‘Un amor’: crítica de la nominada a mejor película en los Goya 2024
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Dirigida por Isabel Coixet, una de las más prestigiosas directoras de nuestro país, Un amor está nominada a seis premios Goya 2024 (incluyendo mejor película, dirección, actor y actriz) y adapta la novela homónima de Sara Mesa. Una historia intimista que habla de nuestra incapaz de comunicación, de la autodestrucción, la cobardía y la violencia social contra las mujeres. La cinta se sustenta en un casting pletórico con Laia Costa (que podría ganar su segundo Goya consecutivo) a la cabeza para expresar aquello que no se dice, que solo se intuye o se evita expresar. Un ejercicio de adaptación muy valiente por lo difícil que es que, sin embargo, peca de excesiva fidelidad con el texto original, lo que lastra algo el ritmo. La historia tarda en arrancar, luego se precipita sobremanera y termina con diferencias sobre la novela y una última secuencia que- sin hacer spoilers- puede resultar tan gratuita como ambigua.
Los problemas de adaptar una novela
“Me gustó más el libro que la pelí”. Esta frase ya es un clásico tras ver cualquier adaptación cinematográfica. Lo que habría que explicar, primero, es que el literario y el audiovisual son lenguajes distintos. En una novela te puedes permitir licencias narrativas (introspección, reflexiones, etc) que en una película no y viceversa. Los directores y guionistas, para justificar los cambios lógicos de la trama original, utilizan mucho la excusa de que “se ha respetado la esencia del texto”, sin aclarar, por supuesto, qué es eso de la “esencia”. Pues bien, el truco de una buena adaptación es saber qué quiere contar el libro, cuál es su tema principal, y trasladarlo pero con imágenes. Para que el trabajo salga bien, en la mayoría de los casos, hay que inventar, recortar o manipular lo que ya se conoce.
El caso de Un amor (la película) es curioso. Si has leído la novela no vas a poder dejar de preguntarte: ¿Los que desconocen el libro se van a enterar de algo? Y es que la cinta de Coixet no hace más que complementar lo escrito por Sara Mesa. Pero la directora catalana puede que no haya explicado del todo las motivaciones de su protagonista, lo que, en pantalla, podría causar rechazo (sin embargo, en el texto literario se comprende perfectamente por qué pasa lo que pasa). Y es que, por muy bien que estén los actores y por bien escritos que estén los diálogos, a veces, es casi imposible mostrar en imágenes ciertas emociones. Cierto es que Isabel Coixet, que es muy lista, se las ingenia con hallazgos visuales muy destacables (cada vez que Nat, la protagonista, se desdobla como ejemplo de su racionalidad ante las cosas que le pasan) pero a veces no son suficientes. Eso sí, merece el Goya al mejor guión adaptado sólo por la osadía.
Entre montañas y narcisistas
La historia de Un amor es sencilla: Nat (Laia Costa), una traductora freelance, se muda sola a un pueblo muy pequeño, casi una aldea. Allí todos se conocen y ven con recelo la presencia de esta intrusa. Por culpa de un casero abusivo y violento, la protagonista se sentirá asustada hasta que conoce a Andreas, un vecino huraño que le hace una curiosa proposición sexual que ella terminará aceptando. A partir de ahí, se reflexionará sobre los micromachismos, sobre la necesidad de un culpable, sobre la incomunicación y el autocastigo. Una trama que se cuece a fuego lento pero que, como en una tragedia griega, se va creando una tensión terrible hasta un final desolador (O no tanto, según se mire).
Hay cosas que ha cambiado Coixet con respecto al texto original que son muy aplaudibles. Por ejemplo, el personaje de Piter (estupendamente interpretado por Hugo Silva, que se ha llevado, además, su primera nominación al Goya como actor de reparto) es, en la película, mucho más cruel e hipócrita-algo que en la novela se intuía pero nunca explotaba- Aquí se trata del típico narcisista, machista y pagado de sí mismo que va de aliado y progre pero que no deja ser un inmoral.
Más allá de eso, la cinta sigue casi paso a paso la estructura del libro, lo que a veces lastra el ritmo. Por ejemplo, el personaje principal, Andreas (glorioso Hovik Keuchkerian, también nominado al Goya) no aparece hasta el minuto 40 de metraje. Por lo tanto, hasta entonces no hay conflicto ni toma de decisión por parte de la protagonista. Sí hay presentación de ambientes y personajes, pero el dilema, el arranque al segundo acto, debería empezar (en una película) mucho antes.
Aún con todo, la labor de Coixet tras las cámaras es exquisita, así como su intento de comprender a sus personajes y de dar carpetazo de una vez a esa idea tan anticuada y peligrosa que es el de la ‘buena víctima’. No tienes que ser perfecto y virtuoso para crear empatía. Nat es contradictoria, cobarde, egocéntrica y se equivoca como la que más. Nat es humana y somos todos, eso no la hace menos indefensa ante los prejuicios, el machismo y sus propios miedos y necesidades.
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