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El gol se paga

El gol es lo que más caro se paga en el mercado del fútbol: muy caro, más que cualquier otra suerte. Un portero nunca se cotiza como un delantero y el caché sube a medida que se avanzan líneas. El Mallorca ha tardado en darse cuenta de que alcanzar determinadas cotas de la clasificación con dos delanteros de siete tantos cada uno, es muy difícil. Hay excepciones muy concretas, Betis y Rayo Vallecano, que confirman esta ley no escrita pero aceptada, asumida y en vigor.

Si miramos por arriba Julián Álvarez, del Atlético, 17; Ayoze, del Villarreal, 17; Sancet, del Athletic, 15; Budimir, de Osasuna, 21; y la pareja del Celta, Borja Iglesias-Aspas, 11 y 10 respectivamente. Aun es más grave que, por detrás, delanteros de equipos peor clasificados superen en la tabla de goleadores a los conocidos Muriqi y Larin, ya no hablemos de Abdón. Kike García (34 años), del Alavés, 13 goles; Puado, del Espanyol, 12; Stuani, del Girona, 11.

Lamentablemente la política de fichajes aplicada por Pablo Ortells, director de fútbol, bajo el estrecho marcaje del CEO neófito, Alfonso Díaz, y las directrices del presidente ausente, Andy Kohlberg, no permite pensar en otra cosa que jugar a la lotería para ver si suena la flauta de un fichaje barato o esperar que la sople el joven Marc Doménech si es que no se va del club antes de que le den la oportunidad. Tampoco ha sentado bien en determinados despachos el recado lanzado por Jagoba Arrasate tras el último partido. «Esperamos un buen mercado de verano», un torpedo en toda regla lanzado a la línea de flotación de la planta noble.

Sin más periodistas presentes más que los del propio club, el propietario jefe se ha mostrado orgulloso de algo que, en sentido estrictamente deportivo, no existe en el fútbol: el pasado. Se ha mostrado orgulloso por el subcampeonato de Copa del año precedente y la décima posición en la tabla de la temporada recién finalizada. Menos mal que se ha saltado la Supercopa y sus consecuencias. Pero sí que ha remachado la consigna: «Queremos volar alto». La pregunta es con qué dinero, respuesta complicada si cada fichaje se considera un gasto en lugar de una inversión. Ni a Florentino Pérez le han servido las 15 Champions o la cortina de humo del fichaje de Xabi Alonso para acallar sus diez meses en blanco, nunca mejor dicho.