A la cárcel pero con el dinero a buen recaudo
La Fiscalía Anticorrupción y el propio Juzgado de Palma deberían haber puesto más ahínco en perseguir el rastro del dinero que saquearon Iñaki Urdangarin y Diego Torres. Cierto es que nuestro país es un Estado más serio y creíble después de que el exduque y su socio hayan ido a prisión. Especialmente en el caso del primero, ya que ni su condición social ni su parentesco con la Casa Real le han valido de nada ante la justicia, que lo ha condenado a cinco años y diez meses de prisión por prevaricación, malversación, tráfico de influencias, fraude y delitos fiscales. No obstante, la persecución por blanqueo de capitales hubiera sido lo idóneo para evitar que los casi 7 millones de euros públicos que expoliaron queden en el limbo.
Un limbo del que se pueden beneficiar cuando salgan de la cárcel y que, en tal caso, dejaría la condena en una insignificancia en comparación con la vida que podrían llevar a costa del dinero robado a todos los españoles. Sobre todo cuando la justicia sólo obliga a Urdangarin y Torres a devolver poco más de 600.000 euros. La exclusiva de OKDIARIO desvela el itinerario offshore que siguió el capital de esta dupla del delito: de Panamá a Belice hasta acabar en 2012 en el casi inexpugnable paraíso fiscal estadounidense de Delaware. Evidencias que debieron provocar una reacción en la justicia mucho más determinante de lo que fue a la hora de escrutar el recorrido a través del complejo sistema de instrumentales fantasmas y testaferros. Algo que, de manera sorprendente, no figura en las investigaciones de la Fiscalía y que, sin embargo, les ofrece este periódico con todo detalle debido al incuestionable interés general de los hechos.
Durante sus años de máxima actividad, Urdagarin y Torres llegaron a facturar 20 millones de euros a través del Instituto Nóos. De ellos, 7 millones llegaron por parte de los gobiernos de Valencia y Baleares, amén de otros organismos públicos. Sólo de las instituciones públicas habrían conseguido unos beneficios de 4,5 millones que tenían que blanquear sí o sí para no ser descubiertos. Sin embargo, dichas operaciones pasaron desapercibidas para las investigaciones judiciales. Algo que, por mucho que ambos hayan entrado en la cárcel, supondrá un lógico enfado en esos ciudadanos que en su mayoría son escrutados de arriba a abajo —como debe ser, por otra parte— ante cualquier movimiento sospechoso. Tanto Urdangarin como Torres están entre rejas, pero su dinero espera en algún territorio offshore sin que la justicia se haya cuestionado ni dónde ni por qué.
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