien constituida, coordinada y dirigida. Para ello hay que ser proactivo y explicar a la ciudadanía la situación, los riesgos que tenemos y cuál es la estrategia para hacerles frente.

El caso Ghali se ha convertido en el caso Laya, que es un episodio de la factoría Sánchez de incompetencia negligente que ha puesto en peligro la Seguridad Nacional. Casos como estos no se dan en países democráticos, pero si allí se produjesen, seguro que se asumirían responsabilidades políticas al más alto nivel. Con toda la carga trágico-cómica del suceso, lo más grave es que deja al descubierto la carencia de un sistema de toma de decisiones gubernamentales y lo que es peor, que estamos en las peores manos.

Fulgencio Coll Bucher es general retirado y fue Jefe del Estado Mayor del Ejército de Tierra