No hay peor ciego que el que no quiere ver
El Gobierno, a través del Ministerio de Fomento, ha negado la existencia de colapso alguno en el aeropuerto barcelonés de El Prat, donde elementos independentistas convocados por distintas asociaciones han provocado la cancelación de casi setenta vuelos tras conocerse la sentencia del Tribunal Supremo. Sorprende la manera con la que Fomento trata de quitarle importancia al asunto, pues se sirve de un frío cálculo estadístico para demostrar que la situación no revistió excesiva gravedad, pese a que las imágenes revelaban un clima de violencia y tensión evidentes. Según el Gobierno, a las 18.45 de la tarde habían sido cancelados 67 vuelos de los 1.066 programados, por lo que el Departamento de José Luis Ábalos cifró en un escueto 6% las incidencias en transporte aéreo provocadas por la ira independentista.
Lo cierto es que los separatistas radicales bloquearon el aeropuerto causando graves incidentes. Cerca de medio centenar de heridos no parece que estadísticamente sea un dato menor como para tratar de demostrar que lo ocurrido no revistió gravedad. La tuvo y mucha, porque las escenas vividas en el aeropuerto no se corresponden en absoluta con la visión optimista del Gobierno. No parece la mejor manera de encarar el problema la de quitarle importancia, porque los incidentes se sucedieron durante horas en medio de un colapso evidente, por mucho que Fomento tratara inútilmente de restarle importancia.
Si el bloqueo -evidente y visible- de un aeropuerto por parte de los radicales independentistas no es un colapso para el Ejecutivo de Pedro Sánchez, habrá que esperar el momento en el que tenga a bien otorgarle carácter de gravedad. Por ahora no lo ha hecho, de manera que entre lo que el Gobierno dice que ocurrió y lo que pudieron comprobar los miles de usuarios afectados, los medios de comunicación presentes en el aeropuerto y los españoles que observaron por televisión los incidentes hay dos mundos distintos. Para el Ejecutivo de Sánchez, dentro de lo que cabe, la situación fue normal. A los ojos del resto, los radicales ocuparon y bloquearon el segundo aeropuerto de España.
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