Català-Roca, el fotógrafo de mirada sabia que retrató una España que ya no existe expone en Madrid
La sala de fotografía de la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando acoge una selección de obras de Francesc Català-Roca que forman parte de las colecciones de la Academia. Se exponen, además, otras obras del fotógrafo procedentes de colecciones privadas.
El académico y foto-historiador Publio López Mondéjar explica que la muestra de Francesc Català-Roca (Valls, 1922-Barcelona, 1998) se enmarca en el contexto del primer centenario de su nacimiento. Considerado unánimemente como el gran maestro de su generación, «constituyó el puente decisivo entre la vanguardia de la anteguerra representada por su padre Pere Català Pic (1889-1971) y la nueva vanguardia documental, que él mismo encabezó en la frontera de los años cuarenta y cincuenta».
Detalla, además, que se trata de un artista de la fotografía «que es dueño de un sólido dominio de su oficio, que aprendió desde niño en el laboratorio familiar, heredó del padre su talento y la audacia formal para componer sus imágenes».
Català-Roca también estuvo inmerso en la escritura. De hecho, explica el historiador que comenzó a publicar en los años cincuenta, algo que muestran a «un profesional riguroso, que supo aunar un profundo conocimiento de la técnica y una inabarcable capacidad creativa, en una obra en la que parece primar el poderoso instinto visual, la vehemencia y la certera percepción de lo real sobre cualquier veleidad o voluntad de estilo».
Con el tiempo, Català-Roca dirigió su mirada segura hacia los detalles decisivos de las cosas, con la pretensión de comunicar su propia visión de la realidad. Sólidamente instalado en las gradas de la certeza, siempre sintió una profunda seguridad en la validez de sus propias percepciones, y ésta fue probablemente la característica esencial de su fotografía; la que le permitió colocar la cámara en lugares nunca antes frecuentados y alcanzar la eficacia formal de sus prodigiosos picados y contrapicados, que aprendió a dominar desde niño.
Una fotografía que marcó el definitivo final de la puerilidad tardopictorialista de aquellos años oscuros, que supo fijar como nadie en la edad eterna de sus fotografías, llenas de sabiduría y de humanidad.