Hace falta tener poca vergüenza
Si el PSOE prometió regenerar la vida pública, la cacicada de su alcalde en la localidad madrileña de San Martín de la Vega le desmiente de plano, porque a estas horas sigue apoyando a Rafael Martínez, el afortunado ganador de un lujoso viaje a Disneyland París organizado por su propio Ayuntamiento. En el colmo de la desvergüenza, Martínez, ante el aluvión de críticas recibidas, asegura que no va a renunciar a la escapada, pero que cederá el viaje, valorado en 850 euros, a un familiar directo.
El sorteo fue organizado por el Consistorio para impulsar las compras en las tiendas locales, pero el coste del viaje lo pagarán los pequeños empresarios de la localidad. La más elemental consideración ética habría impedido al alcalde o a sus familiares participar en el sorteo, pero Rafael Martínez no sólo no se quitó del medio, sino que por aquellas cosas de la diosa fortuna -hay quien mantiene la tesis de que todo ha sido un pucherazo- fue agraciado con el premio. Lo honrado, en todo caso, habría sido renunciar al mismo, pero el alcalde mantiene que todo ha sido transparente y que lo máximo que hará, dadas las suspicacias y críticas de los vecinos, es cedérselo a un sobrino.
Lo asombroso del caso es que el PSOE se ha puesto del lado del alcalde con un argumento peregrino: tiene derecho a participar en el sorteo y, en consecuencia, no debe de renunciar al premio. Dado que quien organizaba el sorteo era el Ayuntamiento, cuyo máximo responsable es Rafael Martínez, alguien debería reconvenirle y hacerle ver que un cargo público está sujeto, por razones obvias, a ciertas obligaciones de carácter ético y estético, entre ellas la de no ser alcalde y parte. Si Martínez no lo entiende, lo mejor que puede hacer es dedicarse a otra cosa distinta a la política. Y si quien no lo entiende es el PSOE, el problema es que sus proclamas de regeneración eran una pura mentira.
Que a un alcalde le toque una rifa organizada por el Ayuntamiento no es delito, pero lo que tiene delito es que Martínez no comprenda las limitaciones inherentes a su cargo y se aferre al viaje en medio de la indignación creciente de sus vecinos. Por decirlo claramente, este alcalde socialista no tiene vergüenza.
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