El apego entre madre e hijo. Todo lo que necesitas saber
Desde el momento que es engendrado, el bebé establece un vínculo afectivo con su madre que luego, por regla general, se incrementa y refuerza al nacer pues encuentra en esa la seguridad, el cariño y la protección que necesita. No obstante, hay que tener en cuenta dos cosas: primero, que no siempre es el mismo en todos los casos entre las dos citadas partes y segundo, que se va a sustentar en lo que es el apego.
¿No sabes a qué nos estamos refiriendo? Sigue leyendo y lo descubrirás:
¿Qué es el apego?
En primer lugar, lo que hay que saber es que el apego viene a ser ese vínculo o relación emocional que empieza a forjarse durante las primeras semanas de vida del recién nacido con respecto a su madre y que se sustenta sobre estos pilares:
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Consigue que el bebé se sienta protegido, feliz, tranquilo y seguro.
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Se considera que viene a ser un vínculo perdurable entre esas dos personas, madre e hijo.
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Los expertos en psicología coinciden en subrayar que el apego se convertirá en la base de las posteriores relaciones que el menor irá forjando con otros individuos a lo largo de su vida. Es decir, se determina que si ese apego entre el pequeño y su progenitora no existe o es mínimo, eso le traerá consigo problemas de tipo conductual e incluso afectivo con otras personas. Mientras, si la relación entre ambos es positiva, cariñosa y estrecha, existen muchas más probabilidades de que, conforme va creciendo, comience a establecer relaciones emocionalmente óptimas con los individuos que van apareciendo en su vida.
Tipos de apego
Además de todo lo expuesto, es importante saber que existen fundamentalmente tres tipos de apego entre madre e hijo:
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Apego ansioso-ambivalente. Este se define por ser el que lleva a que el pequeño tenga dos clases de actitudes diferentes con respecto a la adulto. Así, por un lado, buscará estar a su lado y sentirá angustia cuando su madre no esté cerca pero, por otro lado, mostrará resistencia y se enojará al tenerla a su alrededor.
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Apego seguro, que es el que se produce cuando la mamá es muy sensible a las necesidades de su hijo, le transmite confianza, le ayuda cuando lo requiere, le muestra su cariño…Todo eso da como resultado que el menor sepa que la adulto es su puntal de seguridad, la persona junto a la cual está protegido. Se considera que los niños que disponen de este tipo de apego con sus progenitoras se convierten en adultos positivos, agradables, cálidos en el trato e incluso capaces de establecer relaciones con otras personas muy satisfactorias.
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Apego inseguro. Bajo este nombre se encuentra el tipo de vínculo que desarrollan los pequeños que, cuando se sienten angustiados, no buscan a sus madres, pues muestran interés en descubrir el mundo por su cuenta ya que no encuentran en esas la “confianza” o la protección que necesitan. Esta circunstancia se cree que dará como resultado que cuando sean mayores se convertirán en individuos con bastante inseguridad hacia los demás, que desconfiarán, que mantendrán siempre una actitud de distancia con el resto y que evitarán, por temor, la intimidad en toda su extensión.
¿Cómo fortalecerlo?
Si tú vas a ser madre próximamente o si ya lo eres, seguro que estás pensando, después de leer todo lo expuesto, que te gustaría tener una óptima relación de apego con tu hijo, para ayudarle a crecer de manera más feliz y para que podáis disfrutar los dos de una relación estrecha y fuerte. ¿Cómo poder lograr qué ese vínculo afectivo sea sólido y positivo? Llevando a cabo acciones tales como las que te damos a conocer a continuación:
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Acometiendo lo que los profesionales de la psicología, como el Doctor Eduardo R. Hernández (Terapeuta de la Conducta Infantil), denominan experiencias de vinculación. Se trata de acciones que deben llevar a cabo las madres en relación a sus pequeños, tales como acunarles, cantarles, besarles, acariciarles, mirarles a los ojos…En concreto, se considera que el contacto físico, ya sea un beso o un gesto de cariño, son de las cosas que más consiguen transmitir a los niños el cariño de sus mamás y, por tanto, las que más contribuyen a fortalecer esa relación emocional entre ambas partes.
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Es importante en todo momento que la adulto muestre empatía con el niño, que intente ponerse en su lugar cuando actúa de una manera u otra y que, dentro de lo que es posible, le transmita que le comprende. Eso sí, una cosa es ser empática y otra tolerarle cualquier comportamiento.
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No menos vital es que la mujer siempre mantenga la serenidad y la calma en la relación con su pequeño, le puede explicar las cosas, reñir cuando no actúa adecuadamente o incluso enseñarle de una manera tranquila y relajada. Los gritos no llevan a ninguna parte.
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Asimismo, no hay que pasar por alto tampoco que la madre debe fortalecer la autoestima de su hijo y darle, por supuesto, también su parcela de autonomía.
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