Al menos 71 muertos en el ataque de insurgentes rohingya contra puestos policiales birmanos
Al menos 71 personas han muerto a causa de la serie de ataques realizados este viernes por insurgentes de la minoría rohingya contra 24 puestos policiales y una base militar en el estado de Rajine, en el suroeste de Birmania, según han informado las fuerzas de seguridad.
«Los extremistas bengalíes han atacado la comisaría de Policía en la región de Maungdaw, en el norte de Rajine, con bombas de fabricación casera y han coordinado ataques contra varios puestos policiales», ha dicho una agencia de noticias vinculada a la oficina de la líder birmana Aung San Suu Kyi en un comunicado.
Además, la misma agencia de noticias ha indicado que alrededor de 150 rohingya han intentado adentrarse en una base militar de Rajine, pero no lo han conseguido porque los uniformados han respondido inmediatamente consiguiendo repeler la ofensiva rebelde.
Como consecuencia de ello, al menos 59 insurgentes y 12 miembros de las fuerzas de seguridad han muerto. El balance de víctimas podría aumentar porque los combates aún continúan en algunos lugares, han advertido las autoridades de la nación asiática.
El Ejército de Salvación Rohingya de Arakan (ARSA), un grupo armado conocido anteriormente como Aharak al Yaqin o Movimiento de la Fe, que fue creado por los rohingya exiliados tras la ola de violencia de 2012, ha reivindicado la autoría de esta cadena de ataques y ha amenazado con más.
«Estaban planeando atacar porque hemos encontrado sus campamentos, sus escondites y las bombas y máscaras que usan», ha dicho el portavoz policial, el coronel Myo Thu Soe.
ARSA también se atribuyó el ataque del pasado mes de octubre que se saldó con nueve guardias fronterizos muertos y dio lugar a una «operación de limpieza» durante la cual se habrían cometido graves violaciones de los Derechos Humanos, según sospecha la ONU. Desde entonces, más de 87.000 rohingya han huido a Bangladesh.
Los rohingya son una minoría étnica de fe musulmana que se concentra en Rajine. Son más de un millón de personas, pero el Gobierno birmano no les reconoce como ciudadanos porque considera que son descendientes de inmigrantes ilegales procedentes de Bangladesh.
El mayor estallido de violencia se produjo hace cinco años, cuando los enfrentamientos entre rohingya y budistas —que son mayoría en el resto de Birmania— se saldaron con un balance de más 200 muertos y 140.000 desplazados en la capital de Rajine
«Ahora mismo la situación es extremadamente grave y podría llevar a otra gran crisis. No es fácil saber qué ocurrirá, pero es muy preocupante», ha dicho Richard Horsey, antiguo diplomático de Naciones Unidas que ahora trabaja como analista político desde Rangún.
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