Inmigrantes y fronteras (II)
El 99% de los inmigrantes es gente honrada que viene a trabajar para mejorar su vida. No son un problema. El problema es el 1%, decenas de miles, que buscan subvenciones o delinquen y el Gobierno prefiere ocultar a gestionar. Hay que aplicar políticas como las de Dinamarca y Reino Unido citadas en el artículo anterior. Si entras ilegal serás expulsado. No vengas. Si no trabajas no hay ayudas. Disuadirlos para que no vengan ilegalmente. Tenemos millones de españoles a los que atender. De 8.000 millones de seres humanos que habitan la tierra, más de 5.000 viven en la miseria y otros muchos en condiciones precarias. Sólo una mínima parte de la humanidad conoce el estado de bienestar (sanidad, educación, pensiones, dependencia…), en regímenes democráticos que respetan la igualdad hombre-mujer y los derechos humanos, civiles, laborales, políticos…
La inmigración es imprescindible para el futuro en Europa y España, pero debe ser regulada. La inmigración legal genera riqueza mientras la ilegal provoca marginación, pobreza, criminalidad, enriquece a las mafias y es mano de obra explotada por miserables sin escrúpulos. Las noticias difunden los 600 inmigrantes ilegales que entran a diario por las costas andaluzas o Canarias y no los miles que cada día entran como turistas por aeropuertos (Barajas, El Prat…), puertos o carreteras y nunca abandonan el país. Hay tareas en España (el campo, construcción, servicios…) que los españoles no queremos hacer y los inmigrantes aceptarían. Hay que concederles permiso de trabajo y residencia y poner en contacto al inmigrante con el trabajo en cuestión. Generaría riqueza para todos, evitaría abusos sobre inmigrantes ilegales y mejoraría una situación enquistada desde hace décadas para todos los gobiernos de la democracia.
Europa y España necesitan millones de trabajadores, no de subvencionados. La política de inmigración debería coordinarse en la UE y los países Schengen (sin fronteras entre ellos) y establecer procedimientos comunes. España, por razones de idioma y cultura, debería priorizar inmigrantes del centro y sur de América. Los países de la UE deberían abrir oficinas de inmigración en sus consulados donde se registren los inmigrantes que quieran venir a trabajar. Impartir cursos sobre oficios con déficit de personal en el país receptor y superar un curso de valores, convivencia y de español si no lo hablan. Mientras se acuda a estos cursos en sus países de origen recibirán un salario modesto, un ingreso digno para ellos con coste insignificante para los países ricos. El dinero llegaría a la gente, no a sus líderes que roban prácticamente todo lo que reciben. Ayuda al desarrollo sin políticos ni intermediarios corruptos, que sería más económico para los estados y, como exigencia moral imprescindible, puede acabar con muchas muertes en el mar y las fronteras. Superado el periodo de formación en convivencia, oficio, lengua y respeto a leyes y normas, al acceder al país de destino firmarán un compromiso de regreso a su país de origen si lo incumplen.
Quienes tengan creencias religiosas o culturales que nieguen los mismos derechos a hombre y mujer no tienen sitio en esta sociedad. O aceptan nuestros valores de convivencia o no vienen. Quienes crean, hombres o mujeres, que ellas son inferiores, deben estar sometidas al hombre, ir cubiertas de ropa y andar dos pasos por detrás del macho no caben aquí. Hay muchos países donde aplican esas normas y allí deben dirigirse. Personas con valores que convivan en nuestro modelo de sociedad sin experimentos de pijos ricos ya fracasados en barrios pobres. El reto del futuro es mantener el estado de bienestar, los derechos civiles y la democracia. Ni más, ni menos.
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