Yo, con Israel
Incluso ahora, tras el bombardeo de un campamento de refugiados en Rafah, déjenme decir que estoy a favor de Israel. El primer ministro, Benjamín Netanyahu, se ha apresurado a afirmar que ha sido un «trágico error», lo cual no es excusa. Pero debe ser muy difícil hacer una guerra en un territorio urbano, con una alta densidad de población, plagado de túneles y trampas y en la que los militantes de Hamás no van ni siquiera uniformados.
Sólo un detalle: el ataque se produjo sólo un día después de un ataque con misiles contra Tel Aviv. No quiero ni pensar cómo reaccionaría cualquier país de la Unión Europa si se bombardeara una de sus ciudades desde territorio enemigo.
Yo estuve en Tel Aviv hace un par de años. Me pareció Manhattan. En cuanto salí de la estación que me trajo del aeropuerto, creí haber aterrizado en Nueva York. Numerosos rascacielos, la mayoría en construcción de día y de noche. Tel Aviv, a 60 kilómetros de Jerusalén, es la capital económica de Israel, y probablemente es también una de las capitales tecnológicas del mundo por número de emprendedores y de startups. Y eso que fue fundada hace poco más de un siglo. Hay una foto histórica en la que se ve a un grupo de colonos repartiéndose las futuras parcelas en una playa inhóspita. Procedían de Yafo, una localidad cercana, en la que habían tenido problemas con la comunidad árabe.
Por eso, Israel ha sufrido estos días su semana horribilis. Empezó el fiscal general del Tribunal Penal Internacional pidiendo la detención de Benjamín Netanyahu. Para dar más solemnidad a su anuncio salió flanqueado por dos de sus colegas. ¿Pero cómo se puede ordenar la detención de un primer ministro de un país soberano? Yo no estoy a favor ni de la detención de Putin porque tendríamos una crisis nuclear. Y no quiero pensar mal, pero el citado fiscal general (Edimburgo, 1970), de padre pakistaní y madre británica, es de religión musulmana. ¿Habrá influido ello en su decisión?
Luego, el mismo tribunal ha ordenado «detener» el ataque a Rafah. ¿Cómo puede ordenar un tribunal, aunque sea el de la ONU, la detención de una operación militar de un país extranjero? Hay que recordar que Israel no empezó esta guerra y que, en manos de Hamás, están todavía más de un centenar de rehenes. En las declaraciones de organismos internacionales no oigo que nadie diga nada a favor de ellos.
Finalmente, el reconocimiento del Estado palestino por España. Yo creo que es una iniciativa de Pedro Sánchez para aglutinar el voto de izquierdas antes de las europeas, a ver si así evitan el batacazo. De hecho, no para de hacer llamamientos contra la extrema derecha lo que no deja de ser un pobre argumento intelectual y político. Me temo que está basado más en razones de política interior que exterior. Así tapa las sucesivas crisis: la de la amnistía, la de su mujer, la del caso Koldo. Pero incluso así me parece un error.
En la mayoría de países occidentales, la política exterior es objeto de consenso entre gobierno y oposición. Aquí, no. Lo hemos visto on el cambio de actitud con el Sáhara o los volantazos con Marruecos. Personalmente, reconocer al Estado palestino cuando todavía hay secuestrados civiles me parece un error tremendo. Casi podríamos aplicar aquella frase que le dijo Talleyrand a Napoleón tras el secuestro y ejecución del Duque de Enghien: «Es peor que un crimen, Sire; es un imperdonable error».
No descarto que Pedro Sánchez actúe por instinto de supervivencia, que como pueden comprobar, ha desarrollado con creces a lo largo de su carrera. Habiendo recibido felicitaciones de Hamás, de los hutíes o incluso de Irán es casi impensable un ataque islamista en España como el 11-M.
Además, España ha conseguido con esta iniciativa dos aliados internacionales de lujo: Noruega, que ni siquiera es miembro de la UE e Irlanda. Yo, que he estado varias veces en Irlanda intentando mejorar mi inglés, me cayó la imagen del país al suelo durante el último Festival de Eurovisión. Creo que no hace falta que les diga por qué.
Finalmente, hay que añadir la frase de la vicepresidenta Yolanda Díaz «del río hasta el mar». No sé si la dijo por inconsciencia o por desconocimiento y, en cualquier caso, no sé cuál es peor. Porque es la misma frase que defiende Hamás: ningún judío entre el río Jordán y el Mediterráneo, es decir, la desaparición física de Israel. Todos los judíos al mar. Un nuevo Holocausto. Israel no se lo pude permitir. De ahí la reacción.
Es una cosa que no deja de sorprenderme: por qué la izquierda occidental es propalestina. Gaza no es que sea un modelo de democracia, ni de respeto de los derechos humanos, ni siquiera de la igualdad hombre-mujer.
Cuando veo colectivos LGTBI manifestándose contra Israel pienso que, en Gaza, seguramente los tirarían desde un balcón. Como hacía el Estado Islámico. Hace años prohibieron hasta celebrar el fin de año porque era una tradición cristiana.
Israel puede tener muchos defectos y, por supuesto, los tiene. Pero es la única democracia consolidada de Oriente Medio. Incluso Netanyahu tuvo que aguantar antes de la guerra cuarenta días de manifestaciones en contra por su polémica reforma del Tribunal Supremo. Semejantes protestas en las calles son impensables en cualquier país árabe. Además, de momento, es un estado plurinacional en el que viven dos millones y medio de árabes. Aunque prefiero no saber a favor de quién van en el presente conflicto. Si prima la identidad nacional o la religiosa.
Por eso, tengo la sensación de que la batalla de Gaza es la primera batalla del augurado conflicto de civilizaciones. Occidente parece que se está suicidando poco a poco. Basta ver las manifestaciones en las universidades americanas, antaño templos del saber. Lo dicho: Israel o la barbarie.
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