Porque lo mejor de conectar con los demás es cómo nos hace sentir, así es el spot de Navidad de Telefónica
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Viví una adolescencia donde pedirte una cita se hacía de dos formas: con un papel que te dejaban en la mochila de clase o, y esto era sólo cosa de valientes, llamar al teléfono fijo de casa y preguntar por ti, aunque la primera que se pusiera fuera tu madre o, aún peor, tu padre.
Una adolescencia en la que llamabas a casa a tus amigas para comentar cómo le había ido la noche anterior, si el chico que le gustaba le había hecho ya caso o si ella se lo había hecho a él. Para preguntar si el examen de Sociales había sido tan complicado, si había aprobado la Selectividad o si finalmente íbamos a ir a ver el concierto de ese grupo del que nos sabemos todas las canciones.
Era un momento en el que ¡también nos sabíamos de memoria todos los números de teléfono! Aún hoy me los sé, y eso que muchos de esos teléfonos fijos ya ni existirán.
Horas pegadas al auricular que me costaban la regañina de mi madre porque “¡Niña! Ya basta, ¿no?”. Desesperada, incluso, un día llegó hasta esconderlo para que dejara de pegarnos la charla, según ella, porque no nos terminábamos de concentrar en nada. Al final me dejaba, me sonreía y me decía: “Venga, sólo cinco minutos más que la cena ya está en la mesa”.
Sentirnos muy cerca
Todo era peor en Navidad y Nochevieja. ¡Tenía tantos amigos que el teléfono no paraba de sonar! Sí, es cierto que cada uno estaba en su casa, pero nos encantaba saber que ese momento estábamos muy cerca, aunque fuera sólo escuchando nuestra voz.
Familia, amigos, amores. Todos llamábamos para desearnos una Feliz Navidad y un Año Nuevo que cumpliera nuestros sueños. Ahora no sólo podemos oírnos, ahora ¡incluso podemos escribirnos de forma inmediata, mandarnos fotos y vernos por la pantalla de nuestros móviles!
¡Ay los mensajes! Como en la mesa de Nochebuena se siente un enamorado o una enamorada… ¡Tenemos sonrisas para rato! Mandamos mensajes sin parar a nuestra pareja, a ese amor que aparece de repente y que nos hace sentir una vez más, aunque nos parecía imposible, como si de nuevo tuviéramos 15 años y hace reaparecer esa sonrisa pánfila de la juventud.
La historia de amor de Lourdes y Ernesto
Así es la historia de amor de Lourdes y Ernesto. Dos personas que están enamoradas, que se mandan mensajes sin parar durante la cena familiar de Navidad –A Lourdes incluso su hija le regaña un poco– y no quieren irse a dormir sin escuchar la voz del otro.
Dos personas que demuestran que el amor no tiene edad y que las comunicaciones no tienen secretos para ellos. Dos personas que tienen muchas cosas que compartir y el teléfono se lo pone muy fácil, aunque estén lejos durante los días de Navidad.
Compartir, conectar
Porque compartir es uno de los verbos más bellos. Porque compartir es, además, el punto de partida de millones de cosas más. Porque cuando conoces algo nuevo, no sé, un restaurante, un libro o un nuevo grupo de música, nunca te lo quedas, ¡siempre lo compartes y se lo descubres a los demás!
Sacas el móvil, buscas en la agenda y escribes: “He descubierto un restaurante que te va a encantar. Tenemos que ir. Luego hablamos. Te echo de menos”. Sonríes de nuevo, devuelves el móvil al bolsillo y aguardas respuesta porque lo mejor de conectar es cómo nos hace sentir.
Así es el nuevo spot de Navidad de Telefónica.
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