Un solitario gol de Tchouaméni, que se envenenó tras tocar en Morlanes, dio al Real Madrid un triunfo trabajado ante el Mallorca que le deja la Liga aún más encarrilada. Tras un primer tiempo espantoso los blancos aceleraron en la segunda mitad y el equipo de Aguirre acusó el cansancio físico y anímico de la final de Copa. Ancelotti dio descanso a cinco titulares para el partido del Etihad y la entrada de Vinicius en la última media hora termino de sentenciar al equipo balear.
Entre City y City un Mallorca. El Real Madrid rendía visita al subcampeón de Copa, que aún se lamía las heridas de los penaltis ante el Athletic, con un once plagado de suplentes. O de rotaciones. O de cambios, a gusto del consumidor. Descansaban Carvajal, Kroos, Camavinga, Vinicius y Rodrygo, cinco de los diez jugadores de campo que serán titulares en el Etihad, y entraban en su lugar Lucas, Modric, Brahim y Joselu. El casting de compañero de Rüdiger en el centro de la defensa era para Nacho, con Militao calentando banquillo para salir en el descanso por el alemán.
Con sus cambios el once del Real Madrid era de confianza como un escolta de la Casa Real. Jugaban once internacionales: Lunin; Lucas, Rüdiger, Nacho, Mendy; Tchouaméni, Modric, Fede Valverde, Bellingham; Brahim y Joselu. Enfrente Javier Aguirre tenía por delante la labor de resucitar a un Mallorca hundido en el ánimo que tocó la Copa con los dedos y sintió como se la arrebataban desde los once metros. Y eso fue justo hace una semana.
La gran recesión de Bellingham https://t.co/IKLucY9HYX
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Arrancó el partido previo homenaje de Son Moix a los finalistas de La Cartuja. Dominó de salida el Real Madrid y replegó el Mallorca. Lo previsto, vamos. Eso sí, los blancos bailaban al ritmo pausado de Modric como un abuelo que lleva a su nieto de la manita. Los blancos no eran una faja para los locales, eran una camiseta ancha y vieja: no apretaban y dejaban que corriera el aire.
Pausa en Mallorca
El partido era el canto de una ballena: lento, desagradable y sin ritmo. Sólo Joselu parecía con ganas de presionar en el Real Madrid. Al Mallorca un empate le sabía al cabello de ángel con el que se rellenan las ensaimadas. El planteamiento ultradefensivo de Javier Aguirre no invitaba al espectáculo sino al pragmatismo.
Casi un cuarto de hora se nos consumió sin un tiro a puerta que llevarnos a la boca. A los puntos ganaba el aburrimiento y después Javier Aguirre. El Real Madrid no parecía tener prisa por encarrilar un triunfo que podría ser balsámico antes del Clásico. El Mallorca era una legión romana, todo orden y disciplina.
Me gustaría contarles una ocasión pero mi ética profesional no me permite mentir. Ni Rajkovic ni Lunin le habían quitado el precinto a los guantes. Sí que lo hizo el portero del Real Madrid justo a la media hora de partido tras un cabezazo de Raíllo subido a la espalda de Nacho a la salida de un córner. Despejó con apuros el ucraniano. La ocasión picó al Madrid, que se asomó al área del Mallorca con una maniobra individual de Bellingham, que finalizó con un disparo bombeado que se estrelló en el larguero.
El minuto de oro del partido, con dos tiros a puerta seguidos, dio paso otra vez al insoportable tedio. Pero como no hay mal que cien años dure, el descanso cambió tedio por merienda. Regresamos del entretiempo con una ocasión de Bellingham, que tiró raso y flojito desde la frontal para que Rajkovic atrapara abajo sin agobios.
El churro de Tchouaméni
A la segunda y sin merecerlo sí que llegó el Real Madrid. Fue tan churro como el partido. Lo marcó Tchouaméni, que tiró desde el aeropuerto, rebotó en Morlanes y cogió una comba imposible para colarse casi por la escuadra. Rajkovic hizo la estatua y se quedó de piedra. Como él Javier Aguirre y Son Moix en pleno.
Con la lata abierta y el partido perdido a Aguirre le tocaba mover ficha y poner dos puntas. Aparecieron los espacios y con ellos Brahim, que se plantó en el área en el 54 para fusilar a Rajkovic. Su disparo le salió demasiado centrado y lo desvió abajo el meta del Mallorca. El técnico balear metió de golpe a Abdón Prats, ídolo local, Omar Mascarell y Darder.
Se rompió el partido y perdonó primero el Mallorca en una contra que finalizó Abdón y rechazó Nacho con el trasero y luego Brahim, que quiso meterse con la pelota controlada en la portería en lugar de rematar a placer desde el área pequeña. A Ancelotti se le puso cara de pez globo. Y metió de golpe a Vinicius por Brahim y a Camavinga por Bellingham. La pitada de Son Moix al brasileño fue monumental.
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Vinicius respondió a los pitos con dos acciones individuales en las que enseñó sus poderes. Su salida agitó el partido y terminó de desarbolar a un Mallorca tocado. Un disparo lejano de Darder en el 78 obligó a volar a Lunin para despejar a córner. Respiraba Ancelotti. Caían los minutos y el duelo seguía roto. Calentaba Militao para los minutos postreros, demasiado pocos para que sea titular en el Etihad.
Transcurrieron los minutos finales con algún que otro sobresalto para el Real Madrid. Metió Ancelotti a Carvajal por Modric para que el croata se llevara la ovación de Son Moix. También Militao, que jugó apenas el tiempo añadido. El Madrid acabó pidiendo la hora con tres centrales, protegiendo una victoria fea pero necesaria para no abrir la puerta de la Liga a un Barcelona que nunca es un buen enemigo.
Lo de la Champions de la semana que viene ya será otra historia. Y se la contaremos, si Dios quiere.