Qué es y cómo tratar un herpes zóster
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La culebrilla, también conocida como herpes zóster, designa a un tipo de virus de la familia «herpes». Éstos causan enfermedades comunes como el herpes simple, la mononucleosis y, en el caso del virus de la varicela zóster, la varicela y el herpes zóster. Sabiendo esto, quizás sea la hora de profundizar un poco más en qué es y cómo tratar este problema.
El virus se aloja en los ganglios de los pacientes con varicela, permaneciendo latente en ellos por muchos años. Por eso, aunque la varicela es una patología que suele aparecer cuando somos niños, el herpes zóster se puede desarrollar a cualquier edad.
¿Cómo identificar un herpes zóster?
Tiende a ser identificable por sus erupciones dolorosas a nivel cutáneo. Casi siempre, dichos síntomas afectan únicamente uno de los lados del cuerpo tomando zonas como el tórax, las cervicales y la zona lumbar. No es casual que ataque especialmente las partes del cuerpo que originalmente sufrieron la varicela. El virus está alojado allí con mucha mayor intensidad.
Con el paso de los días, el sarpullido produce unas ampollas que acaban desapareciendo recién en el transcurso de las semanas. Estas ampollas generan molestias al rozar la ropa con la piel, impidiendo que el individuo realice sus actividades normalmente.
¿Quiénes están más expuestos a esta enfermedad?
Según datos del Ministerio de Sanidad, hasta un 15% de la población experimentará algún episodio de herpes zóster a lo largo de su vida. Esa misma fuente afirma que el riesgo de desarrollar esta enfermedad aumenta con la edad y alcanza hasta un 50% en los mayores de más de 85 años de edad.
El peligro es máximo en personas inmunodeprimidas, debido a que sus sistemas de defensas tienen una capacidad inferior de mantener el virus a raya y de aplacar su sintomatología.
¿Cuáles son los síntomas del herpes zóster?
Lo primero que nota el que tiene esta afección es el dolor de intensidad variable, continuo o intermitente, que puede estar acompañado de cosquilleo. Es ahí donde se formarán las erupciones y luego las ampollas, alterando el aspecto y el tacto del tórax, las cervicales y las lumbares.
Esto da paso al sarpullido y las ampollas. Al cabo de unos pocos días, las lesiones se secan y se vuelven pardo-amarillentas. Desaparecen pasadas de dos a cuatro semanas de percibido el dolor. En ocasiones, esas lesiones pueden dejar cicatrices residuales que irán difuminándose. Es importante protegerse de los rayos solares, porque pueden empeorar las cicatrices.
Otros síntomas del herpes zóster, que no se dan en todos los casos, son la fiebre, el cansancio muscular y el dolor de cabeza. Algunos conviven con la inflamación de los ganglios linfáticos y los malestares estomacales, que contemplan náuseas y vómitos.
¿Qué complicaciones puede tener el herpes zóster?
En los mayores de 50 años, puede quedar un dolor constante en la zona de la lesión. Se le denomina «neuralgia postherpética». Resulta debilitante en algunos de ellos, por lo hay que estar atento al avance de la enfermedad y su posterior recuperación.
Asimismo, si la culebrilla afecta los alrededores del ojo podría derivar en una pérdida parcial o total de la visión.
La neumonía no es extraña en los inmunocomprometidos. A su vez, éstos pueden ver afectados sus riñones, hígado, páncreas, etc. Excepcionalmente, la culebrilla puede causar parálisis facial, inflamación del cerebro y, acto seguido, la muerte lenta del paciente.
¿Es contagioso el herpes zóster?
La buena noticia es que esta enfermedad no se contagia de un ser humano a otro. Sin embargo, el virus sí que puede transmitirse. Por eso se aísla a los pacientes hasta que las lesiones mejoran y las secreciones de las ampollas que contienen el virus se curan.
Si se contagia alguien que no tuvo varicela, desarrollará primero esta patología. Luego sí podría ser afectado por el herpes zóster. Mientras tanto, ese individuo que se ha contagiado de culebrilla pero aún no tiene ampollas no supone un foco infeccioso. Todavía.
¿Cómo es el tratamiento para el herpes zóster?
Generalmente, más allá de la consulta de rigor con el médico, se espera a que la culebrilla desaparezca por sí sola, sin intervenir. Sólo si los síntomas están alterando la rutina o el humor del paciente se suministran remedios como fármacos antivirales, que son administrados por vía oral o intravenosa. Pero este tratamiento resultará efectivo siempre y cuando se actúe en las primeras horas.
Ya en las fases agudas de la enfermedad, se puede recurrir a analgésicos. La dosis dependerá de lo molestos que sean los dolores. De haber dolor residual -neuralgia postherpética-, lo ideal es que sea un experto en la materia quien revise al paciente. Éste sabrá qué pasos seguir, los cuales pueden ser desde entrenamientos para fortalecer la zona hasta la ingesta de ciertos antidepresivos.
Ante la menor sospecha de estar desarrollando esta afección, dirígete al doctor para que te dé un diagnóstico preciso.
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