Orgullosos de las cifras
El World Pride se ha convertido en todo un carnaval de cifras. Lejos de inmiscuirme en las razones que pueden haber llevado a la ciudad a elegir una capitalidad que, a grandes rasgos, no aporta nada relevante –ya saben que soy poco amiga de los eufemismos– he querido mantenerme aséptica y limitarme a las matemáticas que siempre me han parecido mucho más atractivas que la “zoología”.
Y es que en la práctica totalidad de las informaciones vertidas sobre la edición del Orgullo Gay 2017 en Madrid, no han dejado de sorprenderme los datos astronómicos aportados– incluso antes de que se produjesen –sobre asistentes y recaudación. Organización y Ayuntamiento han hecho su campaña de propaganda apoyados en dos números clave: 3 millones de asistentes y 300 millones de euros de ingresos, sin que nadie se haya atrevido a cuestionarlos. Llámenme rara (y desconfiada) pero siendo lo habitual que en cualquier otro tipo de convocatoria (huelgas, mítines, manifestaciones varias) se aporten siempre y sin excepción desde diferentes fuentes y en comprobaciones minuciosas, cifras definitivas de resultados (que por otra parte nunca coinciden) no suceda lo mismo en el caso LGTBI. Quizás con la emoción desbordada y bajo el prisma multicolor parezca innecesario pero si a las ciencias exactas nos remitimos, las expectativas distan mucho de coincidir con los resultados reales.
Según datos oficiales, entre el pasado día 29 de Junio y el próximo 2 de Julio un total de 3 millones de personas inundarán Madrid. Según datos actualizados del propio Ayuntamiento la ciudad dispone de un total de 82.000 plazas hoteleras, que si durante los 10 días de la edición se ocupasen al 100% -y suponiendo que el total de ocupantes lo fuesen en calidad de asistentes al World Pride- se traducirían en un total de 820.000 visitantes. Cada uno de los cuales en consecuencia podría hospedarse, como máximo, una noche. Poco probable, ¿verdad? Pero es que, además, en el fin de semana “grande” de la convocatoria la ocupación real ronda aproximadamente el 75% (estimación propia del gremio de hoteleros) y hay plazas disponibles en la mayor parte de establecimientos de la ciudad, empezando por el que la que suscribe ha reservado para cubrir el desfile del sábado (y que gestionó modalidad last minute el mismo viernes, sin problema alguno). Vale, vale… Les escucho. Muchos habrán optado por alquileres temporales ¿tipo Airbnb o Wimdu? Basta asomarse a cualquiera de ambas centrales de reservas y comprobar cómo para el mismo fin de semana existe una ocupación no superior al 90%. Claro que no todos los apartamentos estarán registrados. Cierto, no existe un censo total y fiable al respecto, pero institucionalmente se estima que Madrid está dotada para responder a un tráfico de unos 150.000 alojados/noche. Una operación sencilla baste para deducir que estaríamos hablando de otros 500.000 orgullosos individuos e individuas que, unidos a los anteriores, sumarían un total de (y voy a ser generosa) millón y medio de visitantes. Exactamente la mitad de los pregonados. ¿Y el 1,5 restante? ¿Creen ustedes que recurrirán todos ellos a casas de amigos y familiares? Im-po-si-ble. Madrid cuenta con 1,5 millones de viviendas registradas. Presupongamos que la mitad de las mismas cobijen a 2 orgullosos visitantes más, esto es ¿750.000 viviendas habituales “ocupadas”?.
Añado el detalle, por si con lo anterior no bastase, de que el total de pernoctaciones turísticas en Madrid durante todo 2016 fue de 9 millones. En serio, ¿pretenden que dé por cierta una cifra que asegura que en 10 días se recibirá en la ciudad a un tercio de los turistas totales que la visitan en los restantes 355 días del año? Vamos, se pongan como se pongan, no caben. Es materialmente inviable que 3 millones de invasores pueblen Madrid durante el World Pride 2017.
Es más, dando a priori por cierto este dato (no me negarán que pongo mucho empeño por mi parte) y tomando como referencia la media aritmética de gasto promedio diario asignado a los visitantes de la capital -de entre los 225 €/persona/día que asignaba la Global Destination Cities Index (elaborada por Mastercard para el ejercicio 2016) y los 137 €/persona/día que atribuye como desembolso la encuesta Egatur para el primer trimestre del presente ejercicio- los números, como el algodón, ni cuadran ni engañan. Si a Madrid llegasen 3 millones de personas en los 10 días de referencia a un gasto diario de 181 € para cada una de ellas, la recaudación total… ¿no debería ser de 543 millones de euros? ¿Recuerdan los 300 millones del comienzo? Y si les digo que en el mejor mes por volumen de recaudación de 2016, los ingresos de la ciudad por este concepto ascendieron a 90 millones de euros. ¿Creen ustedes que es factible triplicar la cifra en poco más de una semana?
Están en todo su derecho de tomar la palabra de la alcaldesa Carmena como dogma de fe y sus cálculos de rentabilidad económica como axioma. Ahora bien, si lo hacen que sea por voluntad propia de prestarse al juego de una política que hace tiempo que tiene poco que ver con la verdad y el rigor en fondo y forma. A estas alturas, sería mucho más sencillo defender la decisión porque sí, en lugar de recurrir a argumentos tan endebles como el orgullo mismo de quienes dicen reivindicarlo sin complejos. De todo esto, lo único seguro es que el Ayuntamiento ha patrocinado la macrofiesta con 3 millones de euros – 700.000 destinados a la empresa privada de organización de eventos AEGAL (Asociación de Empresas y Profesionales para Gays y Lesbianas de Madrid y su Comunidad), 30.000 a COGAM (Colectivo de Lesbianas, Gays, Transexuales y Bisexuales de Madrid), 50.000 a la FELGTB (Federación Estatal de Lesbianas, Gays, Transexuales y Bisexuales), 40.000 para customización de semáforos gayfriendly, suma y sigue -. Disfruten lo votado. Pagan ustedes.
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