Opinión

El otro lado de la cumbre de la OTAN

Acabó la cumbre de la OTAN, Madrid capital del mundo occidental por un par de días, gran despliegue mediático e incidentes mínimos. El papel de anfitrión fue impecable.

La cumbre se celebró en Madrid para conmemorar el cuadragésimo aniversario del ingreso de España en la organización, curioso asunto pues, pocos años más tarde, en 1986 el Gobierno de Felipe González convoca un referéndum para modular la permanencia. Era un hecho curioso, el mundo al que se quería pertenecer en la Transición, el mundo libre, representado por las comunidades europeas y la OTAN, tenía un perjuicio ideológico. El referéndum era un hecho inédito en la historia de la Alianza. Un aliado recién ingresado se replanteaba el ingreso. Todo un aliado fiable, vamos.

En la cumbre, España fue un magnífico anfitrión, pero no tuvo protagonismo en la confección de la estrategia porque para ello es necesario poder y compromiso. Que España no ha asignado prioridad a las políticas de Exteriores y Defensa, no es un hecho puntual, es una conducta de constantes bandazos, refrendada por la historia.

Los años en que nuestras Fuerzas Armadas estuvieron a la intemperie de la estructura militar OTAN supusieron una pérdida lamentable de conocimiento y oportunidad de progreso como instrumento militar. La industria de Defensa también encajó el golpe. Para el viaje no hacían falta alforjas.

España lleva muchos años sin ser protagonista de la política internacional, digamos que es una consecuencia de su baja cultura estratégica. España en cuestiones de Defensa es irrelevante por reactiva, ya que carece de iniciativa estratégica, a pesar de que su riesgo geopolítico es alto. A ello no es ajena la organización del Estado. Prefiere la defensa europea a la OTAN, en el momento en que los casos de Suecia y Finlandia vienen a corroborar lo contrario cuando la guerra va en serio.

España ha participado en multitud de operaciones OTAN y ha cumplido en el nivel asignado. Pero la defensa de España tiene que estar basada en una estrategia que proteja los intereses nacionales. Parece una acción importante, lo es y para ello el Gobierno tiene que tener conciencia de la situación estratégica, cómo afecta a España y cómo hay que actuar, ya que las amenazas existen. Esa estrategia hay que defenderla en OTAN pues es la institución que, junto a los aliados, protegerá nuestra soberanía.

¿Y cómo se defiende en OTAN? Haciendo que nuestro problema lo haga suyo la Alianza. Las Relaciones Internacionales son de poder: tanto tienes y pones, eso es lo que vales. Resumiendo, quien no emplea poder, se lo emplean otros.

El desconocimiento no es ajeno al trato mediático que el Gobierno ha dispensado a los actos y, principalmente, el presidente, que está en clave monclovita, como todo, y es un error. La carencia física de Gobierno muestra cómo parte de los componentes del Consejo de Ministros conforman un coro disonante que impide que Pedro Sánchez pueda cumplir lo acordado en la cumbre.

Lo acordado era, ni más ni menos, que afrontar la situación mundial más grave desde la Segunda Guerra Mundial. Para ello, se acordó un aumento del gasto en Defensa. España en 2014 ya ignoró la meta del 2% del PIB en gasto de Defensa fijada en la cumbre de Cardiff, tras la toma de Crimea por Rusia. Y sigue manteniendo el dudoso título de penúltimo en el gasto. Qué autonomía política le reporta a España esa marca en el seno de la Alianza.

Lo lógico es que el Gobierno de la nación, que tenía información, se hubiese reunido antes de la cumbre y tomado las decisiones que permitiesen al presidente adquirir los compromisos consecuencia de una grave situación de seguridad. El hecho es que la ministra de Defensa, como solución al problema de la falta de apoyo de parte del Ejecutivo, solicitó el respaldo del Partido Popular. Todo lo demás quedaría como estaba. A saber, acuerdos con los independentistas para socavar al Estado, acuerdos con Bildu, desestructuración del Estado, etc.

No se está ante un asunto de Estado, es un problema de Gobierno, la propuesta que llegue al Congreso tiene que ser un acuerdo del Consejo de Ministros. No se trata de resolver un problema procedimental parlamentario, se trata del comienzo de una nueva Política de Seguridad y Defensa en tiempos de guerra, que afecta a España. No hay lugar para frivolidades, no es una cifra, son capacidades militares.