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'CASO CURSACH'

La Fiscalía que imputó a Cursach hasta 16 delitos, entre ellos homicidio, pidió su absolución entre lágrimas

El 30 de noviembre pasado se vio una escena surrealista en un juicio: un fiscal llorando en la sala de la Audiencia de Palma y pidiendo perdón al acusado, que no era otro que el capo de la noche de Mallorca, Bartolomé Cursach, y a todos los acusados de múltiples delitos. El fiscal era Tomás Herranz y hoy es el principal sospechoso de haber presuntamente hecho desaparecer las pruebas incriminatorias contra Cursach, al que la Fiscalía llegó a pedir acusar de hasta 16 delitos, entre ellos homicidio, para acabar pidiendo su absolución a lágrima viva.

Aquel 30 de noviembre el fiscal llegó a decir que los acusados habían sido «víctimas de la injusticia». Como era de esperar, las palabras del fiscal Anticorrupción y sus ensayadas lágrimas fueron recibidas con una gran ovación de todos los acusados, incluido el propio Cursach. Al conocido como «rey de las discotecas mallorquinas» se le imputaron cohecho, extorsión, amenazas, pertenencia a organización criminal, delitos contra la Hacienda Pública, blanqueo, tráfico de influencias, corrupción de menores, tenencia ilícita de armas y hasta homicidio, según el auto judicial.

Lo que entonces era una de las mayores tramas de macrocausas de corrupción -con más de cuatro años de instrucción- se convertía casi por arte de magia en una piadosa absolución y un «fracaso de la justicia». El empresario mallorquín y magnate del ocio nocturno cuyo apellido da nombre a la causa, y el director general del Grupo Cursach, Bartolomé Sbert, quedaron absueltos tras haber sido los principales procesados.

Ángel de la guarda

Cursach tenía un ángel de la guarda: el fiscal Herranz, que le exculpó de todos los delitos y centró sus esfuerzos en desacreditar a los testigos. A partir de ahí comenzó a sobrevolar la idea de que el fiscal estaba dejando escapar a Cursach tras una presunta y misteriosa desaparición de todas las pruebas del sumario.

No sorprende ya que el capo está acostumbrado a que el poder se rinda a sus caprichos. Hay que recordar que Cursach tenía en «nómina» a un grupo de policías locales que llevaban décadas trabajando como guardia privada al servicio del empresario para hundir a la competencia. Tenía comprado hasta a políticos del Partido Popular (como el ex presidente balear Jaume Matas) y de Unió Mallorquina. En total, una veintena de políticos que hacían y deshacían a su antojo.

El capo de la noche había desarrollado una compleja red de extorsión, protección, sobornos, chantajes y prostitución vinculados al negocio de las discotecas. Además, controlaba el sector hotelero de la isla y tomó el control del Real Club Deportivo Mallorca. No había turista que pisara la isla y no visitara ninguno de sus negocios. Al mismo tiempo, Tolo Cursach compensaba a policías y políticos que favorecían sus negocios con orgías con prostitutas, champán y cocaína.

Fue en febrero de 2017 cuando estalló la trama de los policías corruptos que seguían las órdenes del Tolo Cursach y se encargaron de realizar inspecciones injustificadas a los negocios de la competencia hasta asfixiarlos. Todo ello a cambio de dádivas que superaban incluso el sueldo de los funcionarios. El entonces juez instructor, Manuel Penalva, acordó para el empresario prisión provisional sin fianza y le acusó de 16 delitos entre ellos homicidio, organización criminal, corrupción de menores y narcotráfico, y hasta homicidio, entre otros.