El PNV, de izquierdas de toda la vida
Pues resulta que gracias a Andoni Ortuzar hemos descubierto que el Partido Nacionalista Vasco es de izquierdas. Lo ha afirmado el líder jetzale, tan pimpante y ante los suyos: el voto al PNV ha sido «útil» para «parar un gobierno de derecha y extrema derecha».
Al leer lo de Ortuzar me han venido a la memoria unas palabras que le escuché a Fernando Savater en Andoain, en el 17 aniversario del asesinato de Joseba Pagaza: «La ultraderecha en España son los partidos nacionalistas y los independentistas. Llamar a eso ‘progresista’ es insultar a los verdaderos progresistas que fueron asesinados por defender la libertad y la igualdad». Pues eso.
La perversión del lenguaje es lo que tiene. Que se empieza -Zapatero primero y Sánchez después- llamando «hombres de paz» a los terroristas de ETA; se califica de «progresistas» a los golpistas de Junqueras, a los populistas de extrema izquierda de Iglesias, a los comunistas de Yolanda Díaz y a los seguidores del prófugo Puigdemont… y se termina considerando un freno para «la derecha y la extrema derecha» al PNV. Y sin despeinarse, oigan.
Suerte que la inmensa mayoría de los vascos que votan a ese partido no se han enterado de que ahora son de izquierdas de toda la vida. Y siguen pensando que el partido al que votan («el nuestro… el de toda la vida»), sigue siendo un partido ultraconservador, cuyos lehendakaris juran el cargo con la fórmula que inició Aguirre: «Ante Dios humillado, en pie sobre la tierra vasca…», que mantiene el lema acuñado por Sabino Arana «Jaungoikoa eta lege zaharra», que significa «Dios y la ley vieja».
Claro que la inmensa mayoría de los vascos que votan PNV- y millones de ciudadanos de toda España, voten lo que voten-, tampoco conocen la verdadera historia de ese partido que va dando lecciones de democracia a diestro y siniestro. Y es que al PNV – quizá porque había otros nacionalistas «peores», que mataban en nombre de la misma patria que ellos defienden- se le ha mimado desde la Transición y hasta hoy. Y nadie ha querido dar a conocer su lado oscuro, por ejemplo la admiración de José Antonio Aguirre hacia Hitler (detallada en sus diarios manuscritos que se custodian en la Biblioteca del Congreso de EEUU desde 1954); o la traición del PNV a la República en Santoña y su pacto con Mussolini; o las querencias con los nazis basadas en el reconocimiento mutuo de pertenecer a razas similares y «superiores»; o su colaboracionismo durante la dictadura franquista que fue seguida de la explosión del nacionalismo de los ganadores que los reconvirtió en demócratas de toda la vida una vez muerto Franco.
En estos tiempos de engaños institucionales, de mentiras encadenadas, de farsa y de impostora, animo a releer la historia verdadera de estos nacionalistas que pretenden darnos lecciones de democracia a todos. Porque la traición de Santoña no fue una anécdota, un hecho puntual, sino que formaba parte de una estrategia. Hay numerosos documentos que atestiguan la admiración que sentía el PNV por Hitler. La dirección del PNV, ya en 1941, señaló en un informe interno, que hoy es público, que creía en «el talento político del Führer, en su sagacidad, en su alto espíritu de comprensión», para que «en el nuevo orden a establecer en Europa, y particularmente en España, el problema vasco sea tenido en cuenta». Es solo un ejemplo de los muchos que demuestran la fascinación del nacionalismo por los nazis.
José Antonio Aguirre escribía en aquella época en su diario: «Cómo se equivocan los que juzgan la obra de Hitler (…) Se podrá no compartir sus ideas, pero se comprende bien que ciertos procedimientos de gobierno san necesarios en algunos países tumulturarios». Finalmente, no hubo acuerdo con Hitler, dicen que la propia dirección del PNV lo desautorizó. Pero previamente, el 24 de agosto de 1937, decidieron perpetrar la traición de Santoña y pactaron con los italianos, aliados de los nazis, con los mismos que el 26 de abril de 1937 habían bombardeado Guernica.
Bueno, pues esos son algunos de los hechos que atestiguan la esencia de un partido que sigue llevando el lema de Sabino Arana: «Dios y la ley vieja». Me importa poco que se consideren de izquierdas o de derechas; pero lecciones de democracia y superioridad moral… pues no, gracias.
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