El sargento agredido en Alsasua: «Esa sensación de odio y rencor por ser guardias civiles nunca la había tenido»
El sargento de la Guardia Civil que fue agredido en la localidad navarra de Alsasua en la madrugada del 15 de octubre de 2016 junto a un teniente y las novias de ambos ha asegurado este martes durante el juicio en la Audiencia Nacional que «la sensación de odio y rencor» que sintió aquel día «por ser guardias civiles» no la había tenido «nunca».
«Estoy acostumbrado a situaciones violentas y estrés, pero esa situación nunca la he vivido. Pero temí por mi vida porque estábamos en inferioridad. Esa sensación de odio y rencor por ser guardias civiles nunca la he tenido», ha explicado en respuesta al fiscal José Perals.
El sargento de la Benemérita, que tenía 33 años cuando sucedieron los hechos y llevaba sólo unos 20 días destinado en Alsasua, ha reconocido a siete de los acusados como participantes directos en la paliza, mientras que a la octava, Ainara Urquijo, la ha responsabilizado de una amenaza que le profirió a su novia, a quien dijo: «Esto es lo que vais a tener cada vez que vengáis».
Concretamente, opina que Jokin Unamuno fue el que «lo empezó todo» porque entró en el bar Koxka y se dirigió hacia él para decirle algo en un tono «amenazante», aunque no recuerda el qué. Después de la paliza le identificó ante los agentes de la Policía Foral que acudieron al lugar.
Fácilmente reconocibles
El sargento supone que si Unamuno –que iba acompañado de la menor cuya imputación está pendiente en la Fiscalía de Menores de la Audiencia Nacional– fue directamente hacia él es porque «sabía» que el teniente y él eran guardias civiles. «Es un pueblo chico. Somos fácilmente reconocibles», ha explicado.
De Adur Ramírez, ha dicho que propinó puñetazos al teniente. De los ocho acusados, Ramírez ha sido el único que afirmó en su interrogatorio que no estuvo en el lugar de los hechos y de que se enteró de todo lo que había ocurrido al día siguiente.
Sobre Ohian Arnanz, ha mencionado que daba golpes «como si fuera conocedor de artes marciales». De hecho, ha comentado que después se enteró de que frecuentaba un gimnasio de la localidad en el que se impartían ese tipo de clases.
A ese mismo gimnasio, ha dicho el sargento, acudía un compañero del Instituto Armado, pero después de la agresión tuvo que dejarlo porque el propio dueño le adviertió de que allí «se enseñaba a pegar a guardias civiles».
En cuanto a los demás acusados, el sargento ha identificado a todos como responsables de golpes y patadas. Aunque el teniente ha dicho en su testimonio previamente que no recordaba si Aratz Urrizola, Iñaki Abad y Julen Goicoechea participaron, el sargento sí los ha reconocido.
En opinión del sargento, que ocupaba el puesto de comandante del acuartelamiento de Alsasua, los hechos ocurridos en el bar Koxka en octubre de 2016 no fueron «casuales» y considera que todo «estaba un poquito premeditado».
Clima de hostilidad
Según su testimonio, cuando llegó a Alsasua en 2016 era «consciente de que había un clima de hostilidad hacia las fuerzas y cuerpos de seguridad» y también le avisaron de que «tuviera cuidado» en la vida que hiciera fuera de servicio y que «no frecuentara ciertas zonas», sobre todo en el casco antiguo, que «frecuentaban los jóvenes más radicales, abertzales».
El sargento ha corroborado la versión del teniente del suceso que ocurrió días antes de la agresión, en concreto el 12 de octubre, durante la misa organizada por la Guardia Civil en el Convento de los Capuchinos. Según su testimonio, un grupo de jóvenes se colocó frente a la entrada y algunos vecinos advirtieron a los agentes de que estaban allí para «intimidar», por lo que salieron «unos cuantos guardias y les invitamos a abandonar el lugar».
El sargento ha explicado que continúa destinado en Alsasua porque no puede pedir el cambio antes de dos años, pero ha lamentado que el «clima de hostilidad» continúa, también hacia otros compañeros, y que apenas hace vida en la localidad, no sólo por él, sino por su novia y por la hija de ambos, que tiene pocos meses.
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