Fue el Clásico baño del Barcelona en el Bernabéu. Como en los peores tiempos del Real Madrid, a la altura de aquel 0-5 de Cruyff o del 2-6 del Barça de Messi. En 45 minutos el equipo de Flick destrozó al de Ancelotti con un doblete de Lewandowski y otros dos goles de Lamine Yamal y Raphinha. Calamitoso partido de Mbappé, que queda señaladísimo en el Clásico tras cometer nueve fueras de juego y desperdiciar dos clarísimas ocasiones de gol. El Barça ya mete seis puntos de ventaja al Real Madrid, que son siete virtuales por la diferencia de goles particular.
No hubo sorpresas en los onces. Normal. El Clásico nunca es un partido propicio para sufrir un ataque de entrenador y tanto Ancelotti como Flick ya tienen el culo pelao. Mejor ser previsible y perder que intentar inventar la pólvora y que te estalle en la cara. En el Real Madrid, sin Rodrygo ni Courtois, Lucas era el lateral derecho y jugaban los cuatro centrocampistas favoritos de Carletto (y ninguno es Modric). En el Barcelona, los mismos que golearon al Bayern en un resultado más engañoso que una promesa de Pedro Sánchez.
Había runrún en el Bernabéu porque el Real Madrid es capaz de jugar bien, mal y regular en el mismo partido y porque de las tres estrellas del equipo –Bellingham, Mbappé y Vinicius– sólo el brasileño ha lucido hasta ahora. El inglés ha cerrado en seco la manguera de los goles y Mbappé aún no sabe si está en París, en Madrid o en Estocolmo. La remontada exprés ante el Dortmund había animado un poco a una parroquia madridista que se aburre más que una influencer en una biblioteca.
Llegaba el Barcelona, un equipo imponente que se ha inventado Hansi Flick en un decir amén. Todo lo contrario que el Real Madrid: un colectivo de jugadores comprometidos, solidarios, intensos y atrevidos que convierten cada partido en un tiroteo del oeste. En Liga sólo la mácula de Pamplona el día que el entrenador quiso jugar con el filial y salió corneado de El Sadar. El resto de partidos, goleada tras goleada con un juego con menos ADN pero más entretenimiento.
¿Favorito? Por jugadores y por el efecto Bernabéu, el Real Madrid. Por juego colectivo, por dinámica y por entrenador, el Barcelona. O sea, que ninguno. En esas y otras reflexiones sorprendiome el pitido inicial de Sánchez Martínez que descorchaba el Clásico del Bernabéu. Que nació con una ocasión clamorosa que falló Mbappé como si fuera el mismísimo Higuaín. Se plantó solo ante Iñaki Peña y la echó fuera por el palo corto. Por suerte para él estaba en fuera de juego.
Presión a dos bandas
La ocasión espoleó al Bernabéu y a un Real Madrid que salió sin complejos. Adelantó la defensa y dispuso algo parecido a una presión alta en el inicio de la jugada. Pagó el Barcelona a los de Ancelotti con la misma moneda. El Clásico pasó a estar dividido y sin dueño. Hubo que esperar hasta el minuto 11 para que Mbappé tuviera otra ocasión tras un mal despeje de Cubarsí. Le quedó la pelota a 35 metros de la portería e intentó una vaselina que le salió defectuosa. Igual le ocurriría en la siguiente jugada a Lamine Yamal, que se entretuvo delante de Lunin. Intentó una vaselina a lo Raúl que, igual que le solía ocurrir al madridista, se le quedó corta.
Llegó luego un gol interruptus de Bellingham que sacó sobre la línea Iñaki Peña y que, por enésima vez, partía de Mbappé en fuera de juego. Ese fue su hábitat natural en el primer cuarto de hora de Clásico porque la defensa adelantada de Flick le estaba haciendo la vida imposible. En el 20 se asomó Raphinha al Clásico con un disparo dede la frontal que se le fue arriba cuando tenía un par de compañeros solos.
Luego Vinicius falló la ocasión más clara del Clásico tras una buena maniobra individual que le permitió plantarse en el área pequeña. Tenía a Mbappé esperando la asistencia, pero tenía un tiro tan sencillo y franco que la echó fuera. El Barcelona seguía jugando a la ruleta rusa con el fuera de juego pero nunca le salía la bala.
Mbappé, en fuera de juego
Nos asomábamos a la media hora cuando un disparo de Pedri mal despejado por Lunin provocó que Fermín diera un pase de la muerte que abortó muy bien colocado Militao. Y en la jugada de vuelta, por fin, Mbappé tiró su séptimo desmarque y el primero en el que no salía de posición de fuera de juego. O eso parecía. Marcó un golazo con elegancia y suficiencia al picarla por encima de Iñaki Peña, pero allí apareció el VAR para anulárselo por una rodilla.
El Bernabéu ahogó la celebración y a Mbappé se le puso cara de tortuga. El Barcelona, mientras tanto, seguía a lo suyo: presionar y poner la línea defensiva en el centro del campo. Pasaban los minutos y tenía pinta de que nos íbamos a ir al descanso con un impensable 0-0. Pero ocurrió lo inesperado y el Clásico abrochó su primer acto sin goles. Fueron 45 minutos intensos, con más pizarra que imaginación, con dos equipos concentrados, 45 minutos, digo, que se pasaron volando a pesar de que no vimos un solo gol y apenas un par de ocasiones claras.
Regresamos y al Real Madrid se le atragantó el bocadillo. Flick metió a De Jong por Fermín y situó a Pedri de mediapunta. El Barcelona se adueñó de la pelota y arrinconó a los de Ancelotti. Le duraba poco la pelota a los bancos y los azulgranas se multiplicaban como gremlims pasados por agua. Jugaba con fuego el Madrid y acabó quemándose en el 53. El fuego lo prendió Lewandowski, que no perdonó ante lunin para aprovechar un magnífico pase de Casadó y una tremenda cantada de Mendy, que se quedó enganchado y rompía el fuera de juego.
Dos zarpazos de Lewandowski
Quedó tocado el Real Madrid, que pasó a hundido dos minutos después cuando de nuevo Lewandowski cabeceó bombeado un centro medido de Balde que no llegaron a tapar ni Lucas Vázquez en el repliegue ni Militao en el salto. Pues nada: 0-2 en poco más de dos minutos y el Clásico de Bernabéu más que encarrilado para el Barcelona.
Con media estocada y su equipo hundido Ancelotti decidió sacar a Modric por Tchouaméni. Cambio ofensivo y arriesgado, pero poco más tenía que perder el Real Madrid. Bueno, siempre podía perder la confianza de un Mbappé negadísimo, que malogró un buen pase de Vinicius en el mano a mano ante Iñaki Peña. Flick metía a Dani Olmo por Casadó. Un minuto después tuvo el Barcelona el 0-3 en las botas de Lewandowski, que falló el gol más claro de su carrera deportiva al estrellar contra el poste un pase de la muerte de Raphinha en el área pequeña cuando ya no había ni portero.
El Clásico ya era un correcalles en el que las ocasiones se sucedían en las dos áreas. Primero fue Lewandowski el que la echó arriba en el mano a mano y luego Bellingham en boca de gol y Mbappé otra vez en la parte central del área. Lo del francés en el Clásico era para hacérselo mirar: no se podían fallar más goles. Llegaría después lo peor porque el Barcelona empezó a burrear al Real Madrid. Pitaba el Bernabéu, indignado como un comprador de AliExpress entre lo que prometía la foto del equipo y lo que ven cada domingo en el estadio.
Un baño histórico
La cosa, por supuesto, fue a peor para el Real Madrid. El equipo se desordenó y bajó los brazos y el Barcelona lo aprovechó. Lamine Yamal hizo el tercero en una contra que aceleró Raphinha y que el joven internacional español puso en la escuadra de un Lunin transparente. El Bernabéu pasó de los pitos a la deserción masiva. La gente ya no aguantaba más a un equipo insoportable falto de fútbol, de carácter y de liderazgo.
Tras el tercero, ya en el 84, llegó el cuarto. Lo marcó a la contra Raphinha, que ganó la espalda a Lucas Vázquez, el único que defendía, y luego le hizo una vaselina a Lunin, que salió a destiempo como todo el partido. Se consumaba así la tragedia para un Real Madrid que se queda a seis puntos del Barcelona, que son 7 con la diferencia de goles. Una derrota que dejará huella en la casa blanca y a varios señalados, entre ellos Ancelotti y el mismísimo Mbappé, que van a tener por delante un par de semanas muy pero que muy largas.