El peronista de Villa Tinaja
Nueve días con sus nueve noches ha querido Pablo Iglesias adelantar su regreso a las tablas. Una interrupción precipitada del permiso de paternidad que nunca fue tal porque sus señorías tienen un régimen distinto al resto de mortales. El líder de Podemos se despidió en Navidad con un “nos vemos en abril” e incluso pidió al Congreso votar desde el cheslong de Villa Tinaja durante todo ese mes.
Pero el adelanto electoral de su socio Sánchez, las cuitas internas, los errejonazos, los desplantes de las confluencias y la caída en las encuestas han resonado en sus oídos a modo de amenaza para su liderazgo y proyecto. “¡Cuídate de los idus de marzo!”, ha debido pensar el Marqués de Galapagar para anticipar su retorno a los ruedos el próximo 23 de marzo. Y sobre todo, reaparecer como el Salvador de todos.
Ese “Vuelve” Pablo Iglesias del cartel de la buena nueva que han anunciado sus fieles ha sido creado a imagen y semejanza de la propaganda montonera que recibió el 17 de noviembre de 1972 al general exiliado Juan Domingo Perón. Un paralelismo que ya no es sólo de similitudes ideológicas populistas sino también de aburguesamiento y personalismo. El militar argentino era el ‘Líder Supremo’ en los estatutos de su partido. El “macho alfa” de los morados expresó antaño que sentía predilección por el justicialismo, por su transversalidad para conectar con la clase obrera trabajadora. Pero, claro, esto lo mantenía cuando vivía en el pisito de su mamá en Vallecas y no en el casoplón de Galapagar de 600.000 euros.
Porque a Iglesias, como le pasó a Perón y a Evita, amasando cada vez más fortuna, más joyas y más piezas de marfil, la vida de los descamisados, de la prole, se le quedó ya demasiado lejana. Ello es clave para entender cómo quienes les prestaron su confianza en las urnas de 2015 y 2016, hace meses que se desengañaron y hoy miran incluso al voto de castigo que supone para la casta política y el cansino separatismo catalán, una fuerza antípoda como es VOX.
Aunque la mayor mimetización de Podemos con el peronismo, hoy kirchnerismo, es esa superioridad machista, de manejo de la mujer a nivel orgánico. Porque este populismo o bien idealiza a sus dirigentes mujeres de mayor rango como si fueran santidades, vestales de la doctrina, o bien las desposee de su femineidad y las masculiniza una vez le otorga el cetro del ordeno y mando. Cuando Irene Montero regresó de su baja, no hubo cartel megalómano y su acto con mujeres se presentó como uno más. Ahora, el 23 de marzo, como ocurrió con aquella vuelta de Perón, Iglesias ya puede declararlo el “Día del Militante”. Qué menos…
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