Juan Villalonga: ¿Y si el fútbol tomara nota de la NBA?
El fútbol, deporte rey que moviliza multitudes y desata pasiones intensas, quizá podría mirar de reojo al baloncesto para aprender algo en cuanto a organización y optimización del rendimiento. La NBA, más que la mejor liga de baloncesto del mundo, es un auténtico laboratorio deportivo del futuro.
Aquí algunas lecciones que el fútbol podría adoptar sin dudarlo: en la NBA, la contratación de preparadores físicos, nutricionistas, fisioterapeutas y analistas es responsabilidad de la franquicia, no del entrenador de turno. Esta política garantiza continuidad, estabilidad y evita la constante rotación de este personal clave, cada vez que hay un cambio de técnico, una práctica aún demasiado común en el fútbol.
En la NBA, los roles están bien definidos: los entrenadores dirigen y los preparadores físicos maximizan el rendimiento del jugador y minimizan el riesgo de lesiones. En el fútbol, en cambio, a veces se difuminan funciones y el preparador físico termina diseñando ejercicios con balón como si fuera el entrenador. Una mayor especialización beneficiaría a todos. Y quizá, con suerte, hasta a los resultados.
La NBA lidera la vanguardia tecnológica. Utilizan sensores, cámaras, algoritmos y, probablemente, algún satélite para monitorizar hasta los pasos de LeBron antes de dormir. Si bien el fútbol ha avanzado en este aspecto, aún está lejos de ese nivel de obsesión por el dato. Es significativo que muchos inversores en estas franquicias provengan de la industria tecnológica, aportando una visión empresarial innovadora que complementa la emoción del juego. Esto se refleja en sus retransmisiones, como el NBA Pass para gafas VR, o en sus estadios, como el Intuit Dome, posiblemente el más avanzado tecnológicamente del mundo, sin olvidar el uso masivo de tecnología en el rendimiento deportivo individual.
En la NBA, si un jugador no ha descansado bien o muestra fatiga, se reduce su tiempo en cancha. Se toman el descanso muy en serio. En cambio, en el fútbol —lamentablemente—, aún persiste la idea de que descansar es para débiles. Quizá convendría darles a conocer las últimas aseveraciones de científicos de renombre asegurando que dormir es el nuevo entrenamiento, pero sin sudar.
En la NBA, los jugadores son considerados activos estratégicos, no piezas reemplazables de una máquina. Se invierte en su bienestar mental, físico y emocional. En el fútbol, este cambio de mentalidad aún cuesta. Muchos clubes operan bajo la filosofía de los años 90: «¿Estresado?”, «¡Corre más, se te pasará!».
En una franquicia de la NBA, la comunicación entre departamentos es fluida. El fisioterapeuta no se entera de una lesión por los medios. Analistas, técnicos y médicos comparten datos, ideas y estrategias. En el fútbol, a menudo parece que cada equipo trabaja aislado. Luego, la sorpresa llega cuando un delantero juega con molestias y se lesiona gravemente. Y entonces nadie vio venir el drama que llevaba semanas cojeando.
Finalmente en la NBA los jugadores viajan en la mejor clase disponible y el avión es de la franquicia mientras que en nuestro fútbol los jugadores van en turista y los directivos ocupan las plazas más cómodas —como debe de decir algún protocolo no escrito… pero bien cómodo. A veces, la clave del progreso no está en inventar, sino simplemente en observar y aprender con humildad de otros modelos exitosos.
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