Laura Borrás se jacta de decirle a la cara a Felipe VI: «Los catalanes no tenemos Rey»
Define el Diccionario de la Real Academia Española la palabra contumacia textualmente como tenacidad y dureza en mantener un error. Y para explicar la razón de haber efectuado esa rápida consulta con la RAE es imprescindible contar que es algo que se le ocurre a cualquiera después de escuchar a la dirigente independentista catalana Laura Borrás, en unas declaraciones a Radio Nacional de España. La representante de Junts per Catalunya ha vuelto a insistir en lo que manifestó el pasado día 3, en el manifiesto encabezado por la frase “No tenemos Rey. Democracia, libertad, repúblicas”.
Pero en las declaraciones a la radio pública, Laura Borrás no solo ha insistido en afirmar que los catalanes no tienen Rey sino que se ha jactado de que “haber ido al Palacio de la Zarzuela a mirar a los ojos al Rey a menos de un metro de distancia de él para decirle los catalanes no tenemos Rey es una muestra de que la fuerza política que representa y su aún Presidente Quim Torra son tan dialogantes que se atreven a realizar semejante fechoría. Para ella, esa desfachatez y descortesía al Jefe del Estado es prueba inequívoca de su voluntad de diálogo.
Así que, esas palabras jactanciosas y arrogantes, que confunden de forma flagrante lo que ellos creen que es una muestra de sinceridad y valentía a la que no se han atrevido el resto de partidos que suscribieron el manifiesto independentista, son, sin lugar a duda alguna, la manifestación más clara de la contumacia de una persona que mantiene la tenacidad y dureza en su gran error.
Porque la señora Borrás y el resto de partidos que firmaron un manifiesto atestado de mentiras parece haber borrado de su memoria que fue la Constitución española, en cuya redacción participaron catalanes tan ilustres como Miquel Roca o Jordi Solé Tura, fue aprobada por una mayoría aplastante de catalanes. Y en ella, por consenso democrático de fuerzas de derecha, centro e izquierda, se estableció que la monarquía constitucional era la forma de Estado de España.
Además de todo lo expuesto anteriormente, es increíble que las fuerzas políticas que han suscrito el manifiesto, alguna de ellas como eh bildu ligada al terrorismo más sangriento, se atrevan a calificar de anacrónica la monarquía en general y en especial la española y acusarla de imponer la unidad de España negando los derechos civiles, políticos y nacionales de sus pueblos. Olvidan, sin duda, que la institución monárquica ha contribuido de forma sustancial a período más largo de estabilidad y prestigio de la nación española.
Siempre, cuando alguien denuesta la monarquía como una forma de Estado antidemocrática, da lugar a pensar si alguno de los que firmaron ese cínico manifiesto sería capaz de decirle a los ciudadanos de Suecia, Bélgica, Dinamarca, Noruega, Países Bajos y Reino Unido que sus países no son democráticos. Aconsejo que se abstengan a los que se le ocurra semejante ofensa que podría provocar más de un altercado serio entre ellos y los ciudadanos de cualquiera de esos reinos.
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