17-A: ¿Para cuándo las dimisiones?
“¡Queremos saber la verdad!”. ¿Recuerdan? “¡España no se merece un Gobierno que nos mienta!”. ¿Les suena? Y ahora, ¡¿Qué?! ¿Les aplicamos el mismo rasero, la misma regla, las mismas exigencias a los nacionalistas, a los antisistema, a la izquierda extrema tal y como ellos hicieron con el PP de Rajoy después del 11M? ¿Para cuándo aquí y ahora el esclarecimiento de la verdad? ¿Para cuándo las dimisiones? ¿Para cuándo el imperativo ineludible de que el mediocre gabinete separatista y radical de la Generalitat sepulte su campaña de propaganda y mentiras, de intoxicación y manipulación, de ocultaciones a plena luz del día que hurtan la auténtica naturaleza de los atentados y sus precedentes a sus víctimas y a 47 millones de españoles?
La hipocresía es sideral. Con enorme indignación y estupefacción un país entero está observando y sufriendo cómo desde el fracasado Puigdemont, pasando por el inane Forn y llegando al desquiciado Trapero han decidido responder a los legítimos interrogantes de los españoles parapetándose del peor modo: en el sectarismo, en el chovinismo, en la sinrazón, en el resentimiento, en el populismo, en el victimismo y, lo peor, una y otra vez en el más flagrante de los engaños. ¡¿Qué clase de refugio es ése para dirigentes que presumen de responsables y se ufanan de valientes?! ¿Por qué los que pedían a grito pelado, cercando y asaltando sedes del Partido Popular las cabezas de gerifaltes como Acebes o Astarloa tras la matanza de Atocha, han enmudecido tras las atrocidades yihadistas de Las Ramblas? ¡Qué descaro! ¡Cuánta impostura!
¿Cómo es posible que quienes exigían en apenas 48 horas tener todos y cada uno de los datos de un mazazo criminal que dejó 192 muertos y más de 2000 heridos ahora permanezcan inertes y mudos, como gatos de escayola, cuando tras 20 días aún no se han despejado bastantes de las incógnitas centrales que condujeron al asesinato de 16 personas y a la siembra del pánico? ¿Puede haber mayor doblez? ¿Tan pronto se ha perdido la memoria de la lápida con la que tristemente se selló la ‘era Aznar’, o sólo se guarda en la retina lo que de aquella época interesa? ¿Nadie va aquí a renunciar a sus responsabilidades políticas a pesar de los fallos clamorosos y garrafales de información en todos los eslabones de la cadena —captación, análisis, distribución y explotación— que podrían haber evitado que la ira de este puñado de ‘soldados de Alá’ cayese sobre una muchedumbre en la zona turística de Barcelona por antonomasia?
No nos engañemos, señores. Los de siempre están en lo de siempre. Para la perversa derecha el lado estrecho del embudo y para ellos, el ancho. Y poco importa que semejante ejercicio de desfachatez se produzca de forma pública y notoria cuando apenas restan cuatro semanas para el irrealizable sueño de perpetrar su gran golpe a la democracia y la Constitución. Al contrario: esa meta de la sedición y el desacato pareciera animarles en su camino de exclusión, de fanatismo… y de ceguera.
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