La economía que sea verde o sea azul, pero siempre sostenible
Económicamente sostenibles y respetuosas con el medio ambiente, que no comprometan el futuro de las generaciones venideras y que, además, sean capaces de no abusar del uso de los recursos que brinda la naturaleza para su actividad empresarial o económica. Estas son sólo algunas de las exigencias y premisas que las sociedades modernas comprometidas valoran de los proyectos económicos que van a usar o consumir.
Esta demanda denota que la transición hacia la denominada economía verde y la economía azul, el aprovechamiento de los recursos naturales de manera sostenible, es irreversible. La primera, según la definición del Programa de la ONU para el Medio Ambiente (PNUMA), es aquella que da lugar al mejoramiento del bienestar humano e igualdad social mientras se reducen significativamente los riesgos medioambientales y la escasez ecológica. La segunda, por su parte, reconoce la importancia de los mares y los océanos como motores de la economía por su gran potencial para la innovación y el crecimiento, según la definición de la Comisión Europea (CE).
Ambas modalidades económicas están plenamente asentadas en nuestra consciencia medioambiental, salvar el planeta es un objetivo común que debemos perseguir, no sólo por humanidad y respeto a los recursos naturales, sino también por practicidad. Según datos de Naciones Unidas (ONU), la economía verde tiene una oportunidad de negocio potencial de casi 24 billones de euros; mientras que la economía azul aporta 1,5 trillones de euros a la cadena de valor global, más de 75% del comercio se hace por mar y, sólo en Europa representa 5,4 millones de empleos y un valor añadido brutos de 500.000 millones anuales, según los cálculos de Bruselas. Además, de acuerdo con la afirmación de PNUMA, la mitad de la población mundial vive en un radio de 60 kilómetros respecto a la costa. Es decir, los océanos y los mares son una fuente primordial de empleo y riqueza a nivel internacional.
Según el informe ‘The 2018 Annual Economic Report on EU Blue Economy’, la economía azul ha crecido en varios estados de la Unión Europea (UE) más rápido que la economía nacional en los últimos 10 años. Sólo en nuestro país emplea a casi 700.000 personas y genera al año más de 23.000 millones de euros, según la misma fuente. Desde luego, unas cifras que no son, ni mucho menos, baladíes.
Además, desde el punto de vista social, tal y como ha afirmado en más de una ocasión Ignasi Ferrer, co-fundador de la firma consultora Seastainable Ventures, el mar es una fuente de suministros y de riqueza, desde el punto económico, pero también social. Por ello, preservar la salud de los océanos es proteger nuestra propia salud”. Ferrer afirma que el 70% del oxígeno producido viene de los océanos y una hectárea de pastos marinos puede almacenar cuatro veces más carbono que un bosque terrestre.
El mar también es una fuente riquísima de alimentación para la población, según Naciones Unidas para la Alimentación (FAO) alrededor de 3.000 millones de personas dependen del alimento procedente del mar. Sobre este dato, desde la organización internacional alertan de que gran parte de la población de peces está explotada o recuperándose debido a la pesca abusiva, la contaminación y el cambio climático.
En este sentido, desde la Unión Europea han tomado medidas para garantizar que la pesca y la acuicultura sean sostenibles desde el punto de vista medioambiental, económico y social, y ofrezcan a los ciudadanos de europeos una fuente de alimentación buena para la salud sin dejar de lado la dinamización del sector pesquero. “Debemos evitar que las prácticas de pesca impidan la reproducción de las especies”, sostienen desde Bruselas.
Los jóvenes y su compromiso con los proyectos sostenibles
El colectivo de jóvenes denominados millenials –nacidos entre 1981 y 1995– poseen entre sus prioridades la conservación del planeta, junto a la solidaridad y la tolerancia, según refleja, por ejemplo, el Observatorio de la Juventud en España. Una preocupación que, no sólo impregna sus compromisos individuales como personas, sino que han forzado –y fuerzan– a las organizaciones, ya sean públicas o privadas, a trabajar por proyectos que sean rentables y, además, sostenibles.
Según la encuesta ‘Recycling in the Workpkace: A Millenial View’, elaborada por la firma americana Rubbermaid Commercial Products, nueve de cada diez jóvenes considera importante trabajar en una compañía sostenible, es más, el 10% aseguraba que abandonaría su empleo si su empresa no cumpliera con parámetros mínimos de reciclaje y sostenibilidad.
En este aspecto, el economista Josep María Gay de Liébana destaca “la labor de concienciación” entre los jóvenes que se ha hecho alrededor del medio ambiente por parte de gobierno, así como por parte de las organizaciones monetarias como el FMI, el Banco de Inglaterra o el Dow Jones, en referencia a su Sustainability Index (DJSI), cuyo informe anual acaba de publicarse. En este análisis, que lleva 20 años haciéndose, se analizan los factores económicos, ambientales y sociales de más de 2.500 empresas, aunque sólo escogen a las 300 socialmente más responsables.
El futuro pasa por una inversión más ética
“El futuro pasa por una inversión más ética, tanto a nivel público como privado”, apunta Gay de Liébana. Eso sí, cree que algunos gobiernos lo van a tener más complicado que otros a la hora de llevar a cabo una transición tanto hacia la economía verde como azul porque “tienen déficit público crónico que hará complicada la inversión el mundo sostenible para crear nuevos empleos”.
No obstante, el economista ha destacado el papel de Alemania en la economía verde. Angela Merkel, canciller alemana, ha anunciado que destinará 54.000 millones de euros en un plazo de cuatro años para acelerar la economía verde y responder a la demanda creciente de la opinión pública. “De esta manera, y gracias al superávit de las finanzas alemanas, Merkel puede anticiparse a la migración laboral que va a suponer la inversión en el sector medioambiental”.
De acuerdo con los objetivos que persigue Alemania, adquiridos el compromiso de la Cumbre de París de 2015, las compañías tendrán que ponerse las pilas: el sector energético debe reducir las emisiones de gases de efecto invernadero un 61% en 2030, la vivienda un 66%, la movilidad un 40% y la agricultura un 33%.
La financiación y el desarrollo de la economía sostenible
La inversión en los nuevos proyectos será ética o no será, como indica el economista Gay de Liébana, por ello hay que apostar por desarrollar sistemas económicos que apuesten por la innovación y el desarrollo de la economía sostenible con el respaldo de los entes públicos y privados. Por ello, Jean-Louis Chaussade, directivo de la eléctrica Suez, insistía en la cita climática de la ONU en Nueva York en que “se puede hablar todo lo que se quiera de sostenibilidad, pero no se puede hacer sin un respaldo financiero sustancial”.
Desde Banco Santander apoyan diversas iniciativas relacionadas con este tipo de economías como la celebrada en Andalucía en 2018: Innovazul. Un foro de profesionales internacionales donde se intercambian experiencias y se exponen avances en los sectores marinos: puertos, logística, energías renovables marinas o bioproductos marinos.
La entidad española, además, ha sido reconocida por el DJSI como el banco más sostenible del mundo y es líder en Europa por segundo año consecutivo. Banco Santander ha obtenido 86 puntos sobre 100 y la máxima calificación en áreas como política fiscal, protección de la privacidad, información medioambiental, ciudadanía corporativa y filantropía, e inclusión financiera.
Santander es uno de los líderes mundiales en financiación de proyectos sostenibles, tras haber movilizado cerca de 50.000 millones de euros entre 2015 y 2018. Además, en 2018 el banco proporcionó educación financiera a más de 360.000 personas en todo el mundo y apoyó a más de 270.000 micro emprendedores en América Latina. Santander es, además, la empresa que más invierte educación en todo el mundo, según la fundación Varkey, después de destinar en 2018 121 millones de euros a becas y convenios universitarios.
En julio de 2019, Santander anunció sus compromisos de banca responsable con diez objetivos para contribuir a los Objetivos de Desarrollo Sostenible de las Naciones Unidas. Los objetivos incluyen un nuevo compromiso para facilitar más de 120.000 millones de euros en financiación verde entre 2019 y 2025 y promover la inclusión financiera de más de 10 millones de personas en el mismo periodo mediante la expansión de las operaciones de microfinanzas del banco, programas de educación financiera y otras herramientas para proporcionar acceso a servicios financieros.
“Hemos cumplido con nuestra misión de contribuir al progreso de las personas y empresas, impulsando activamente el crecimiento inclusivo, apoyando la creación de empleo y el empoderamiento financiero y luchando contra el cambio climático apoyando la transición a la economía verde. Sin ser complacientes, avanzaremos sobre estas sólidas bases, ya que sabemos que queda mucho por hacer”, ha señalado la presidenta Ana Botín.
El compromiso con el medio ambiente
España está en el puesto 21 de 162 en términos de desarrollo sostenible, por detrás de Suecia o Dinamarca, por ejemplo, que lideran el ranking elaborado por la Fundación Bertelsmann y la Red de Soluciones para el Desarrollo Sostenible (SDSN). Concretamente, nuestro país ha tenido una puntuación del 77,5% y los mejores resultados los ha obtenido en los sectores de agua limpia y saneamiento, así como energía asequible y no contaminante.
En España, uno de los proyectos más aplaudidos y valorados por los consumidores conscientes relacionados con la economía azul, es Ecoalf. Una marca de moda creada por el empresario Javier Goyeneche que basa el eje central de su producción textil en el reciclaje de redes pesqueras y los deshechos marinos que, tras su recogida, se transforman en hilo de primera calidad para confeccionar prendas y accesorios.
H&M, por su parte, posee una línea sostenible bajo el nombre de Conscious Collection hecha a base de algodón orgánico, tencel, poliéster reciclado, el piñatex –procedente de las hojas de la piña–, el Bloom, un tejido que proviene de los residuos de las frutas cítricas.
Precisamente, a partir de la piel de las naranjas, Don Simón –que firmó un convenio con la Junta de Andalucía para reducir los gases de efecto invernadero– ha conseguido que su planta de producción de Huelva sea prácticamente sostenible gracias a la generación de energía alternativa: el biogás. Uno de los retos que posee actualmente, es producir sus envases de manera ecológica a partir, precisamente, de los residuos cítricos, aunque en la actualidad con ellos producen pellets de consumo animal y aceites esenciales.
Esto último iría en línea con la corriente de la economía azul defendida por Gunter Pauli, creador de Ecover, una empresa ecológica pionera considerada modelo mundial que siempre ha defendido la economía verde. Sin embargo, en los últimos años, ha apostado de manera férrea la economía azul dejando de lado la verde porque considera que la verde se ha convertido en la producción de bienes y servicios para los más adinerados de la sociedad.
En su libro ‘Blue Economy’ apuesta por la emulación de los ecosistemas naturales para ser eficientes y rechaza de manera frontal la “actitud elitista” de la economía verde que ofrece productos ecológicos sostenibles, pero convertidos en negocio. No obstante, la realidad es que la economía, ya sea verde o se azul, debe ser siempre sostenible.
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