Biden se indulta a sí mismo al indultar al canalla de su hijo
El placer supremo del poder no es meramente mandar, decidir la vida de los otros. La delicia máxima, el gozo insuperable del tirano, es situarse por encima de las normas que se aplican a todos los demás. No tener que cumplir esas mismas reglas que uno impone a la plebe, eso es haber llegado a lo más alto.
Por eso, más aún que la participación del pueblo en el proceso de gobierno, el logro definitivo del que presumía nuestro sistema, la democracia liberal moderna, era la igualdad de todos ante la ley, y eso es precisamente lo que vemos cada vez con mayor frecuencia destruirse ante nuestros ojos.
Durante la pandemia -lo supimos después-, mientras nos sometían a un arresto domiciliario universal, nuestros políticos festejaban y salían de parranda, aquí y en la Gran Bretaña de Boris Johnson, y al tiempo que se arruinaban tantas pymes, hacían negocios millonarios con nuestra desgracia.
Hoy Estados Unidos, que justifica su poder global en lo modélico de su sistema político, asiste con indignada estupefacción a las últimas decisiones del que quizá sea el peor presidente de su historia, el senil Joe Biden. En contra de la voluntad expresa de los votantes, está complicando la llegada de su sucesor, Donald Trump, tratando de hacer inevitable un enfrentamiento bélico directo entre las dos principales potencias nucleares del planeta. Pero su acto más reciente ha sido la gota que colma el vaso.
Biden ha aprovechado el privilegio de un cargo que ya ejerce sin respaldo popular para evitar al canalla de su hijo Hunter tener que responder de sus crímenes, indultándole no solo de aquellos por los que está encausado, sino de todos los que ha cometido y podría haber cometido desde 2013. Si mañana se descubriera, pongamos por caso, que Hunter se dedicó a poner bombas en guarderías en 2020 o a secuestrar menores en 2022, no se le podría encausar.
Nunca se había dado nada semejante en dos siglos y medio de historia. Ya no es solo que use el indulto -un medio para rectificar excesos judiciales, originalmente- para favorecer a un familiar directo; es que ha dejado con el culo al aire a todos los grandes medios progresistas (si disculpan la redundancia) y a todos los comentaristas demócratas, que no saben ahora dónde meterse.
La prensa demócrata se pasó semanas sacando a tiempo y a destiempo la promesa pública y expresa de Biden de no indultar a Hunter. Los bustos parlantes de CNBC, CNN y ABC, además de los plumillas del WaPo y del New York Times, se ponían líricos y empalagosos comparando la bajeza moral de Trump, que volvía con un mensaje de venganza, con un Biden que, como el general romano Torcuato, no salvaba a su (ya) único hijo de las consecuencias judiciales de sus actos, porque el Estado de Derecho estaba por encima.
Para su desgracia existe Internet y existen las redes sociales, de modo que todos estos momentos no se perderán en el tiempo como lágrimas en la lluvia. De hecho, los trumpistas se están dando una fiesta con vídeos en los que Karine Jeanpierre, portavoz de la Casa Blanca, se explaya feliz comunicando a los periodistas que no, el presidente no perdonará al tarambana de su hijo, y a decenas de progres televisivos ensalzando el respeto a la ley de su presidente.
Las reacciones de estos tras el espantoso ridículo podrían dividirse en tres. Están los que callan y cruzan los dedos para que el caso se olvide cuanto antes. Luego vienen los que se sienten estafados, son conscientes de que Biden les ha convertido en hazmerreír de la nación y expresan su indignación.
Y, los más acérrimos, tratan incluso de justificar el desmán. ¿Qué padre no haría lo mismo?, se preguntan. Ha visto morir a dos de sus hijos. Además, se trataba de un juicio político y, en cualquier caso, una cuestión de posesión ilícita de armas de fuego y trampitas con Hacienda no es la cosa más grave del mundo.
El problema es que Biden no ha indultado a su hijo de esos delitos, sino de cualquiera de que pudiera ser acusado. ¿Tráfico de menores? No es inimaginable, vistas las fotografías contenidas en su portátil. Con toda probabilidad, una red de tráfico de influencias con agentes enemigos de Estados Unidos, como China, o especialmente sensibles, como Ucrania.
Más sospechoso aún es la fecha a partir de la cual queda inimputable de todo delito: desde el año del golpe de Estado del Maidan que derrocó al presidente electo Yanukovich en Kiev. Los nuevos jerarcas nacionalistas de Ucrania devolvieron el favor metiendo en el consejo de administración de la principal gasística del país, Burisma, al hijo del entonces vicepresidente, aunque Hunter no supiera una palabra del sector energético, y con un sueldo espectacular.
Personalmente me malicio que la traición de Biden a su propia palabra no se debe solo a la piedad paternal, como se pretende. En los correos que revelan los oscuros manejos de negocios de Hunter aparece la obligatoriedad de dedicar una parte de cada mordida “al Big Guy”, al Gran Tipo, cuya identidad no parece difícil de deducir. En resumen: Biden se estaría indultando a sí mismo al indultar a su hijo.
Y es que en todas partes cuecen habas, y en los Estados Unidos de Biden, a carretadas.
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