Sánchez le va a dar una tele a Prisa por sus cojones
No resulta hiperbólico afirmar que Prisa es, junto al PSOE, la gran culpable de la enorme degeneración ética, moral e institucional que padece España de 40 años a esta parte. El grupo fundado por el franquista Jesús Polanco moldeó nuestro país a su imagen y semejanza. El modelo a seguir por el tándem conformado por el magnate de los medios y el ahora rehabilitado Felipe González era el de México, que vivió durante décadas en una aparente democracia en la que siempre ganaba el mismo: el corruptísimo PRI. Un régimen de partido único en el que unos pocos se repartían el PIB nacional y en el que la clase política, más que rica, era billonaria.
Prisa fue el consorcio mediático que aplaudió y apadrinó en 1985 el primer gran golpe de Estado judicial de nuestra democracia que consistió en acabar con la elección de la mayor parte del gobierno de los jueces (CGPJ) por parte de los jueces. Del 12 de 20 pasamos a los 20 de 20 actual, que provoca que «los políticos elijan a los jueces que luego tienen que juzgar a los políticos» [Gallardón dixit]. En un pispás y al más puro estilo autocrático el dúo González-Polanco o Polanco-González, el orden de los factores jamás alteró el producto, finiquitaron una separación de poderes sin la cual un sistema pierde la vitola de democrático. Más tarde vino el asalto a las grandes empresas del Estado de la mano de la beautiful people, gente no muy guapa pero sí muy trincona. Y, entre medias, untaron a modo y manera a medios de pitiminí que devinieron en grandes o gigantes gracias a la ayuda de papá Estado, todo ello pagado con cargo a nuestros impuestos, naturalmente. Que esta banda tiene cocodrilos en los bolsillos y es impresentable pero no tonta.
Absolutamente tercermundista fue el concurso para la adjudicación de las primeras licencias de televisión privada en 1989. Una recayó en Mediaset, que montó Tele 5, lo cual se antoja normal toda vez que Berlusconi era el gran empresario del sector de Italia. El segundo fue a parar a Antena 3 que ya por aquel entonces, 1989, y hasta su asalto por el Gobierno en 1992, era la radio más oída del país con Antonio Herrero y José María García como grandes estandartes. Concesión que tenía tanto sentido como la anterior. Lo que no estaba previsto, y seguramente era ilegal, es que el tercero fuera para un operador en cerrado, Canal Plus. No hace falta puntualizar quién era el titular de este último porque es perogrullesco. Jesús Polanco se puso farruco, «no hay cojones para negarme una televisión», y se la dieron, vaya si se la dieron.
Prisa fue el consorcio mediático que aplaudió y apadrinó en 1985 el primer gran golpe de Estado judicial de nuestra democracia
De bien nacidos es ser agradecidos. Prisa y demás felipismo mediático se dedicaron a tapar la elefantiásica corrupción felipista en la que hubo de todo: financiación ilegal del PSOE (Filesa), espionaje telefónico ilegal vía servicios secretos (Cesid), latrocinio compulsivo de fondos reservados, terrorismo de Estado, mordidas en el Boletín Oficial del Estado, trinque sin fin por parte del director general de un Cuerpo, la Guardia Civil, obviamente hablo de Luis Roldán, dedicado a perseguir a los maleantes, un gobernador del Banco de España —Mariano Rubio— que hacía business con información privilegiada a través de testaferros (Ibercorp), hermanísimos que pasaban el cazo en la Delegación del Gobierno en Sevilla (Juan Guerra) y un eterno y no menos hediondo etcétera. Prisa no sólo tapó del primero al último caso sino que en ocasiones defendió implícitamente la corrupción acusando a los medios que la destapaban de generar «crispación». ¿Les suena lo de la crispación? ¿Cuántas veces lo han escuchado de voceros de Moncloa tras estallar el caso Koldo y el escándalo de Begoña Gómez? ¿Doscientas, trescientas, quinientas, mil? La historia es cíclica y se repite de tanto en cuando.
Prisa fue feliz con Felipe pero no tanto con el mejor presidente de la democracia: José María Aznar. El primer ministro popular intentó contrarrestar el oligopolio mediático de Prisa y sus satélites pero se cansó muy pronto. Fue degradar a Álvarez-Cascos, el gran vicepresidente del primer mandato, y darle la alternativa a Rato y olvidarse del imperio del mal que era y es Prisa. Rato pactó y luego los ajusticiaron al amanecer del 14 de marzo de 2004. Con Zapatero lo pasaron regular pero con Mariano Rajoy fueron mimados hasta el servilismo, al punto que la socialdemócrata Soraya Sáenz de Santamaría logró que los bancos aplazasen cinco años sin intereses la devolución de la deuda de una Prisa que no tenía ni para pagar los recibos mensuales de los móviles de sus trabajadores. Estaba en quiebra técnica, tenía que haber cerrado para bien de nuestra democracia, pero el PP les rescató mientras mataba a los medios afines. Purito masoquismo genovés. Debe ser que no aprendieron en 2004 cuando les rodearon las sedes gracias al agit prop de la Ser y El País.
Aznar, el mejor presidente de la democracia, intentó contrarrestar el oligopolio mediático de Prisa y sus satélites pero se cansó muy pronto
Ahora viven mejor que nunca o, al menos, tan bien como en tiempos de un Felipe González que, como los buenos vinos, ha mejorado con el tiempo. Sánchez tiene en palmitas a sus hooligans a sueldo de Prisa: les da todas primicias, les permitió entrar en Indra de aquella manera, les busca financiación hasta debajo de las piedras, les concede las primeras entrevistas cada vez que quiere abrir el pico —entrevistas fellatio, obviamente— y les regala publicidad institucional a paladas. Lo cual no quita para que sigan tiritando económicamente, más cerca del default que de la salubridad financiera: el año pasado palmaron 33 millones de euros situando la pella del grupo en 800 millones.
Con Prisa lo de perder dinero como si no hubiera un mañana da igual, que ya llegará papito Sánchez, como antes mamita Soraya, y en tiempos pretéritos abu Felipe, a apoquinar lo que se debe. Esto es como ese hijo drogodependiente arruinado que siempre tiene al progenitor poderoso para satisfacer la hipoteca, los recibos de la luz, del agua y los descubiertos bancarios. Y ahora se va a repetir la historia porque Moncloa quiere hacer un concurso televisivo a la carta, para asignar un nuevo canal, que tiene ganador antes de que se resuelva: la Prisa de ese extraño personaje llamado Joseph Ourghourlian, ciudadano francés por cuyas venas corre sangre armenia, colombiana e inglesa del que nadie había oído hablar hasta que irrumpió en este cartel mediático. Manda narices que un tipo con dinero de fuera sea el que moldee la opinión pública española, nos diga cómo tenemos que pensar y que hay que respetar más allá de toda duda razonable a Pedro Sánchez.
Moncloa quiere hacer un concurso televisivo a la carta, para asignar un nuevo canal, que tiene ganador antes de que se resuelva
Una cacicada más propia de esos regímenes de partido único que tanto gustan al PSOE y a Prisa que de una democracia de calidad que es lo que en teoría deberíamos ser por nuestra historia, por nuestra situación geográfica, por nuestra pertenencia a la UE y a la OTAN y por esa Transición que constituye nuestro mejor trabajo en 500 años de historia. Se reparte uno y va a ser para Prisa con la excusa de que hay que impulsar la Ultra Alta Definición (UHD) por orden de Bruselas. Verdad a medias que, normalmente, son las peores de las mentiras: la UE no obliga a implantar la UHD hasta 2030. Detrás de este proyecto está lo más granado del sanchismo mediático: desde José Miguel Contreras, el hombre que susurra a la oreja de Pedro, el comisario Fran Llorente, Andrés Varela Entrecanales y el ex director de Contenidos de RTVE, José Pablo López.
Parafraseando a ese testosterónico Jesús del gran poder que fue el alias del Jesús Polanco que se hizo rico con información privilegiada en el franquismo, Pedro Sánchez le va a entregar el único canal en disputa a Prisa por sus cojones. Que aquí lo de la legalidad y la capacidad técnica y económica es lo de menos. Ocultar en portada la declaración de Begoña Gómez como imputada, la negativa del juez Peinado a que Sánchez declare por escrito o el caso Koldo tenía un precio. Y el presidente se lo va a acoquinar casi en tiempo real. Lo bueno es que Canal Plus representó el principio de la ruina de Prisa e intuyo que el nuevo óbolo presidencial volverá a desempeñar el rol de caballo de Troya en este imperio del mal. En fin, que no hay mal que por bien no venga.
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