Carulla y Grifols financiarán el autoexilio de Artur Mas en Quebec si no es presidente
Un rey sin corona, como Don Juan de Borbón en Estoril, o aún mejor, un president de la Generalitat en el exilio, como Josep Tarradellas.
Dos importantes empresarios catalanes, Artur Carulla (Gallina Blanca) y Víctor Grifols (propietario del imperio farmacéutico que lleva su nombre) han comenzado a preparar el terreno para apartar a Artur Mas de la escena política y financiar su retirada en Quebec (Canadá) con honores de estadista internacional, en caso de que no logre ser reelegido presidente de la Generalitat.
La operación ha sido diseñada como un «exilio dorado» para que el político convergente, cuyo desafío independentista ha embarrancado tras las elecciones autonómicas del 27S, pueda mantener desde el extranjero un cierto «liderazgo moral» sobre la sociedad catalana.
Contará con una residencia sin grandes lujos, que le permitirá ejercer un papel representativo para erigirse en un referente internacional de las naciones sin Estado que quieren alcanzar la soberanía.
La ciudad de Quebec no ha sido elegida por casualidad, ya que se ha convertido en todo un símbolo de los procesos de independencia fracasados. En los dos referéndums celebrados en 1980 y 1995, los partidarios de la secesión de la zona francófona de Canadá obtuvieron el 40,5% y 49,5% de los votos, respectivamente. Pese a rozar la victoria en la segunda ocasión, no se ha vuelto a plantear una nueva convocatoria.
Los dos empresarios que ayudarían a financiar su estancia en Quebec (probablemente como profesor invitado en una universidad canadiense, según las fuentes consultadas por Okdiario) no ocultan sus simpatías por el proceso independentista.
Dos magnates por la independencia
Los hermanos Carulla son propietarios del grupo Agrolimen, que integra a conocidas empresas del sector de la alimentación como Gallina Blanca, la marca de comida para perros y gatos Affinity y las cadenas de comida rápida Bocatta y Pans & Company. El grupo tiene una facturación anual que ronda los 1.200 millones de euros.
Además de estar comprometido con asociaciones como Òmnium Cultural (que organizó el referéndum ilegal del 9N y ha impulsado la candidatura Junts pel Sí junto a la Asamblea Nacional Catalana), Artur Carulla es uno de los accionistas de referencia del diario independentista Ara, con una participación que ronda el 5%.
Desde la Generalitat, Artur Mas ha financiado generosamente a esta publicación, a la que tan solo el pasado mes de mayo otorgó subvenciones que suman 600.000 euros: 322.500 para su edición de papel, 216.700 para la versión digital y otros 59.779 euros para la edición del diario Ara en Baleares.
Por su parte, Víctor Grifolls es la cabeza visible de un grupo farmacéutico de fabricación de hemoderivados que cotiza en el IBEX y factura alrededor de 2.700 millones de euros al año. Cuenta con tres plantas de producción en Paréts del Vallés (Barcelona), California y Carolina del Norte (EE.UU.).
Aunque tiene un perfil más discreto que el de Carulla, Víctor Grifols mostró públicamente en 2014 su apoyo a la celebración del referéndum ilegal del 9N y animó a Artur Mas a no «arrugarse» frente al Estado en su desafío independentista.
Un lastre para el proyecto secesionista
Pero tras las elecciones del 27S, ambos empresarios han llegado a la conclusión de que Artur Mas se ha convertido en un lastre para que el «proceso»secesionista siga avanzando. Pese al triunfalismo que los medios oficiales catalanistas encabezadas por TV3 mostraron en la noche electoral, la candidatura Junts pel Sí se ha quedado a seis escaños de la mayoría absoluta.
Por tanto, la lista conjunta de CDC y ERC solo podría gobernar con cierta estabilidad si logra el apoyo de la CUP, que ha rechazado reiteradamente la posibilidad de respaldar la reelección de Mas como presidente de la Generalitat. A lo largo de esta semana, los candidatos de la CUP han propuesto sucesivamente una «presidencia coral», con mayor presencia de mujeres, y una «presidencia rotatoria».
A diferencia de Carulla y Grifols, lo que realmente aterroriza a muchos empresarios catalanes es ver gobernar la Generalitat a un partido antisistema como la CUP, que pide la salida de Cataluña de la Unión Europea y del euro, nacionalizar todos los sectores privados, establecer la jornada semanal de 30 horas y una «amnistía hipotecaria», así como «expulsar» de la región a los funcionarios de la Administración del Estado.
La CUP vería con buenos ojos una Generalitat presidida por el cabeza de lista de Junts pel Sí, Raül Romeva, o por el líder de ERC, Oriol Junqueras. Ambos llevaron el protagonismo de la campaña electoral frente a un Artur Mas que buscó un papel de secundario para rehuir el debate sobre su gestión al frente de la Comunidad autónoma.
Pero el partido antisistema de David Fernández podría estar jugando con la idea de colocar al frente de la Generalitat a Carme Forcadell, expresidenta de la Asamblea Nacional Catalana (ANC) y número 2 de Junts Pel Sí. Por tanto, con un expediente independentista inmejorable, pero no manchada directamente por las siglas de ningún partido.
Ya nadie cuenta con Artur Mas, pero él ha sido el último en darse cuenta. Su negativa a dar un paso atrás podría empezar a crear graves fisuras en el seno de Junts pel Sí, que darían al traste con todo el proyecto.
Le animan a emular a Tarradellas
Dado que, contra viento y marea, sigue empeñado en liderar el largo trayecto hasta la declaración de independencia, su entorno intenta persuadirle de las ventajas que supondría su exilio temporal en Quebec, preparado con la ayuda de los empresarios Artur Carulla y Víctor Grifols.
Actuar en Canadá como un referente internacional de las naciones que quieren alcanzar su independencia contribuiría a engrandecer su talla de «estadista» y le permitiría mantenerse al margen de las turbulencias que, previsiblemente, se van a producir durante los próximos meses en Cataluña, argumentan.
Y mantendría intactas sus expectativas de regresar cuando haya culminado el proceso de «transición» como el president exiliado Josep Tarradellas que, por otro lado, se mostró especialmente crítico con las posturas independentistas y fue el primer en denuncia la «dictadura blanca» que la familia Pujol intentaba imponer en Cataluña.
Según las fuentes consultadas por Okdiario, Artur Mas viajaría a Canada acompañado de su mujer, Helena Rakosnik, que actualmente trabaja en el departamento de comunicación y marketing de la empresa pública Transportes Metropolitanos de Barcelona (TMB), y es miembro del patronato de organizaciones caritativas como la Fundación Rosa Oriol y el Banco de Alimentos de Manresa. Sus dos hijos, que ya se han emancipado, permanecerían en principio en Cataluña.
Siguiendo la estela de Jaume Matas
La operación diseñada por los empresarios Artur Carulla y Víctor Grifols es similar al «exilio dorado» que Jaume Matas disfrutó en Washington, tras concluir su etapa como presidente del Govern balear, como «asesor» del Grupo hotelero Barceló para la zona del Caribe y Latinoamérica. Cuando Matas regresó a España, comenzó su particular viacrucis judicial a cuenta del «caso Palma Arena».
Las fuentes consultadas por Okdiario indican que la huida de Artur Mas a Quebec podría producirse en breves semanas, si se envenena especialmente la negociación con la CUP para formar el nuevo Ejecutivo de la Generalitat, o bien tras la cita trascendental de las elecciones generales del 20 de diciembre, que supondrán una dura prueba para su partido.
CDC no ha dejado de perder votos a medida que Mas acentuaba su apuesta secesionista: en caso de presentarse a los comicios en solitario, ya no podrá enmascarar su naufragio tras una plataforma conjunta como Junts pel Sí.
En cuanto a ERC, ya parece decidida a acudir a las generales en solitario. Intentará pescar así una parte de los votos de la CUP que, en una muestra de coherencia insólita, descarta participar en las elecciones porque considera que las Cortes españolas son por completo ajenas a Cataluña.
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