Aquella España de Miguel Ángel Blanco
Se cumplen ahora 27 años del secuestro y asesinato del concejal vasco del PP Miguel Ángel Blanco. Recuerdo como si fuera hoy mismo la conmoción extraordinaria (como nunca en una vieja y cuarteada nación) que supuso aquel secuestro y aquel crimen. El mundo entero (incluso el esclavizado de Cuba) se movilizó para intentar que los asesinos de ETA no terminaran de perpetrar su chantaje al Gobierno Aznar: o excarcelaba a los asesinos o liquidaba a Miguel Ángel.
Nunca como hasta ese momento (nace el espíritu de Ermua) todo el mundo clama sin ambages «¡ETA, asesina!». Y hasta el Papa Juan Pablo II se moviliza para evitar lo que los criminales ya tenían pensado perpetrar. Y lo perpetraron.
Todas las fuerzas políticas, todas, se unieron alrededor de aquel Gobierno para decir a los asesinos de ETA, cuyos herederos actuales son Otegi y Aizpurua (entre otros), que no iban a pasar por encima de la democracia española y todo un pueblo en pie con la palabra y la determinación de ¡ir a por ellos!
Fue la más impresionante muestra de rechazo. Pero aquella España de hace 27 años no se parece en nada a la de Sánchez. Los herederos de aquellos criminales son hoy el sostén de referencia del Gobierno y cualquier entendimiento político, económico y social de antoja imposible. En el PSOE fueron abatidos por las balas asesinas y las bombas lapa de los terroristas demasiados militantes y dirigentes de esta partido, pero Sánchez decidió por conveniencia personal/política, y frente a todas las promesas electorales, uncir su suerte al apoyo de Bildu, es decir, los de la tradición de muerte al adversario/enemigo político.
Sánchez es el gran culpable de ese blanqueo indecente, algo impropio de cualquier democracia que se precie a sí misma. Ya lo advirtió en su día Alfredo Pérez Rubalcaba que no podía ver (viceversa) a Sánchez porque era conocedor de la auténtica alma del todavía primer ministro.
Es natural sentir nostalgia de aquella España. En la de hoy, digan lo que quieran, han ganado los terroristas (Navarra como ejemplo), envalentonados ante el oxígeno que les proporciona un hombre que tiene la misma ficha política en la que militaron Múgica y Buesa, entre otros héroes socialistas que fueron asesinados en aquellos años de plomo.
¡Que paren la nación, que me apeo!
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