Uno de los mossos acosado por sus mandos, obligado a dejar el Cuerpo por las secuelas psicológicas
La Generalitat paga el abogado a los presuntos acosadores y les libra de la fianza hasta el juicio que tendrá lugar en junio
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Tres meses antes del juicio que sentará en el banquillo a varios de sus mandos, uno de los cinco mossos víctimas de acoso laboral en la Unidad ARRO de Tarragona se ha visto obligado a entregar su arma y su placa debido a las secuelas psicológicas derivadas de su situación. Entre tanto, sus presuntos acosadores han visto cómo el Cuerpo de Mossos d’Esquadra archivaba todos los expedientes en su contra y siguen en sus puestos de trabajo.
El Gobierno de la Generalitat paga los abogados de los acusados y les libra de depositar cualquier fianza hasta que se celebre la vista oral. Las víctimas han aguantado como pueden, cambiando de destino o con bajas psicológicas temporales, humillados y acosados presuntamente por sus mandos y abandonados por el Cuerpo y la Generalitat.
Carlos, hasta ahora, es el peor parado de esos cinco mossos que han sufrido el acoso. Desde hace unos días ya no es policía, es un civil. Ha sido incapacitado de forma permanente y absoluta por los problemas psicológicos que acarrea debido al acoso permanente sufrido.
Esta semana, Carlos recibió una llamada oculta en su teléfono. Él ya lo esperaba, pero confiesa que fue un momento muy duro. Le citaron el jueves a las 11 en la comisaría de Salou para entregar su arma, su placa y su carnet profesional. Colgó y le dijo a su mujer: «Ya soy civil». Carlos teme que ahora ella, mosso d’esquadra también, sufra represalias.
Carlos no fue solo a su cita, 10 compañeros le arroparon durante el camino hasta la puerta de la comisaría y dos de ellos le acompañaron hasta el despacho. A las 11:00 horas entregó su pistola, los cargadores, su placa y su carnet profesional.
El trámite duró 30 minutos. Un instante para liquidar 25 años de trabajo al servicio de los ciudadanos en los que recibió felicitaciones oficiales y condecoraciones por salvar vidas o por su actuación en los atentados que sacudieron Cataluña en agosto de 2017. Luego, Carlos se despidió de sus compañeros y se fue a casa buscando refugio: «Siento que me han arrancado una parte de mi vida, de mi identidad. Yo me hice policía, no funcionario, pero en este Cuerpo, para evitar expedientes, tienes que ser funcionario y mirar para otro lado». Han sido años de sufrimiento debido al acoso, lo dicen los informes, pero Carlos asegura que va a seguir luchando para volver a ser policía.
El mosso recuerda el origen de la situación que vive ahora, fue tras los graves incidentes ante la sede de la Consejería de Agricultura en Reus el 24 de octubre de 2009. La manifestación del sindicato Unió de Pagesos desembocó en graves altercados y todos los mossos de los ARRO acabaron lesionados, algunos de gravedad. Carlos y otros heridos se quejaron por conducto oficial de la planificación del operativo por parte del sargento responsable. Aunque en una reunión con el intendente máximo de los Mossos en Tarragona, los mandos admitieron los «errores manifiestos de planificación», no hubo repercusiones para el sargento pero sí para los denunciantes.
Carlos recuerda cómo a partir de este momento, los sargentos dejaron de asignarles horas extraordinarias reduciendo su sueldo mensual. Recuerda que les prohibieron usar prendas de abrigo cuando tenían servicio a la intemperie. Todavía le duelen las humillaciones que sufrieron ante el resto de compañeros y cuenta cómo les denegaron todos los permisos de asuntos propios. Carlos recuerda que fueron años terribles: «Llovían expedientes por cualquier motivo, ya fuera la ausencia de cualquier trámite o papeleo o por no hacer ejercicio físico al máximo nivel aunque estábamos lesionados por nuestro trabajo en la calle».
Los mandos decidieron reunir a las cinco víctimas en el mismo grupo de trabajo, en el mismo furgón policial, para dirigir todas las críticas y reproches hacia su grupo. Cuando los acosados acudían a las reuniones de la unidad se encontraban con que alguien les había caricaturizado de forma insultante en la pizarra de la sala. Si se trataba de felicitar a la unidad por su trabajo de la semana, previamente los mandos expulsaban a los acosados de la reunión. «No vamos a parar hasta que os vayáis de aquí», asegura Carlos que les dijeron.
Carlos recuerda que el acoso seguía fuera del ámbito laboral. Los acosados recibían insultos en los chats de los policías. Alguno escribió que las víctimas «hacían horas extras para comprar bragas a sus mujeres». Les acusaban de simpatizar con el Partido Popular, y también les recriminaban hablar en castellano.
No recibieron ayuda de sus mandos, ni del Cuerpo, Carlos lo explica así: «sentíamos una impotencia tremenda y un aislamiento absoluto. Si no llegamos a estar unidas las víctimas, alguno se habría pegado un tiro». Lo que no consiguieron los delincuentes ni los terroristas terroristas, lo lograron sus mandos. El acoso constante hizo mella y la voluntad de los cinco mossos empezó a quebrarse.
En 2010 empezaron a recibir tratamiento psicológico. Sufrían ansiedad y depresiones, fue la primera vez que cogían bajas por salud mental. Carlos recuerda cómo el forense imparcial del juzgado de instrucción Tarragona y su asistente especialista en psiquiatría dictaminaron que «las secuelas concordaban con una situación de hostigamiento laboral prologada en el tiempo».
Carlos admite que todo esto le repercute en su vida personal. Le hace sentir mal padre y mal marido. Ahora, Carlos está ingresado en un hospital de día: «gracias a mi familia, amigos y a los médicos de salud mental, hoy por hoy, estoy vivo».
El juicio contra los tres mandos tendrá lugar dentro de tres meses. Carlos espera que se haga Justicia y se reconozcan los hechos por los que la juez de instrucción ha procesado y llevado al banquillo a dos sargentos y un inspector de los mossos. También tiene dudas: «Lo han intentado archivar tres veces, los acusados han presentado algún testigo muy dudoso que debía favores a estos mandos y ahora se los devuelve acusándonos en falso a las víctimas, incluso ha declarado que cuando estábamos en la Unidad se sentía intimidado por nuestra mirada». Más de una treintena de mossos se han presentado para declarar a favor de las víctimas, la juez ha establecido que con una veintena ya es suficiente.
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